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Cómo pensar después de la cuarentena planetaria

Pepe Escobar repasa la obra de algunos de los más brillantes ensayistas a la vanguardia del pensamiento post Covid-19, quienes ante la falta de responsabilidad de las élites y la fragmentación total de la sociedad civil, han advertido cómo el Covid-19 —casi como un interruptor automático— ha dejado al desnudo y a la vista al histórico sistema maltusiano del poder en la sombra, que ahora se enfoca en usar la biotecnología para cumplir sus objetivos anti-humanos. Escobar reflexiona y concluye que los tiempos actuales exigen actuar creativamente, como poetas, y no como políticos. Y usa la metáfora central de Deleuze —el rizoma, que no es solo una raíz, sino una masa de raíces que brotan en nuevas direcciones— para esbozar un modelo para una nueva forma de compromiso político, a medida que se derrumba el diseño sistémico actual. “El rizoma es inherentemente progresivo”, afirma Escobar, “mientras que las tradiciones son estáticas. Como metáfora, el rizoma puede reemplazar nuestra concepción de la historia como lineal y singular, ofreciendo diferentes historias que se mueven a diferentes velocidades”.

 

 

“Los teólogos declararon que no podían definir claramente qué es Dios, pero en su nombre dictaron reglas de conducta para los hombres y no dudaron en quemar a los herejes. Los virólogos admiten que no saben exactamente qué es un virus, pero en su nombre fingen decidir cómo vivirán los seres humanos” — Giorgio Agamben.

“No es la crisis de Covid-19 lo que conducirá a otro mundo, sino la reacción de la sociedad a la crisis. Y cuando se anuncie la ‘victoria’ contra la cuarentena planetaria, no habrá una noche mágica amenizada con actuaciones de estrellas de pop de la ‘comunidad internacional’… Lo que realmente importa es un largo y arduo combate político para llevarnos al siguiente nivel. Los conservadores extremos y los tecno-liberales ya han tomado la iniciativa, desde el rechazo de cualquier impuesto sobre los ricos para apoyar a las víctimas de la Nueva Gran Depresión hasta la obsesión por la deuda que impide más gastos públicos necesarios.” — Pepe Escobar.

“Al igual que el 11 de septiembre abrió el camino a un estado generalizado de excepción —y su normalización—, la lucha contra Covid-19 se utilizará como pretexto para mover la política aún más hacia el dominio de la seguridad y la vigilancia… Pero esta vez será una vigilancia casi biológica, con nuevas formas de segregación entre los ‘cuerpos de inmunidad’ y los ‘cuerpos virales’. El viralismo se convertirá en el nuevo teatro para fraccionar poblaciones, ahora identificado como especies distintas” — Achille Mbembe.

 

por Pepe Escobar

Estamos siendo absorbidos por un juego macabro de múltiples sistemas complejos “colisionando entre sí”, produciendo todo tipo de bucles de retroalimentación en su mayoría negativos.

Lo que ya sabemos con seguridad, como Shoshana Zuboff detalló en “La Era del Capitalismo de Vigilancia” (The Age of Surveillance Capitalism), es que “el capitalismo industrial siguió su propia lógica de conmoción y asombro” para conquistar la naturaleza. Pero ahora el capitalismo de vigilancia “tiene la naturaleza humana en la mira”.

En “El planeta humano: cómo creamos el antropoceno” (The Human Planet: How We Created the Anthropocene), Simon Lewis y Mark Maslin, del University College de Londres, analizan la explosión en el crecimiento de la población, aumentando el consumo de energía y un tsunami de información “impulsado por los circuitos de retroalimentación positiva de la reinversión y las ganancias”, y sugieren que nuestro modo de vida actual es el “menos probable” entre varias opciones. Según ellos, “es más probable un colapso o un cambio a un nuevo modo de vida”.

Tomando la distopía y la paranoia masiva como la ley de la Tierra (desconcertada), los análisis de biopolítica de Michel Foucault jamás han sido tan oportunos, ya que los estados de todo el mundo están tomando el biopoder: el control de la vida y los cuerpos de las personas.

David Harvey, una vez más, muestra cuán profético fue Marx, no solo en sus análisis del capitalismo industrial, sino de alguna manera, en “Grundrisse: Fundamentos de la crítica de la economía política” (Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Economy), incluso pronosticando la mecánica del capitalismo digital:

Harvey escribe que, Marx, “habla sobre la forma en que las nuevas tecnologías y el conocimiento se incrustan en la máquina: ya no están en el cerebro del trabajador, y el trabajador es empujado hacia un lado para convertirse en un apéndice de la máquina, como una especie de guardaespaldas. Toda la inteligencia y todo el conocimiento, que solía pertenecer a los trabajadores, y que les confería un cierto poder de monopolio frente al capital, desaparece”.

Por lo tanto, agrega Harvey, “el capitalista que alguna vez necesitó las habilidades del trabajador ahora está liberado de esa restricción, y la habilidad está incorporada en la máquina. El conocimiento producido a través de la ciencia y la tecnología fluye hacia la máquina, y la máquina se convierte en ‘el alma’ del dinamismo capitalista”.

 

Vivir en ‘psico-deflación’

Un efecto inmediato —económico— de la colisión de sistemas complejos es la nueva gran depresión que se aproxima. Mientras tanto, muy pocos intentan comprender la cuarentena planetaria en profundidad, que es una antesala al bloqueo planetario posterior. Sin embargo, algunos conceptos ya se destacan. Estado de excepción. Necropolítica Un nuevo brutalismo. Y, como veremos, el nuevo paradigma viral.

Así que repasemos algunos de los mejores y más brillantes ensayistas a la vanguardia del pensamiento post Covid-19. “Sopa de Wuhan”, una colección independiente ensamblada en español, ofrece ensayos excelentes de Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Judith Butler, David Harvey, el surcoreano Byung-Chul Han y el español Paul Preciado.

Los dos últimos, junto con Agamben, entregaron ensayos anteriores de esta serie, sobre los estoicos, Heráclito, Confucio, Buda y Lao Tzu, y la filosofía contemporánea que examina “La ciudad bajo la peste” (The City under The Plague).

Franco Berardi, un ícono estudiantil de 1968, ahora profesor de filosofía en Bolonia, ofrece el concepto de “psico-deflación” para explicar nuestra situación actual. Estamos viviendo una “epidemia psíquica … generada por un virus cuando la Tierra ha alcanzado una etapa de extrema irritación, y el cuerpo colectivo de la sociedad sufre por un tiempo un estado de estrés intolerable: la enfermedad se manifiesta en esta etapa, devastadora en lo social y en las esferas psíquicas, como una reacción de autodefensa del cuerpo planetario”.

Por lo tanto, como argumenta Berardi, un “virus semiótico en la psicoesfera bloquea el funcionamiento abstracto de la economía, restando cuerpos de ella”. Solo un virus podría detener la acumulación de capital muerto: “El capitalismo es axiomático, funciona bajo una premisa no verificada (la necesidad de un crecimiento ilimitado que hace posible la acumulación de capital).

Toda concatenación lógica y económica es coherente con este axioma, y nada se puede probar fuera de este axioma. No hay salida política del capital axiomático, no hay posibilidad de destruir el sistema, porque incluso el lenguaje es un rehén de este axioma y no permite la posibilidad de nada que sea “eficientemente extra-sistémico”.

Entonces, ¿qué queda? “La única salida es la muerte, como aprendimos de Baudrillard”. En la década posmodernista de 1980, el difunto gran maestro del simulacro ya pronosticaba un estancamiento sistémico.

El filósofo croata Srecko Horvat, por el contrario, ofrece una hipótesis menos conceptual y más realista sobre el futuro inmediato: “El miedo a una pandemia es más peligroso que el virus mismo. Las imágenes apocalípticas de los medios de comunicación ocultan un nexo profundo entre la extrema derecha y la economía capitalista. Como un virus que necesita una célula viva para reproducirse, el capitalismo se adaptará a la nueva biopolítica del siglo XXI”.

Para el químico y filósofo catalán Santiago López Petit, el coronavirus puede verse como una declaración de guerra: “El neoliberalismo se disfraza descaradamente como un estado de guerra. El capital tiene miedo, ‘incluso cuando’ la incertidumbre y la inseguridad invalidan la necesidad del mismo estado”. Sin embargo, puede haber posibilidades creativas cuando “la vida oscura y paroxista, incalculable en su ambivalencia, escapa al algoritmo”.

 

Nuestra excepción normalizada

Giorgio Agamben causó una gran controversia en Italia y en toda Europa cuando publicó una columna a finales de febrero sobre “la invención de una epidemia”. Más tarde tuvo que  explicar a qué se refería. Pero su idea principal sigue siendo válida: el estado de excepción se ha normalizado por completo.

empeora: “Un nuevo despotismo, que en términos de controles generalizados y cese de toda actividad política, será peor que los totalitarismos que hemos conocido hasta ahora”.

Agamben redobla sus análisis de la ciencia como la religión de nuestro tiempo: “La analogía con la religión se toma literalmente; los teólogos declararon que no podían definir claramente qué es Dios, pero en su nombre dictaron reglas de conducta para los hombres y no dudaron en quemar a los herejes. Los virólogos admiten que no saben exactamente qué es un virus, pero en su nombre fingen decidir cómo vivirán los seres humanos”.

El filósofo e historiador camerunés Achille Mbembe, autor de dos libros indispensables, “Necropolítica” (Necropolitics) y “Brutalidad” (Brutalisme), ha identificado la paradoja de nuestro tiempo como: “el abismo entre la creciente globalización de los problemas de la existencia humana y la retirada de los estados dentro de sus propias fronteras antiguas.”

Mbembe profundiza en el fin de un mundo determinado, “dominado por dispositivos de cálculo gigantes”, un “mundo móvil en el sentido más polimorfo, viral y casi cinematográfico”, refiriéndose a la ubicuidad de las pantallas (predicha por Baudrillard en la década de 1980) y la lexicografía, “que revela no solo un cambio de idioma sino el final de la palabra”.

Aquí tenemos a Mbembe dialogando con Berardi, pero Membe lo lleva mucho más lejos: “Este final de la palabra, este triunfo definitivo del gesto y los órganos artificiales sobre la palabra, el hecho de que la historia de la palabra termina ante nuestros ojos, eso es para mí el desarrollo histórico por excelencia, el que revela Covid-19”.

Las consecuencias políticas son, inevitablemente, nefastas: “¿Acaso parte de la política de poder de las grandes naciones no radica en el sueño de una organización automatizada del mundo gracias a la fabricación de un Hombre Nuevo que sería el producto de un ensamblaje fisiológico, sintético y electrónico y biológico? Llamémoslo tecno-liberalismo”.

Esto no es exclusivo de Occidente: “China también está en ello, vertiginosamente”.
Este nuevo paradigma de una gran cantidad de sistemas automatizados y decisiones algorítmicas “donde la historia y la palabra ya no existen está en shock frontal con la realidad de los cuerpos en carne y huesos, microbios, bacterias y líquidos de todo tipo, incluida la sangre”.

Occidente, argumenta Mbembe, eligió hace mucho tiempo “imprimir un curso dionisíaco a su historia y llevar al resto del mundo con él, incluso si no lo entiende. Occidente ya no sabe la diferencia entre el principio y el final. China también está en eso. El mundo se ha visto inmerso en un vasto proceso de dilaceración en el que nadie puede predecir las consecuencias”.

Mbembe está aterrorizado por la proliferación de “manifestaciones vivas de la parte bestial y viral de la humanidad”, incluidos el racismo y el tribalismo.

Esto, agrega, conforma nuestro nuevo paradigma viral.

Su análisis sin duda coincide con el de Agamben: “Tengo la sensación de que el brutalismo se intensificará bajo el impulso tecno-libertario, ya sea bajo China u oculto bajo los pertrechos de la democracia liberal. Al igual que el 11 de septiembre abrió el camino a un estado generalizado de excepción —y su normalización—, la lucha contra Covid-19 se utilizará como pretexto para mover la política aún más hacia el dominio de la seguridad y la vigilancia”.

“Pero esta vez”, agrega Mbembe, “será una seguridad casi biológica, con nuevas formas de segregación entre los ‘cuerpos de inmunidad’ y los ‘cuerpos virales’. El viralismo se convertirá en el nuevo teatro para fraccionar poblaciones, ahora identificado como especies distintas”.

Se siente como un neomedievalismo, una recreación digital del fabuloso fresco del triunfo de la muerte en Palermo.

 

Poetas, no políticos

Es útil contrastar tal pesimismo con la perspectiva de un geógrafo. Christian Grataloup, quien sobresale en geohistoria, insiste en el destino común de la humanidad (aquí se hace eco de Xi Jinping y el concepto chino de “comunidad de destino compartido”): “Hay un sentimiento de identidad sin precedentes. El mundo no es simplemente un sistema espacial económico y demográfico, se convierte en un territorio. Desde los Grandes Descubrimientos, lo global fue disminuyendo, resolviendo muchas contradicciones; ahora debemos aprender a construirlo nuevamente, darle más consistencia a medida que corremos el riesgo de dejar que se pudra bajo las tensiones internacionales”.

No es la crisis de Covid-19 lo que conducirá a otro mundo, sino la reacción de la sociedad a la crisis. Y cuando se anuncie la ‘victoria’ contra la cuarentena planetaria, no habrá una noche mágica amenizada con actuaciones de estrellas de pop de la “comunidad internacional”.

Lo que realmente importa es un largo y arduo combate político para llevarnos al siguiente nivel. Los conservadores extremos y los tecno-liberales ya han tomado la iniciativa, desde el rechazo de cualquier impuesto sobre los ricos para apoyar a las víctimas de la Nueva Gran Depresión hasta la obsesión por la deuda que impide más gastos públicos necesarios.

En este marco, propongo ir un paso más allá de la biopolítica de Foucault. Gilles Deleuze puede ser el conceptualizador de una nueva libertad radical. Hay una encantadora serie británica que se puede disfrutar como si fuera un enfoque serio de sobre Deleuze al estilo de Monty Python.

Foucault se destacó en la descripción de cómo el significado y los marcos de la verdad social cambian con el tiempo, constituyendo nuevas realidades condicionadas por el poder y el conocimiento.

Deleuze, por otro lado, se centró en cómo cambian las cosas. Movimiento. Nada es estable. Nada es eterno. Él conceptualizó el flujo, de una manera muy heracliteana.
Las nuevas especies (incluso el nuevo Ubermensch creado por la Inteligencia Artificial) evolucionan en relación con su entorno. Es mediante el uso de Deleuze que podemos investigar cómo los espacios entre las cosas crean posibilidades para “El choque de lo nuevo” (The Shock of the New).

Ahora sabemos, más que nunca, cómo está todo conectado (gracias, Spinoza). El mundo (digital) es tan complicado, conectado y misterioso que esto abre un número infinito de posibilidades.

Ya en la década de 1970, Deleuze decía que el nuevo mapa, el potencial innato de la novedad, debería llamarse “lo virtual”. Cuanto más compleja es la materia viva, más transforma lo virtual en acción espontánea y movimientos imprevistos.

Deleuze planteó un dilema que ahora nos enfrenta a todos en términos aún más
duros. La elección es entre “la capacidad del poeta, que habla en nombre de un poder creativo, capaz de anular todas las órdenes y representaciones para afirmar la diferencia en el estado de revolución permanente que caracteriza el eterno retorno: y la del político, que se posa por encima de todo en su interés de negar lo que ‘difiere’, para conservar o prolongar un orden histórico establecido, o para establecer un orden histórico que ya exponga en el mundo las formas de su representación”.

El tiempo exige actuar como poetas y no como políticos.

La metodología puede ser ofrecida por el formidable A Thousand Plateaus, de Deleuze y Guattari, subtitulado significativamente “Capitalismo y esquizofrenia”, donde el impulso no es lineal. Estamos hablando de filosofía, psicología y política conectada por ideas que se ejecutan a diferentes velocidades, un movimiento vertiginoso sin parar que mezcla líneas de articulación, en diferentes estratos, dirigidas a líneas de vuelo, movimientos de desterritorialización.

El concepto de “líneas de vuelo” es esencial para este nuevo paisaje virtual, porque lo virtual está conformado por líneas de vuelo entre diferencias, en un proceso continuo de cambio y libertad.

Sin embargo, todo este frenesí debe tener raíces, como en las raíces de un árbol (del conocimiento). Y eso nos lleva a la metáfora central de Deleuze; el rizoma, que no es solo una raíz, sino una masa de raíces que brotan en nuevas direcciones.

Deleuze mostró cómo el rizoma conecta conjuntos de códigos lingüísticos, relaciones de poder, artes y, lo que es más importante, biología. El hipervínculo es un rizoma. Solía representar un símbolo de la deliciosa ausencia de orden en Internet, hasta que se degradó cuando Google comenzó a imponer sus algoritmos. Los enlaces, por definición, siempre deberían llevarnos a destinos inesperados.

Los rizomas son las antítesis de los rasgos estándar de la “democracia” liberal occidental: el parlamento y el Senado. Por el contrario, los senderos, como en el sendero de Ho Chi Minh, son rizomas. No hay plan maestro. Múltiples entradas y múltiples posibilidades. Sin principio ni fin. Como Deleuze lo describió, “el rizoma opera por variación, expansión, conquista, captura, ramificación”.

Esto puede funcionar como el modelo para una nueva forma de compromiso político, a medida que se derrumba el diseño sistémico. Encarna una metodología, una ideología, una epistemología y también es una metáfora. El rizoma es inherentemente progresivo, mientras que las tradiciones son estáticas. Como metáfora, el rizoma puede reemplazar nuestra concepción de la historia como lineal y singular, ofreciendo diferentes historias que se mueven a diferentes velocidades. TINA (“No hay alternativa”) está muerta: hay múltiples alternativas.

Y eso nos lleva de vuelta a David Harvey inspirado por Marx. Para embarcarnos en un nuevo camino emancipador, primero tenemos que emanciparnos para ver que es posible un nuevo imaginario, junto con una nueva realidad de sistemas complejos.
Así que vamos a relajarnos y a desterritorializarnos. Si aprendemos cómo hacerlo, la llegada del Nuevo Hombre Tecnológico (“New Techno Man”) en servidumbre voluntaria, controlada remotamente por un estado de seguridad todopoderoso y que todo lo ve, no será un hecho.

Deleuze: un gran escritor siempre es como un extranjero en el idioma a través del cual se expresa, incluso si es su lengua materna. Él no mezcla otro idioma con su propio idioma; él talla una lengua extranjera inexistente dentro de su propia lengua. “Hace que el lenguaje mismo grite, tartamudee, murmure. Un pensamiento debería dispararse rizomáticamente, en muchas direcciones.

Tengo un resfriado. El virus es un rizoma.

¿Recuerdan cuando Trump dijo que se trataba de un “virus extraño”?
Todos los virus son extraños, por definición.

Pero Trump, por supuesto, nunca leyó Naked Lunch, del Gran Maestro William Burroughs.

Burroughs: “La palabra es un virus”.

Cómo EEUU usa el COVID-19 para impulsar un régimen de vigilancia masiva con inteligencia artificial

 

Fuente:

Pepe Escobar / Asia Times — How to Think Post-Planet Lockdown.

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