Además de en más de 100 ciudades alemanas, las caravanas de tractores recorren Viena y Roma, y los agricultores bloquean carreteras en Francia y España. Protestan contra las políticas verdes maltusianas de la Unión Europea (UE), que están llevando a los agricultores a la bancarrota y provocarán escasez de alimentos y subida de precios, beneficiando a los cárteles ultraglobalistas que dirigen la UE. Su última táctica fue organizar marchas el pasado fin de semana advirtiendo a los ciudadanos de que hay un peligro de derechistas “fascistas” al acecho tras las protestas contra las políticas impopulares del gobierno.
La supresión de la exención fiscal del gasóleo agrícola ha desatado protestas generalizadas en Alemania, que unen a agricultores, conductores de camiones y autobuses, trabajadores ferroviarios, profesores, médicos, artesanos y otros sectores, advierten Alexander Hartmann y Marcia Merry Baker en un artículo publicado por Executive Intelligence Review.
El descontento está alimentado por la oposición a la política verde, aplicada por la Unión Europea y el gobierno federal alemán, percibida como insensata y destructiva. La coalición del “semáforo”, dirigida por el Canciller Olaf Scholz, se enfrenta a un importante desafío a medida que se intensifican las protestas, marcadas por tractoradas y manifestaciones. Las quejas van más allá de la cuestión específica de los impuestos y se extienden a preocupaciones más amplias sobre los recortes presupuestarios que afectan a diversas profesiones y que se traducen en subidas de precios y condiciones de trabajo desfavorables.
Las protestas, coordinadas y disciplinadas, incluyen concentraciones de tractores a gran escala por las principales ciudades y se espera que culminen en una megamanifestación en Berlín el 15 de enero. Los agricultores insisten en la necesidad de alejarse de la errónea política agrícola de la UE, exigiendo un debate serio sobre el valor de la agricultura y la protección frente a los ideólogos “verdes”.
Las protestas han obtenido un amplio apoyo y solidaridad popular, y los participantes han destacado la importancia de defender el derecho a producir alimentos y desafiar los mecanismos globalistas que amenazan la agricultura familiar y la seguridad alimentaria. El movimiento representa un punto de ruptura, reflejo de un nuevo sentimiento de soberanía y determinación entre el pueblo alemán.
Los intentos del gobierno de desacreditar las protestas como infiltradas por “extremistas de derechas” han fracasado, y la Semana de Acción se considera sólo el principio de una protesta sostenida hasta que las medidas políticas se alineen con los intereses de la nación. La escala de los acontecimientos no tiene precedentes, con concentraciones masivas y huelgas que interrumpen las operaciones en diversos sectores, simbolizando un frente unido contra las políticas percibidas como perjudiciales para el bienestar de la nación y sus ciudadanos.