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El programa maltusiano de exterminio en masa que padece el planeta no es accidental sino programado por las élites transatlánticas

Los horribles bombardeos de Gaza, las pandillas diabólicas de Haití y las políticas económicas schachtianas de tierra arrasada en Buenos Aires, son parte del programa de exterminio en masa que los maltusianos niegan. Ya en 1982, Lyndon LaRouche, el economista y estadista estadounidense más importante de nuestro tiempo, predijo esta situación y aconsejó cómo contrarrestar el paradigma político maltusiano propuesto y fabricado en Gran Bretaña y denominado en ocasiones política de “guerra de población”, que consiste en dirigir las fuerzas de ‘guerra convencional’ de Estados Unidos y la OTAN contra las poblaciones de las naciones del sector en desarrollo.

 

 

Por Dennis Small

Es un lugar común que “la muerte es una parte natural de la vida”; pero el genocidio no lo es.

Desde Gaza hasta Haití y Sudán, desde Argentina hasta Egipto, la humanidad está siendo testigo de la eliminación intencionada de millones y millones de seres humanos cuya futura contribución al desarrollo de la humanidad se extingue. No busques explicaciones en las circunstancias concretas de cada caso: los horribles bombardeos de Gaza; las pandillas diabólicas de Puerto Príncipe; las políticas económicas schachtianas de tierra arrasada en Buenos Aires.

El programa de exterminio en masa, de genocidio, es deliberado. Y por esa misma razón se puede parar, y desarraigarlo mediante una política de paz a través del desarrollo, fundamentada en la mismísima dignidad y santidad de la vida humana que los maltusianos niegan.

El difunto y no llorado príncipe Felipe (1921-2021) lo dijo ya en 1988: “Cuanta más gente haya, consumirá más recursos, creará más contaminación, provocará más peleas. No tenemos otra opción. Si no se controla de forma voluntaria, se controlará contra su voluntad mediante el aumento de las enfermedades, el hambre y la guerra… En caso de que yo reencarnara, me gustaría volver como un virus mortal, para contribuir en algo a solucionar la sobrepoblación”.

Antes que él, Bertrand Russell (1872-1970), el hombre más malvado del siglo 20 según afirmaba Lyndon LaRouche, dijo en 1951: “La guerra ha sido hasta ahora decepcionante en este sentido [el control de la población], pero quizá la guerra bacteriológica pueda resultar eficaz. Si una peste negra se extendiera por el mundo una vez en cada generación, los sobrevivientes podrían procrear libremente sin llenar demasiado al mundo”.

Y aún antes, Thomas Malthus (1766-1834) pronunció su conocida frase en 1791: “Deberíamos facilitar, en lugar de esforzarnos necia y vanamente por impedir, las operaciones de la naturaleza al producir esta mortalidad; y si tememos la visita demasiado frecuente de la horrenda forma del hambre, deberíamos alentar con seducción las otras formas de destrucción, que obligamos a que la naturaleza utilice. En nuestras ciudades deberíamos hacer las calles más estrechas, hacinar a más gente en las casas y propiciar el regreso de la peste”.

Por siglos esta política ha exudado de los poros mismos de la oligarquía imperial británica. Recordemos los escritos del más vil de los “filósofos” liberales británicos, David Hume (1711-1776), quien en el volumen 12 de su Historia de Inglaterra explica que “los británicos de la Compañía de las Indias Orientales expresaban la inmensa superioridad del carácter británico… Consideraban la guerra contra los nativos simplemente como una aventura comercial: por tanto riesgo corrido, cierta cantidad de sangre derramada y cierta extensión de territorio desolado, se ganaban grandes sumas”.

La enfermedad británica del maltusianismo tomó control de instituciones estadounidenses dominantes, en particular del Departamento de Estado, en especial desde la década de 1970, durante los años de Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski. En una entrevista del 20 de febrero de 1981, que fue difundida ampliamente por la Executive Intelligence Review (EIR) en aquel momento, Thomas Ferguson, entonces responsable de América Latina en la Oficina de Asuntos de Población (OPA) del Departamento de Estado, se refirió con toda frialdad al caso de El Salvador:

“El gobierno de El Salvador no utilizó eficazmente nuestros programas para reducir su población. Ahora, por ello, se enfrentan a una guerra civil. Por sí solo, eso podría no hacer nada a la población, pero habrá desplazamientos, tal vez incluso escasez de alimentos. Todavía tienen demasiada gente allí… Debemos reducir los niveles de población. O los gobiernos lo hacen a nuestra manera, con métodos agradables y limpios, o tendrán los líos que vemos en El Salvador, o en Irán, o en Beirut. La demografía es un problema político. Una vez que la población está fuera de control, precisa de un gobierno autoritario, incluso precisa fascismo, para reducirla…

“Para verdaderamente reducir la población con rapidez, hay que arrastrar a todos los hombres a la guerra, y hay que matar a un número significativo de mujeres en edad fértil. Mientras tengas un gran número de mujeres fértiles, tendrás un problema… En El Salvador, estás matando a un pequeño número de hombres y no a suficientes mujeres como para hacer ese trabajo en la población. Si la guerra durara 30 o 40 años, entonces sí que se conseguiría algo…

“La forma más rápida de reducir la población es mediante el hambre, como en África, o mediante enfermedades, como la peste negra. Lo que puede ocurrir en El Salvador es que la guerra interrumpa la distribución de alimentos: La población podría debilitarse, podría haber enfermedades y hambruna, como ocurrió en Bangladesh o en Biafra. Entonces generas una tendencia en que las tasas de población se reducen con rapidez”.

De la misma manera, Ferguson hoy, podría haber estado hablando de Gaza.

 

La confesión pública de Henry Kissinger (KCMG) como agente británico

 

O consideremos lo dicho por William Paddock, agrónomo que fue uno de los primeros pioneros en la teoría del control de la población, quién junto con su hermano Paul, del Departamento de Estado, utilizó el caso de México para proponer el mismo programa de despoblación; en 1975 proclamó:

“Hay que reducir la población mexicana a la mitad. Sellar la frontera y verlos gritar”. A la pregunta de un periodista sobre cómo se reduciría tan drásticamente la población, Paddock respondió: “Por los medios habituales: hambruna, guerra y peste… Las guerras son una forma ineficaz de reducir el tamaño de la población. Así que yo no recomendaría la guerra. Por supuesto que el tamaño de la población se va a reducir en México. Eso se sabe. Si [la población] sigue creciendo como lo está haciendo, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis se hará cargo: puede ser la guerra, puede ser el hambre, puede ser la enfermedad, algo va a pasar”.

Lyndon LaRouche, el economista y estadista estadounidense más importante de nuestro tiempo, abordó este paradigma político maltusiano subyacente en una conferencia de la EIR el 16 de mayo de 1982, en las que advertía que estaba en marcha una nueva doctrina militar de “Guerra de población del Tercer Mundo”.
“La nueva política propuesta, fabricada en Gran Bretaña y denominada en ocasiones política de ‘guerra de población’, consiste en dirigir las fuerzas de ‘guerra convencional’ de Estados Unidos y la OTAN contra las poblaciones de las naciones del sector en desarrollo… [Los documentos del gobierno de Carter, Global 2000 y Global Futures] definen que la principal amenaza estratégica de la década de 1980 no son las fuerzas militares soviéticas, sino el tamaño de la población de América Latina, África y Asia. Sostienen que el excesivo número de negros, pardos y amarillos consume demasiados recursos naturales de los territorios que habitan, recursos naturales que la raza anglosajona debe conservar para sus propias necesidades futuras…

“El propósito no es reducir las poblaciones de América Latina, África y Asia simplemente mediante el recurso de que los soldados estadounidenses, británicos y franceses fusilen a la población civil; más bien, el azote de la guerra en estas regiones del mundo pretende destruir grandes porciones de la infraestructura económica básica de las naciones escogidas. El propósito es crear las condiciones de hambruna, enfermedades epidémicas y pestilencias que sean suficientes para causar los aumentos deseados en la tasa de mortalidad”. (Véase el Informe Especial del EIR de 1992: “Las raíces genocidas del ‘Nuevo Orden Mundial’ de Bush”.

Si esa política y ese concepto del hombre te resultan odiosos, inscríbete en la próxima conferencia del Instituto Schiller, “El Plan Oasis: La solución LaRouche para la paz mediante el desarrollo entre Israel y Palestina y para todo el sudoeste asiático”. Ven preparado para discutir los Diez Principios de Helga Zepp-LaRouche, que incluye su argumento de que “el supuesto básico para el nuevo paradigma es, que el hombre es fundamentalmente bueno y capaz de perfeccionar infinitamente la creatividad de su mente y la belleza de su alma, siendo la fuerza geológica más avanzada del universo, lo que demuestra que la leyes de la mente y las del universo físico están en correspondencia y cohesión, y que todo el mal es el resultado de una falta de desarrollo, y por lo tanto puede ser superado”.

 

Eugenesia, cuarta revolución industrial y el choque de dos sistemas

Fuente:

Dennis Small en EIRNS: El genocidio: No es equivocación; es programado. 31 de marzo de 2024.

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