El abogado, analista jurídico y catedrático de la Universidad George Washington, Jonathan Turley, relata en su blog un caso que ejemplifica cómo opera la lógica de las políticas eugenésicas maltusianas impulsadas por el ultra globalismo anglosajón.
En su historia, Turley cuenta cómo un tribunal británico ha dictaminado que una paciente de 19 años en estado crítico, identificada como “ST”, sea colocada en tratamiento terminal contra su propia voluntad.
ST, que padece una rara enfermedad mitocondrial genética, está consciente y comunicativa, y desea continuar con un tratamiento que le prolongue la vida y viajar a Canadá para recibir un tratamiento experimental.
Los médicos argumentan que sus posibilidades de supervivencia no son realistas y, a pesar de su capacidad para comunicarse y de que dos psiquiatras confirmaron su competencia mental, el tribunal la declaró mentalmente incapaz de tomar sus propias decisiones médicas porque no cree en la información proporcionada por sus médicos.
En consecuencia, las decisiones sobre su atención serán determinadas por el Tribunal de Protección, lo que conducirá a su internación forzosa en cuidados terminales.
Este caso pone de relieve la escalofriante lógica de anular los deseos de un paciente cuando el tribunal no está de acuerdo con su deseo de seguir luchando por la vida.