Estados Unidos reconoce la influencia de China y el dominio de Irán en Asia Occidental, pero sus respuestas lentas e ineficaces no sólo obstaculizan la capacidad de Washington para contrarrestar el desplazamiento hacia el Este, sino que también perjudican su menguante reputación como socio de confianza. Estados Unidos quiere crear asociaciones para reforzar la colaboración de Washington con los Estados de la región y fomentar lazos más estrechos, pero con la era unipolar en rápido declive -y “quedándose sin tiempo”- es poco probable que Estados Unidos pueda reinventar su modus operandi y sus arraigados hábitos de política exterior para adaptarse a las crecientes demandas de Estados deseosos de promover sus propios intereses.
Por Mohamad Hasan Sweidan
En su discurso inaugural del 4 de mayo en un seminario organizado por el Center for Near Eastern Studies in America, Jake Sullivan, Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, arrojó luz sobre la estrategia de Washington hacia la región de Asia Occidental.
Sullivan subrayó que la fuerza motriz de la política exterior estadounidense en el futuro inmediato, tal y como la articuló el presidente Joe Biden, es la intensa competencia por la influencia global entre las potencias internacionales, que marcará la trayectoria de la política exterior estadounidense en las próximas décadas.
En la escena internacional, Estados Unidos reconoce a China como su principal rival estratégico. Sin embargo, en el contexto de Asia Occidental, EEUU sostiene que Irán representa la amenaza más destacada para sus intereses en la región.
Irán, al fin y al cabo, tiene su propia estrategia de “mirar hacia Oriente”, que implica el estrechamiento de lazos en múltiples campos con Rusia y China. En medio de esta interconectividad cada vez mayor en Eurasia, la región se está transformando rápidamente en un centro de iniciativas económicas y geopolíticas vitales, lo que ejerce una presión cada vez mayor sobre un Washington excluido de la fiesta.
Así pues, ¿cómo afrontará y responderá exactamente Estados Unidos a este desafío polifacético en Asia Occidental?
Un enfoque estratégico de cinco puntos
Durante su discurso, Sullivan esbozó el enfoque estratégico de Estados Unidos hacia Asia Occidental, destacando cinco puntos clave. El primero es la creación de asociaciones para reforzar la colaboración de Washington con los Estados de la región y fomentar lazos más estrechos.
Pero, ¿por qué esta necesidad cuando EEUU ya mantiene sólidas relaciones en la región? Como subraya el informe final de la Conferencia de Seguridad de Munich celebrada en febrero:
“Estados Unidos y Europa tendrán que replantearse sus enfoques de la cooperación al desarrollo con los países del Sur Global. Necesitan hacer más atractivos sus modelos de desarrollo, ya que China ofrece un modelo alternativo basado en una narrativa de solidaridad y beneficios mutuos.”
En segundo lugar, la importancia de asegurar la disuasión, subrayando la necesidad de disuadir las amenazas y salvaguardar los intereses estadounidenses; en tercer lugar, dar prioridad a las opciones diplomáticas y a la desescalada con el objetivo principal de contrarrestar a Pekín. El cuarto punto de Sullivan se refiere a la integración regional, y es el más pertinente para este artículo:
“Un Oriente Medio [Asia Occidental] más integrado e interconectado potencia a nuestros aliados y socios, hace avanzar la paz y la prosperidad regionales y reduce a largo plazo la demanda de recursos de Estados Unidos en esta región sin sacrificar nuestros intereses fundamentales ni nuestra implicación en la misma”.
El quinto y último punto gira en torno al compromiso obligatorio, aunque selectivo, con los valores democráticos y los derechos humanos.
Estos cinco puntos ilustran el interés de Washington por recalibrar sus estrategias en Asia Occidental para alinearlas con sus desafíos globales: no sólo el ascenso de grandes competidores, sino también el colapso del orden liderado por Estados Unidos. Un ejemplo destacado tras el conflicto de Ucrania fue la resistencia generalizada del Sur Global a participar en las sanciones occidentales contra Moscú.
Las alarmas saltaron al otro lado del Atlántico cuando esto ocurrió. Estos países no sólo rechazaron la demanda de sanciones, sino que pasaron a reforzar sus respectivas relaciones con China y Rusia, persiguiendo objetivos diversos al tiempo que capitalizaban la creciente competencia entre Washington, Pekín y Moscú.
Desbaratar la BRI china con una I2U2 estadounidense
La urgencia por contrarrestar a sus competidores en Asia Occidental ha dado lugar a una iniciativa de infraestructuras liderada por Estados Unidos, cuyo objetivo es establecer una red de ferrocarriles para conectar los Estados árabes (sin atravesar Irán) y enlazar los Estados del Golfo Pérsico con los puertos de la India.
El concepto de este aventurado proyecto se presentó inicialmente durante las conversaciones mantenidas el año pasado en el foro I2U2, integrado por Estados Unidos, Israel, Emiratos Árabes Unidos e India, que se centró en proyectos de infraestructuras estratégicas en Asia Occidental. Una propuesta destacada presentada por Israel en la reunión fue el establecimiento de vías férreas que conectaran la región.
Desde su creación en 2021, el objetivo del foro ha sido reforzar la posición de India en Asia Occidental como contrapeso a China, así como promover la normalización económica entre los Estados árabes e Israel.
Si la inclusión de India en los grandes planes de Washington pretende poner en jaque los designios de China en Asia Occidental, puede que ya haya fracasado en el primer obstáculo. India es uno de los principales socios del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC, por sus siglas en inglés), junto con Irán y Rusia, un proyecto que ya está operativo, sigue expandiéndose y es cómodamente sinérgico con la multimillonaria Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) de China, que pretende conectar continentes enteros.
A principios de mayo, Sullivan visitó Riad, donde mantuvo reuniones con el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (MbS), el asesor de Seguridad Nacional de EAU, Tahnoun bin Zayed Al-Nahyan, y el asesor de Seguridad Nacional indio, Ajit Duval.
Las conversaciones tenían por objeto avanzar en el objetivo compartido de crear una región más segura, próspera e interconectada, con especial atención al proyecto de conectividad ferroviaria de Asia Occidental y a la participación de la India en el mismo.
Washington es consciente de que, para contrarrestar eficazmente a China, tendrá que proporcionar a los Estados de la región incentivos económicos competitivos y ofrecer una cooperación basada en el beneficio mutuo, no en dictados estadounidenses. Aunque se trata de una prioridad urgente en materia de política exterior, Estados Unidos también es consciente de que el tiempo no está de su lado, dado el importante liderazgo de Pekín con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en la que Asia Occidental desempeña un papel crucial.
Por lo tanto, para contrarrestar la influencia de China, Washington propone un proyecto paralelo en la región, que también implica conectar con la otra potencia económica asiática capaz de llevarlo a cabo: India.
Pero, ¿es eso del todo cierto? Podría decirse que China cuenta con las mejores infraestructuras fuera del mundo desarrollado, mientras que India sigue lidiando con redes de transporte nacionales a menudo muy inseguras. Y lo que es más importante, Nueva Delhi sigue excluida de algunos de los acuerdos comerciales más importantes de Asia, como el Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TPP), liderado por Occidente, y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), liderada por China.
En consecuencia, al no haber podido evitar que los Estados de la región se subieran al carro de Pekín, Estados Unidos ha empezado a presentar tardíamente proyectos competidores a medio hacer para atraer su interés.
El “ferrocarril de la resistencia” de Irán
Pero el laberinto de infraestructuras continentales de China no es el único obstáculo regional para Washington. En el ámbito de la competencia en Asia Occidental, el proyecto propuesto por Estados Unidos también se enfrenta a los antiguos esfuerzos de Irán en materia de infraestructuras.
Los iraníes han estado trabajando diligentemente para conectar el puerto de Imam Jomeini en el Golfo Pérsico, situado en la provincia iraní de Juzestán, con Irak, el paso fronterizo de Albu Kamal en la frontera siria y, en última instancia, con el puerto mediterráneo de Latakia.
El ambicioso proyecto de Teherán, de hacerse realidad, atraerá el interés de varios países de la región, con Arabia Saudí a la cabeza debido a sus importantes beneficios económicos y al reciente acercamiento mediado por China.
Para contrarrestar un proyecto que conectaría Irán, en el Golfo Pérsico, con el Mar Mediterráneo, que atraviesa cuatro Estados estratégicos de Asia Occidental, Washington necesitaba presentar una iniciativa paralela, con potencial para conectar Estados regionales aliados a través de una ruta alternativa.
Aunque Israel no estuvo representado en la reunión celebrada en Riad para debatir el proyecto, éste fue originalmente una propuesta israelí, y la normalización con el reino sigue siendo un objetivo implícito pero claro. La conectividad económica entre naciones reduce los costes de las tensiones y fomenta el desarrollo de relaciones para salvaguardar los intereses económicos compartidos. Fuentes estadounidenses han afirmado también que la ausencia de Israel en el proyecto no significa su exclusión en el futuro.
En última instancia, el proyecto pretende impedir que Irán traduzca sus triunfos militares en empresas económicas que impulsen el crecimiento de los países y entidades del Eje de la Resistencia.
El proyecto de conexión ferroviaria Irán-Irak y Siria constituye un paso hacia la conexión de las naciones aliadas y se alinea con sus aspiraciones económicas. Por ello, para Washington resulta imperativo plantear proyectos que mitiguen la dependencia económica de la región más allá de su esfera de influencia, evitando así la consolidación de la dependencia económica.
Estados Unidos poco fiables
Experiencias pasadas demuestran que confiar en la cooperación con proyectos propuestos o patrocinados por Washington suele resultar inútil. Los ejemplos abundan: a pesar de firmar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) en 2016 -un acuerdo comercial propuesto entre EE.UU. y otros 11 países de la cuenca del Pacífico-, EE.UU. se retiró del acuerdo en enero de 2017 y no lo ratificó.
Del mismo modo, las negociaciones sobre la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI) entre Estados Unidos y la UE, iniciadas en 2013, siguen sin resolverse.
Más recientemente, aunque EE.UU. propuso un plan para transferir gas egipcio y electricidad jordana, a través de Siria, a Líbano, país deficitario en energía, Washington se ha convertido en el mayor obstáculo del proyecto, al seguir negándose a aprobar las exenciones de sanciones necesarias para que comiencen los flujos.
Estados Unidos no sólo se retira de los proyectos económicos, sino que también reniega de las iniciativas que ya no sirven a sus intereses geopolíticos. Por ejemplo, a pesar de que Turquía pagó 1.400 millones de dólares por aviones de combate F-35, Washington interrumpió la entrega cuando Ankara compró misiles S-400 a Rusia, sin ofrecer ninguna compensación por los pagos.
Las incoherencias de Estados Unidos en el ámbito de la economía y el comercio no han pasado desapercibidas y ponen de relieve una distinción fundamental entre Pekín y Washington: mientras que el primero opera sobre el principio de cooperación en beneficio mutuo, el segundo imparte “lecciones” sobre la poca fiabilidad de cumplir las promesas.
Esta disminución de la confianza en Estados Unidos también ha afectado a su reputación diplomática. Tras décadas de su política unilateral en la cuestión palestino-israelí, una encuesta realizada por YouGov en mayo reveló que la mayoría de los palestinos están a favor de la mediación de Rusia y China en las posibles negociaciones con Israel, mientras que el 60% de los encuestados también dijeron que no confiaban en que Estados Unidos mediara en el conflicto con el Estado ocupante.
La cooperación triunfa sobre la capitulación
No cabe duda de que China ha superado hábilmente a Estados Unidos impulsando sus iniciativas económicas mundiales sobre la base del interés y el beneficio mutuos. Con ello, China se ha convertido en un formidable obstáculo para la influencia occidental en todo el mundo, desafiando el paradigma occidental de “donante-receptor” con su propio principio de “beneficio mutuo”.
Las naciones de Asia Occidental ven cada vez más a China como un socio económico sólido. Paralelamente, Pekín ha mejorado espectacularmente su perfil diplomático en la región, logrando un notable éxito en su reciente intermediación en el acuerdo de reconciliación entre Arabia Saudí e Irán.
Con la era unipolar en rápido declive -y “quedándose sin tiempo”- es poco probable que Estados Unidos pueda alterar suficientemente su modus operandi y sus arraigados hábitos de política exterior para adaptarse a las crecientes demandas de Estados deseosos de promover sus propios intereses. Desde luego, no sin ofrecer incentivos convincentes, una inversión financiera masiva y un seguimiento sólido como una roca. Lo más probable es que Asia Occidental siga asociándose con países que puedan cumplir sus promesas y no perturben sus propios intereses nacionales.
De peones a potencias mundiales: Los países de Oriente Medio contraatacan
Fuente:
Mohamad Hasan Sweidan, en The Cradle: The US plan to counter China and Iran in West Asia. 8 de junio de 2023.