En 2013, el matemático Vladimir Scherbak (Universidad de Al-Farabi) y el astrobiólogo Maksim Makukov (Instituto Astrofísico de Fesenkov, Kazajistán), retomaron el misterioso código numérico incrustado en el ADN humano y encontrado un año antes por los científicos de Boston, y descubrieron que no era otra cosa que un algoritmo informático, como el de una computadora, un patrón que no obedecía a nada natural y que necesariamente había sido creado de forma artificial. ¿Qué hace un algoritmo en el ADN humano? Cambiar resultados aleatoriamente, o a placer de quien lo programó. Y eso es lo que investigadores como el catedrático Carlos Delfino, han llamado “La gran intervención de la raza humana.” Pues lo que se hizo con la incrustación del código genético fue básicamente realzar la parte material sobre la parte espiritual, o el “cuerpo” sobre el “alma” en términos del dualismo cuerpo-alma que ha sido una cuestión eternamente pendiente en la antropología filosófica.
Teoría de la Panspermia dirigida
Francis Crick, Premio Nobel de Medicina (1962) por el descubrimiento de la estructura del ADN humano, publicó un extraordinario libro titulado “Life Itself” (1984) en el que argumenta —desde una perspectiva científica— que la vida en la molécula de ADN, que es la esencia de la vida, no pudo originarse por accidente en el planeta Tierra.
En su libro, Crick se mofa de de la teoría de la panspermia meteórica que gusta tanto a los científicos ortodoxos según la cual un “caldo primitivo” y moléculas accidentalmente chocaron unos contra otros produciendo la vida.
“Pensar que la vida en la Tierra se originó por el choque de moléculas y un ‘caldo primitivo’ llegado en un meteorito, equivaldría a creer que un flamante Jumbo Jet se formó como resultado del caos y choque de partículas provocados por un tornado en un basurero.” (Fuente: Francis Crick en Life Itself).
Según Crick, la molécula del ADN es extraordinariamente compleja y su relación con las proteínas también lo es. Y tras estudiar esa compleja relación, él llegó a la conclusión de que el ADN humano fue enviado a la Tierra por una civilización extraterrestre del otro lado del universo, que se enfrentaba a un ocaso tal vez como resultado de la explosión de una supernova, por lo que esta civilización buscó perpetuar su existencia y la esencia de la vida enviando bacterias hacia otras partes del universo en una o varias naves espaciales cargadas con ADN. Y una de estas naves cargadas de bacterias se estrelló en la Tierra.
Crick llamó a esta misteriosa teoría “la panspermia dirigida.” La bacteria entonces se derramó en la Tierra y empezó a reproducirse y a evolucionar, y eventualmente se transformó en lo que hoy somos.
Si la teoría del Premio Nobel, Francis Crick, fuera verdadera, entonces tendríamos que considerar otra posibilidad que es que la supuesta civilización extraterrestre que envió el ADN a este planeta pudo haber diseñado genéticamente ese ADN.
Recientemente se ha descubierto que el ADN es un fantástico medio de grabación de información. De hecho alrededor de todo el mundo se están registrando patentes para usar el ADN como artefacto de grabación con la posibilidad de grabar enormes cantidades de información en él.
En este momento, científicos han sido capaces de grabar 100 letras de canciones en el ADN de la bacteria E. Coli, y la evidencia sugiere que la capacidad de almacenamiento es ilimitada, tal vez incluso suficiente como para grabar el conocimiento entero de una civilización.
Según Francis Crick, tal vez el 97% de el ADN humano que ha sido llamado “ADN basura” — y que los científicos en Occidente han decidido ignorar justificándose con el argumento materialista/fisicalista de que ese ADN no está asociado a la producción de proteínas— contenga mensajes grabados desde el inicio de la evolución, es decir, información interactiva grabada por nuestros diseñadores en espera de que en algún momento de la evolución logremos decodificarlos.
Además, el autor especialista en civilizaciones antiguas, Graham Hancock, sugiere al igual que el proyecto del genoma humano ruso, que el método de descodificación está relacionado con los estados alterados de la conciencia. Esa es la hipótesis central de su libro “Supernatural” junto con la posibilidad de que los mundos espirituales son reales.
La infección prehistórica
En 2012, Robert Gifford, un virólogo de The Aaron Diamond AIDS Research Center y su compañero John Coffin, también virólogo que de Escuela de Medicina de Boston, publicaron en la famosa Revista Nature los resultados de una investigación en la que descubrieron la existencia de un misterioso virus que está fusionado con la especie humana, llamado Borna virus.
Gifford y Coffin trabajaban en un proyecto de terapia génica para quitarle la parte patógena a un virus y agregarle un código genético para posteriormente inyectarlo al paciente y curar una enfermedad. Mientras trabajaban en el proyecto, encontraron un extraño código numérico en el ADN. No podían acreditar lo que encontraron, y se dieron cuenta que el tipo de virus que provocaba el código numérico es un tipo de virus muy distinto al de la terapia génica que ellos usaban. Se trataba de un virus ARN con el que nunca se había trabajado antes. Ellos dijeron textualmente lo siguiente:
“El ADN humano ha sido modificado hace dos millones de años por un virus para desarrollar el cerebro de los homínidos.”
Y como no pudieron explicar el virus por medio de la teoría de la evolución, decidieron llamarlo “la infección prehistórica.” En la película 2001: Odisea del Espacio, Stanley Kubrick aborda la teoría de la infección en una escena en la que claramente se alude a la teoría de que un grupo de homínidos cambia su escencia después de interactuar con un misterioso monolito que aparece súbitamente frente a su cueva:
Manipulación del ADN humano (Pruebas científicas de la intervención de la raza humana)
En 2013, el matemático Vladimir Scherbak (Universidad de Al-Farabi) y el astrobiólogo Maksim Makukov (Instituto Astrofísico de Fesenkov, Kazajistán), retomaron el misterioso código numérico incrustado en el ADN humano y encontrado un año antes por los científicos de Boston, y descubrieron que no era otra cosa que un algoritmo informático, como el de una computadora, un patrón que no obedecía a nada natural y que necesariamente había sido creado de forma artificial.
¿Qué hace un algoritmo en el ADN humano? Cambiar resultados aleatoriamente, o a placer de quien lo programó. Y eso es lo que investigadores como Carlos Delfino, han llamado “La gran intervención de la raza humana.” Pues lo que se hizo con la incrustación del código genético fue básicamente realzar la parte material sobre la parte espiritual, o el “cuerpo” sobre el “alma” en términos del dualismo cuerpo-alma que ha sido una cuestión eternamente pendiente en la antropología filosófica.
“Es decir, nos programaron con el materialismo y toda la cultura que se fundó después fue en torno a los objetos materiales. Así pasaron años, siglos, milenios, pues esto ocurrió desde antes de la gran catástrofe diluviana, volviéndonos idólatras del materialismo.” (Fuente: Carlos Delfino en La Gran Intervención de la Raza Humana).
Lo relevante es que este código cuenta con los criterios necesarios para ser considerado una señal inteligente con sellos de artificialidad que no tienen nada que ver con los procesos evolutivos. Y en efecto:
“El código muestra un orden meticuloso de precisión que coincide con los criterios para ser considerado una señal informática inteligente, pues revela un conjunto de patrones aritméticos e ideógráficos exactos y sistemáticos, y estos patrones subyacentes aparecen como producto de una lógica de precisión y computación compleja, y no de procesos al azar.”
No hay duda de que este código artificial inteligente fue insertado en el código genético original del ser humano, lo que generó una serie de consecuencias que se pueden explicar en términos de separación y de disminución de capacidades espirituales y paranormales, para realzar en cambio las materiales.
El descubrimiento de Scherbak y Makukov fue publicado en la revista Icarus (enlace alternativo), una revista científica ortodoxa. En el artículo los investigadores aportaron una serie de pruebas en la sucesión de aminoácidos en la cadena de ADN que presentaban un patrón lógico, incluso simbólico, y también matemático. Y apuntaron a la correspondencia flexible de los aminoácidos. Esto quiere decir que hay cadenas en nuestro ADN que son tremendamente fáciles de manipular artificialmente.
Según los descubrimientos, el Borna virus, también afecta a otras especies animales, como las ovejas y los caballos. Pero la especie humana lo tiene fusionado con su código genético en una medida de un 8%. Esa fusión fue introducida de forma artificial —como un retrovirus— para modificar el ADN. En la ciencia moderna se conoce que mediante los virus se pueden modificar las cadenas del ADN. Por lo que todo apunta a una manipulación genética realizada muy posiblemente por extraterrestres, ya que incluso el propio Darwin habló de un eslabón perdido en la cadena evolutiva que no se puede explicar.
Fuentes:
International Journal of Solar System Studies (Icarus) — The “Wow! signal” of the terrestrial genetic code Icarus (Volume 224, Issue 1). Enlace alternativo.
Vladimir I. shCherbak, Maxim A.Makukov / Revista ICARUS — The “Wow! signal” of the terrestrial genetic code.
Keizo Tomonaga / Revista Nature — Endogenous non-retroviral RNA virus elements in mammalian genomes.
The New York Times — Hunting Fossil Viruses in Human DNA.
Carlos Delfino / Vida Coherente — La gran intervención de la raza humana.