En el siglo XX, el antropólogo Franz Boas, a menudo apodado el “padre de la antropología moderna”, introdujo la noción de relativismo cultural (que no es la misma que el relativismo en su acepción nihilista), según la cual debemos entender una cultura en sus propios términos y no a través de la lente de nuestros prejuicios culturales. Esta noción antropológica desafió las opiniones eurocéntricas predominantes que consideraban la cultura europea como el pináculo del logro humano. Paralelamente, la noción de multipolaridad del filósofo Alexander Dugin evoca un sentimiento similar en el ámbito de la geopolítica. En un mundo que es testigo de la unipolaridad de Occidente, Dugin imagina un mundo de múltiples centros de poder. Tomando a Eurasia como ejemplo, las teorías de Dugin resaltan cómo esta vasta masa de tierra, a menudo vista a través de la lente occidental como una mera extensión de Europa o Asia, posee una identidad civilizacional única. Así, la antropología de Boas y la geopolítica multipolar de Dugin contemplan un mundo en el que diferentes civilizaciones y culturas pueden coexistir sin la necesidad de una potencia hegemónica singular.
Por Constantin Von Hoffmeister
Franz Boas, un antropólogo de principios del siglo XX, y Alexander Dugin, un filósofo contemporáneo, a primera vista pueden parecer figuras de mundos dispares. Boas, con su trabajo fundacional en antropología cultural, y Dugin, con sus teorías geopolíticas, tienen dominios de especialización aparentemente diferentes. Sin embargo, en el centro de las filosofías de ambas se encuentra un fuerte compromiso con una cosmovisión antirracista.
Boas, a menudo apodado el “padre de la antropología moderna”, dio pasos innovadores al introducir la noción de relativismo cultural, que sostiene que uno debe entender una cultura en sus propios términos y no a través de la lente de sus prejuicios culturales. Por ejemplo, mientras que Occidente podría considerar las ceremonias potlatch de las tribus Kwakiutl de América del Norte, en las que un miembro prominente de la tribu regala o destruye sus posesiones, como un desperdicio, entenderlas en su contexto cultural revela un sofisticado sistema de redistribución de la riqueza y el prestigio social. El argumento de Boas no era sólo académico; fue un llamado radical a desmantelar las jerarquías racistas que consideraban ciertas culturas “primitivas” o “inferiores”.
Esta fue una idea revolucionaria en ese momento, que desafiaba las opiniones eurocéntricas predominantes que consideraban la cultura europea como el pináculo del logro humano. Boas argumentó que cada cultura tiene su propio valor intrínseco y que no es prerrogativa de ninguna cultura juzgar a otra. Esta comprensión combate directamente el racismo, ya que elimina el pensamiento jerárquico de que algunas culturas, y por extensión razas, son superiores a otras.
La noción de multipolaridad de Dugin evoca un sentimiento similar en el ámbito de la geopolítica. En un mundo que fue testigo de los binarios de la Guerra Fría y más tarde de la unipolaridad de Occidente, Dugin imagina un mundo de múltiples centros de poder. Tomando a Eurasia como ejemplo, las teorías de Dugin resaltan cómo esta vasta masa de tierra, a menudo vista a través de la lente occidental como una mera extensión de Europa o Asia, posee una identidad civilizacional única. Así como Boas se opondría a ver a los kwakiutl a través de una mirada occidental, Dugin se opondría a ver a Eurasia a través de una lente eurocéntrica o sinocéntrica. En cambio, postula un mundo donde Eurasia, América Latina, África y otras regiones se elevan como polos independientes, cada uno con su identidad cultural, política y espiritual distinta.
La multipolaridad enfatiza la coexistencia de múltiples visiones del mundo y centros de poder en el ámbito global. Para Dugin, la era de la unipolaridad, dominada por la democracia liberal occidental, está menguando y está surgiendo un mundo multipolar donde diferentes civilizaciones y culturas pueden coexistir sin la necesidad de una potencia hegemónica singular. Esta visión es inherentemente antirracista, ya que reconoce y respeta la legitimidad de todas las culturas, tratándolas como iguales en el ámbito internacional. Así como Boas argumentó en contra de una visión eurocéntrica de las culturas, Dugin cuestiona la visión occidentalcéntrica de la geopolítica.
Ambos pensadores, en su aversión al universalismo, desafían las narrativas dominantes. El universalismo, a menudo disfrazado de “inclusividad”, puede ser una herramienta de represión. Por ejemplo, la “carga del hombre blanco” era una afirmación universalista que afirmaba que era deber de los europeos “civilizar” al resto del mundo. Tales narrativas, si bien afirman ser por el bien común, han perpetuado el racismo y la subyugación. Boas, con sus detallados estudios etnográficos, mostró la riqueza de diferentes culturas, desde los inuit del Ártico hasta las tribus del noroeste del Pacífico, cada una con su intrincado sistema de conocimiento, arte y gobierno.
Dugin, en el ámbito de la geopolítica, desafía la afirmación universalista de la democracia liberal occidental como el fin último de la historia. Señala civilizaciones como las sociedades islámicas, que tienen sus sistemas de gobierno arraigados en tradiciones espirituales, o el espíritu confuciano del este de Asia, que enfatiza la armonía y el bienestar colectivo. Para Dugin, el mundo multipolar no es sólo un equilibrio de poder; es un equilibrio de civilizaciones.
Alexander Wolfheze: La lucha de la humanidad por la supervivencia en un mundo alienado
Fuente:
Constantin Von Hoffmeister, en Eurosiberia: Cultural Relativism and Multipolarity: Franz Boas and Alexander Dugin.