Por Andrei Fursov
El capitalismo es muy similar al cruel cartel de los cronocirujanos de la serie de novelas de V. Golovachev, quienes en su Juego cortaron ramas enteras de mundos, ramas de civilizaciones del Tronco metagaláctico de la vida, destruyéndolas hasta convertirlas en átomos.
Y al fin y al cabo, el capitalismo siempre, desde su nacimiento, ha hecho esto: cuando encontraba una sociedad que, por una razón u otra, no podía ser objeto de explotación, sus representantes (indios americanos, aborígenes australianos) eran destruidos y, en su lugar, se importó otro material humano (esclavos africanos) y se construyó una sociedad diferente, un decreto socioeconómico diferente.
Si China, como señaló P.V. Chernov es un sistema etnoabsorbente, luego el capitalismo es un sistema socioabsorbente que priva a civilizaciones enteras del derecho a existir, resolviendo finalmente su problema o, como mínimo, el derecho a su existencia original e independiente. Privar siempre cuando hay fuerzas y oportunidades para ello.
