Por Anthony Vasquez-Peddie
TORONTO – Si pudiera elegir, ¿preferiría vacunarse con una inyección en el brazo o comiendo un plato de verduras?
Científicos de la Universidad de California en Riverside (UCR) estudian actualmente si pueden convertir plantas comestibles, como la lechuga y las espinacas, en vacunas de ARNm que la gente pueda cultivar por sí misma.
El proyecto de investigación tiene tres objetivos: demostrar que el ADN que contiene las vacunas de ARNm puede integrarse con éxito en las células vegetales; demostrar que las plantas pueden replicar suficiente ARNm para competir con los métodos de inyección actuales; y determinar la dosis correcta.
“Lo ideal sería que una sola planta produjera suficiente ARNm para vacunar a una sola persona”, dijo Juan Pablo Giraldo, investigador principal y profesor asociado del Departamento de Botánica y Ciencias Vegetales de la UCR, en un comunicado de prensa.
“Estamos probando este enfoque con espinacas y lechugas y tenemos el objetivo a largo plazo de que la gente lo cultive en sus propios jardines”, añadió. “Los agricultores también podrían llegar a cultivar campos enteros”.
La clave para introducir las vacunas de ARNm en las plantas son los cloroplastos, según Giraldo, que son los pequeños órganos de las células vegetales responsables de la fotosíntesis.
“Son diminutas fábricas alimentadas por energía solar que producen azúcar y otras moléculas que permiten a la planta crecer”, dijo Giraldo. “También son una fuente sin explotar para fabricar moléculas deseables”.
Los trabajos de laboratorio anteriores de Giraldo han demostrado que los cloroplastos pueden expresar genes que no forman parte de la planta de forma natural. Esto se consiguió enviando material genético extraño dentro de una carcasa protectora a las células de la planta.
También se está llevando a cabo una investigación similar sobre una vacuna comestible contra el COVID-19 cerca de casa.
Un equipo de científicos dirigido por Allyson MacLean, profesora adjunta del Departamento de Biología de la Universidad de Ottawa, lleva más de un año trabajando en un medio alternativo de inmunización contra el virus.
Su método consiste en la expresión de antígenos víricos en plantas comestibles, como la lechuga y las espinacas, que luego se comerían. Las pruebas de la vacuna ya han comenzado en el marco de una colaboración con el Hospital de Ottawa.
La tecnología de ARNm utilizada en algunas vacunas convencionales COVID-19 funciona utilizando ARNm para proporcionar a las células humanas instrucciones genéticas para fabricar anticuerpos contra enfermedades específicas. Sin embargo, uno de los retos de las vacunas de ARNm es que deben conservarse a temperaturas frías para mantener su estabilidad durante el transporte y el almacenamiento.
Si el proyecto de investigación de la UCR tiene éxito, no sólo podría hacer posibles las vacunas de ARNm comestibles, sino también crear una vacuna de ARNm capaz de almacenarse a temperatura ambiente.
“Estoy muy entusiasmado con toda esta investigación”, dijo Giraldo. “Creo que podría tener un gran impacto en la vida de las personas”.
El proyecto de investigación está respaldado por una subvención de 500.000 dólares de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos.
Peligros a largo plazo de las vacunas experimentales de ARNm
Fuente:
Anthony Vasquez-Peddie, en CTV News: Scientists studying whether it’s possible to grow, eat mRNA vaccines.