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MAGA Comunismo: otra contradicción ideológica utilizada por la oligarquía occidental para redefinir su control sobre la disidencia

¿Cómo puede coexistir el nacionalismo trumpista con el comunismo? Esta fusión de extremos no es más que una estrategia populista que elude el debate sobre el capitalismo y las estructuras de clase, enfocándose en guerras culturales y símbolos patrióticos. El MAGA Comunismo es un oxímoron que desafía la lógica política al mezclar ideologías contradictorias para deconstruir movimientos tradicionales con el objetivo de sintetizar a la disidencia en nichos preparados por la propia oligarquía occidental. Sus líderes, como Jackson Hinkle y Has Aldin, han convertido la contradicción en un negocio lucrativo, mientras establecen lazos con figuras como Alexander Dugin y participan en foros en Rusia. Pero, ¿es este movimiento una ideología real o solo otra herramienta de manipulación?

Por José Luis Preciado

En los últimos años ha surgido un movimiento político que desafía las categorías ideológicas convencionales: el MAGA Comunismo. Este término, que a primera vista puede parecer un sinsentido, fusiona elementos del nacionalismo trumpista con ciertos aspectos del marxismo, generando una corriente política que evade el debate económico y se enfoca en guerras culturales. El analista geopolítico Javier Martínez (1) se ha dado a la tarea de analizar cómo esta amalgama ideológica se ha convertido en un instrumento político que, más que representar una doctrina coherente, parece responder a una estrategia populista que busca capitalizar el descontento con las narrativas tradicionales.

El origen de esta corriente se encuentra en la reinterpretación del eslogan “Make America Great Again” (MAGA), popularizado por Donald Trump (aunque se remonta a Ronald Reagan en los años 1980’s), en combinación con retóricas que evocan cierto discurso marxista. Esta amalgama ideológica ha sido promovida por figuras como Jackson Hinkle y Has Aldin, quienes han construido una base de seguidores a través de plataformas digitales. Sus discursos están marcados por una postura prorrusa y antiimperialista, al tiempo que respaldan a Trump y defienden posturas ultranacionalistas.

Abro aquí un paréntesis para mencionar otras de las profundas contradicciones de Hinkle y Aldin, dos supuestos antiimperialistas, que sin embargo están muy influidos por las ideas del británico George Galloway y del filósofo ruso Alexander Dugin, un imperialista que impulsa el ideal de Rusia como “la Tercera Roma”, promueve la idea un mundo dividido en macro regiones económicas encabezadas por Estados-civilización (que no son otra cosa que formaciones imperiales), así como el inevitable “Choque de civilizaciones”, una teoría acerca de las relaciones internacionales cuyo origen ha sido explicado de este modo por el geoestratega Dennis Small (2):

“Tal como se conoce hoy en día, fue formulada en un artículo del politólogo y académico de la Universidad de Harvard, Samuel P. Huntington, publicado en la revista estadounidense Foreign Affairs en 1993,​ y transformado posteriormente en un libro en 1996. Sin embargo, el concepto ‘Choque de civilizaciones’ en realidad no es de Samuel P. Huntington.

Huntington fue alumno y creación del diplomático y politólogo polaco-estadounidense, Zbigniew Brzezinski, quien desarrolló la idea del ‘arco de crisis’ para cercar y destruir a Rusia mediante la desestabilización de los Balcanes, el Oriente Medio, Afganistán, etc. Pero Brzezinski tampoco creó el concepto ‘Choque de civilizaciones’.

El plan estratégico viene de Bernard Lewis, un historiador y experto en inteligencia y seguridad del Reino Unido. Durante la Segunda Guerra Mundial, Lewis trabajó en el cuerpo de inteligencia del ejército británico y después trabajó en la cancillería británica, y por 25 años eh fue profesor en la Escuela de Estudios Orientales de la Universidad de Londres, y en 1974 se trasladó a la Universidad de Princeton.

Lewis desarrolló del ‘Plan Bernard Lewis’, cuya idea central era instigar intencionalmente conflictos religiosos dentro de la población de ciertas áreas que estaban en la mira —en particular, hablaba del Oriente Medio y de incitar una guerra entre judíos y musulmanes en particular.”

El intelectual francés Thierry Meyssan también ha advertido que “nadie debe creer lo que nos dicen sobre el carácter supuestamente inevitable del llamado ‘choque de civilizaciones’, pues toda esa narrativa es sólo un montaje programado para llevarnos a aceptar lo inaceptable” (3), en referencia a un escenario apocalíptico de dimensiones bíblicas. En este sentido, no parece casual que el teólogo y egiptólogo Llogari Pujol haya descubierto, a través del análisis filológico comparativo de fuentes bíblicas y egipcias, que algunos libros del Nuevo Testamento son construcciones literarias basadas en textos egipcios y elaboradas por sociedades religiosas de Alejandría. Estas sociedades estaban conformadas por judíos helenizados y miembros de la élite romana, como Filón de Alejandría y su sobrino Tiberio Julio Alejandro, y tenían fines políticos que desembocaron en la conformación del cristianismo (4, 5).

Por cierto, en alguno de sus textos (6), el verticalista Alexander Dugin reivindica la Cábala, buscando rescatarla de los usos y manipulaciones a los que ha sido sometida a lo largo de la Historia. Este enfoque constituye, sin duda, un ejercicio revisionista interesante; sin embargo, al combinarse con otras de sus ideas, ha llevado a que se le señale como cabalista e incluso como una figura tenebrosa.

Volviendo al análisis de Javier Martínez, las ambigüedades ideológicas inherentes al MAGA Comunismo generan una serie de contradicciones que hacen dudar de la coherencia del movimiento. El populismo de izquierda y derecha han sido utilizadas como herramientas de control por el capital en distintas crisis económicas, desde la de 2008 hasta la actualidad, pero a diferencia de otras expresiones de izquierda o derecha tradicionales, el MAGA Comunismo no centra su discurso en un análisis económico profundo, sino que se enfoca en un rechazo frontal al liberalismo progresista, al que considera una desviación del verdadero socialismo. En lugar de promover una crítica estructural al capitalismo, sus líderes han optado por una narrativa de guerra cultural en la que los movimientos identitarios y ambientalistas son los enemigos principales. Esta postura lo acerca más a la derecha alternativa que a una verdadera corriente marxista, lo que refuerza la percepción de que el MAGA Comunismo es más una herramienta de manipulación ideológica que una doctrina política sólida.

Las contradicciones dentro del MAGA Comunismo se evidencian en varios aspectos. Sus seguidores afirman apoyar el comunismo, pero respaldan a Donald Trump, un político que a pesar de presentarse como soberanista, ha mostrado representar al neoliberalismo capitalista al entregar Estados Unidos a los tecnócratas, y a uno particularmente peligroso: el transhumanista y dogo Elon Musk. Al mismo tiempo, rechazan el globalismo, pero se alinean con ideas marxistas que han promovido históricamente la solidaridad internacionalista. Critican a la élite financiera y al poder corporativo, pero evitan hablar de lucha de clases y prefieren enmarcar sus críticas en términos abstractos como “los globalistas”. Esta ambigüedad también se manifiesta en su admiración por líderes de corte autoritario como Vladimir Putin y Kim Jong-un, lo que entra en conflicto con los principios democráticos de muchos de sus seguidores.

El impacto del MAGA Comunismo ha sido significativo en ciertos sectores de la juventud que se sienten desilusionados con el progresismo tradicional. Las redes sociales han sido un vehículo clave para la difusión de sus ideas, permitiendo la creación de comunidades virtuales en torno a esta corriente. No obstante, la falta de coherencia ideológica podría convertirse en su mayor obstáculo a largo plazo. La ambigüedad de su discurso dificulta su consolidación como una ideología estable, ya que sus contradicciones lo exponen como un movimiento oportunista más que como una alternativa política viable. Como lo menciona Martínez, la estrategia del MAGA Comunismo parece centrarse más en explotar los conflictos culturales que en proponer un modelo de transformación estructural.

El MAGA Comunismo es, esencialmente, un fenómeno político que desafía las categorías tradicionales, pero cuyas contradicciones internas ponen en duda su viabilidad a largo plazo. Aunque ha logrado captar la atención mediática y generar debate, su falta de una base ideológica sólida podría condenarlo a la irrelevancia. Su futuro dependerá de la evolución del panorama político y de si sus líderes logran resolver las tensiones ideológicas que lo definen. Mientras tanto, no cabe duda de que están siendo utilizados para fomentar la contradicción, el choque y la dualidad, todas características del orden establecido a través del caos, un patrón que ha marcado la historia del planeta desde el ascenso de las élites ocultistas de Occidente, originarias de Roma y Venecia, y que hoy perduran enquistadas en la anglosfera.

Sobre el autor

José Luis Preciado es antropólogo, historiador y columnista en el portal de análisis geoestratégico Mente Alternativa.

Notas a pie de página

1. Javier Martínez, en DMP Geopolítica: Los llamados MAGA Comunistas. 19 de febrero de 2025.

2. Denis Small, en EIR: El flanco débil: el “portaviones Wall Street.” 27 de octubre de 2023.

3. Thierry Meyssan, en Red Voltaire: Después de Irak, Libia, Gaza, Líbano y Siria, el Pentágono ataca Yemen. 7 de enero de 2025.

4. Llogari Pujol, en Vida Coherente: El Constructo Literario Del Apóstol San Pablo. 14 de enero de 2020.

5. Op.Cit., Investigando la Historia con Carla Díaz: Los Monjes de Serapis. 20 de noviembre de 202o.

6. Alexander Dugin, en Kheper: Exoteric and Esoteric Judaism. Isaac Luria and Sabbatai Zevi in Russian Orthodoxy. 20 de octubre de 1999.

 

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