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Estados Unidos al borde del abismo: ¿Dará Hamlet voz al fantasma de su padre?

Por EIRNS

El candidato presidencial Robert F. Kennedy Jr. prometió ayer dar un discurso sobre política exterior emulando la declamación al estilo de Frkanklin Roosevelt —casi un soliloquio, en parte— que pronunció su tío, el Presidente John F. Kennedy, con motivo de su discurso en el acto de graduación de la American University el 10 de junio de 1963. El candidato Kennedy ha expresado en otras ocasiones su oposición a la guerra de Ucrania; en una entrevista con Russell Brand el 13 de mayo, dijo: “Los rusos han sido invadidos tres veces a través de Ucrania. La última vez que fueron invadidos durante la Segunda Guerra Mundial, lo fueron a través de Ucrania. Murió uno de cada siete rusos, el 13% de la población. Rusia fue arrasada”.

“Mi tío, en 1963, pronunció su discurso más importante: el discurso de la American University. En ese discurso, trató de hacer lo que yo estoy haciendo ahora. Fue un discurso dirigido al pueblo estadounidense, y dijo: ‘Tienen que ponerse en la piel de los rusos y entender su visión del mundo. Tienen que ponerse en los zapatos de su adversario’, y repasó esta historia del sufrimiento que Rusia había soportado durante la Segunda Guerra Mundial, explicando por qué querrían tener un reclamo legítimo para proteger sus fronteras….”.

El 16 de junio, el ex Presidente Donald Trump dijo sobre la guerra de Ucrania: “Más recientemente, los belicistas, los globalistas y los del Estado profundo están absolutamente lívidos porque me niego a doblar la rodilla ante su próxima guerra interminable en Ucrania. Yo quiero la paz. Ellos quieren dinero, y quieren conflicto, incluso si eso significa llevarnos al borde de la Tercera Guerra Mundial, lo que francamente está ocurriendo y está ocurriendo rápidamente. Quiero que la gente deje de morir. Quiero acabar con esa guerra. Acabaré con esa guerra entre esos dos países en 24 horas”.

Pregúntate a ti mismo: ¿Qué porcentaje del electorado estadounidense ha expresado su apoyo a estos dos candidatos a la Presidencia? Entonces, date cuenta de que la respuesta a esa pregunta, es mucho menos importante que darse cuenta del potencial que podría desencadenarse, si se lanzara con éxito en todo el mundo una oposición a toda marcha al actual “conflicto ucraniano”, utilizando el Discurso de la Paz de Kennedy para representar el pensamiento de un Estados Unidos otrora cuerdo. Nótese que el principal candidato del Partido Republicano y uno de los principales candidatos del Partido Demócrata, cada uno tan o más popular que el actual Presidente de Estados Unidos, se oponen simultáneamente a la casi unánimemente apoyada “guerra de Ucrania para defender la libertad y la democracia contra el dictador Putin”.

¿Cómo intervenir en este proceso desde arriba, evitando la cloaca de la política electoral estadounidense? Si se consigue que los principales candidatos “de izquierdas” y “de derechas” a la presidencia, y muchos otros, incluidos los no candidatos, “tengan el valor de cambiar sus axiomas”, la propia política ucraniana del Partido de la Guerra, que ahora se supone invulnerable, puede convertirse rápidamente en “despreciada y rechazada” por se lo opuesto de cómo se lleva a cabo el arte de gobernar en tiempos de guerra. Pero eso significaría convertir los “Diez principios para una nueva arquitectura internacional de seguridad y desarrollo” de Helga Zepp-LaRouche, y su expresión parcial en el discurso de la American University, en “el único punto del orden del día”.

El condominio bipartidista del “Partido de la Guerra” ha desembolsado o desembolsará pronto más de $130.000 millones de dólares para la guerra, mientras millones de estadounidenses se quedan sin hogar, los hospitales cierran, las despensas de alimentos se ven desbordadas y se producen cinco tiroteos masivos en dos días, como ocurrió este pasado fin de semana en Estados Unidos. Consideremos los más de $2 billones de dólares gastados por el Partido de la Guerra en los 20 años en Afganistán. Luego considera la pérdida de vidas en esa guerra, y la guerra en Iraq, en las últimas dos décadas. Enseguida, considera cómo los talibanes, según todos los indicios, han logrado casi erradicar la cosecha de amapola y la producción de opio sólo en el último año en Afganistán, para gran resentimiento y hostilidad de las elites financieras y bancarias de Wall Street y la City of London. ¿Cuántas vidas puede salvar eso? Contrasta ese éxito con la política de sanciones impuesta a Afganistán cuando el ejército estadounidense lo evacuó, pero que dejó las capacidades de desestabilización que los angloamericanos suelen dejar atrás para asesinar las esperanzas y los sueños de una nación.

Antes de que comience la guerra termonuclear, la población estadounidense necesita una rápida y profunda comprensión de los principios de la tragedia clásica. La forma más eficaz de hacerlo es demostrarles el poder del principio de la tragedia. Lyndon LaRouche escribió en su prisión en 1993 “La historia como ciencia”, que lleva un subtítulo de “¿Qué es la historia?”, en el que dice:

“En aquellas décadas anteriores, los años sesenta y antes, cuando el negocio de las escuelas y universidades respetables todavía era la educación, el tema de la historia se introducía llamando la atención de los estudiantes sobre la cuestión de que debemos entender la distinción entre una mera crónica de acontecimientos y la materia enseñada que llamamos ‘historia’. En aquellas décadas pasadas, en los programas educativos clásicos de la civilización europea, se nos entendería fácilmente si hubiéramos dicho que la práctica de la escritura de la historia, a diferencia de la mera narración de cuentos o crónicas, comienza con la aplicación de los conceptos de la composición de la tragedia griega clásica al estudio de las causas de la supervivencia inducida o del colapso de gobiernos enteros, Estados o incluso culturas enteras.

“En esos círculos de profesionales de épocas anteriores, se habría considerado admisible elaborar una breve lista de grandes dramaturgos seleccionados, como la siguiente: Esquilo, Marlowe, Cervantes, Shakespeare y Friedrich Schiller. Ninguno de ellos discutiría la destacada relevancia de Schiller en esa lista. En primer lugar, en cuanto a la tragedia en sí, Schiller fue el único compositor que hizo inteligibles los principios empleados por todos los grandes dramaturgos clásicos. En segundo lugar, en su calidad de catedrático de Historia Universal en la Universidad de Jena, fue el primero en hacer inteligible la conexión única entre los métodos de la historiografía y la composición de la tragedia clásica. En este escrito, se adopta implícitamente la noción de historia universal de Schiller”. [https://archive.schillerinstitute.com/fid_91-96/933_hist_as_sci.html]

“En este escrito, se adopta implícitamente la noción de historia universal de Schiller”, dice LaRouche. Y eso es lo que hemos hecho. El Instituto Schiller, a través de su fundadora, Helga Zepp-LaRouche, está desplegando directamente el principio de la tragedia clásica en un diálogo semanal, como hizo Platón tras la muerte de Sócrates. Más que la inútil postura anti Estados Unidos, de dentro y de fuera de Estados Unidos, la tragedia personificada en el discurso de la American University, no es JFK, sino “lo que debemos haber perdido en nosotros mismos”, de tal manera que apenas es reconocible como el pensamiento de un Presidente estadounidense, incluso para los ciudadanos estadounidenses. Ningún político honesto, ningún Presidente vivo, y ningún ciudadano pensante puede evitar que su conciencia “se ponga a prueba en la balanza y se halle deficiente”, una vez que el discurso de la American University se compara con todo lo que hoy se discute como importante.

En este caso, cambiar el tema de los tópicos habituales, “la patología de la vida cotidiana”, al tema de la paz, es cambiar a la gente, inspirarla para que se haga mejor de lo que era antes de descubrir al Presidente y al Estados Unidos que nunca conoció. Forzar una confrontación con el mito de la “imagen enemiga” rusa y china, a través de las palabras de un Presidente estadounidense que declara que “ningún gobierno o sistema social es tan malvado, que su pueblo deba ser considerado como carente de virtud”, es aplicar el método de “El teatro considerado como institución moral” de Schiller, para cambiar el pensamiento de la gente ahora mismo, como un experimento crucial sin el cual es improbable que la raza humana sobreviva. Hay que cambiar a Estados Unidos ya, no en noviembre de 2024. El hecho de que un pequeño número de personas estén leyendo ahora “La política como arte” de LaRouche como un “manual del organizador”, como en realidad es, indica cómo puede efectuarse un rápido giro hacia los principios clásicos del arte de gobernar, el arte de gobernar de Leibniz, Erasmo y Benjamín Franklin. Así es como los atenienses, numéricamente inferiores pero mucho más poderosos, vencieron en la batalla de Maratón; y así es como podemos vencer ahora, la única manera de cómo podemos hacerlo.

 

La decadencia de Occidente: Spengler en el mundo actual

 

Fuente:

EIRNS: Estados Unidos al borde del abismo: ¿Dará Hamlet voz al fantasma de su padre? 20 de junio de 2023.

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