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El mito de la ‘revolución siria’ fabricado por el Reino Unido

Se han filtrado nuevos documentos sobre la organización de la propaganda británica ‎contra Siria para el mito de la ‘revolución siria’.

El mito de la ‘revolución siria’ fabricado por el Reino Unido. Se han filtrado nuevos documentos sobre la organización de la propaganda británica ‎contra Siria. Esos documentos permiten entender cómo fue posible que periodistas que ‎actuaban de buena fe fuesen engañados durante largo tiempo por el mito de la ‎‎«revolución siria» y por qué el Reino Unido se retiró de Siria, a pesar del éxito de ‎su operación.

 

La democracia incluye la posibilidad de poder debatir honestamente en público. ‎Por consiguiente, la propaganda sería sólo cosa de los regímenes no democráticos. ‎Sin embargo, la Historia nos enseña que la propaganda moderna se concibió durante la Primera ‎Guerra Mundial en el Reino Unido y en Estados Unidos mientras que la URSS y la Alemania nazi ‎no pasaron de ser pálidos imitadores. ‎

Desde el inicio de la guerra contra Siria, hemos explicado a menudo que la realidad en ‎el terreno no tenía nada que ver con la imagen que existía en Occidente sobre este conflicto. ‎Hemos denunciado repetidamente la fabricación de “pruebas” por parte de los servicios secretos ‎estadounidenses, británicos, franceses y turcos, que trataban de esconder la agresión ‎de Occidente contra Siria y de hacer creer que existía una revolución contra una dictadura. ‎

Ahora que el Reino Unido ya no está en el terreno, desde 2018, el periodista Ian Cobain acaba ‎de publicar en la publicación online ‎Middle East Eye varios documentos oficiales británicos que nos permiten ver más ‎claramente de qué manera Londres intoxicó masivamente a un gran número de periodistas de ‎buena fe y después se retiró del conflicto [1]. En 2016, Ian Cobain ya había publicado en el diario británico The Guardian‎ cierto número de ‎revelaciones sobre cómo el MI6 organizó esta‎ operación contra Siria [2].‎

Primero que todo, es importante recordar que los británicos no perseguían el mismo objetivo que ‎sus aliados estadounidenses. El Reino Unido, esperaba recuperar la influencia que había ejercido ‎en la época colonial, al igual que Francia. Londres no creyó que Estados Unidos ‎pretendiese destruir las estructuras de los Estados en los países de todo el Gran Medio Oriente (o ‎Medio Oriente ampliado), como se estipula en la estrategia Rumsfeld/Cebrowski [3]. Así que Londres concibió la operación de las ‎llamadas «primaveras árabes» según el modelo de la «Gran Revuelta Árabe», organizada en ‎otra época por Lawrence de Arabia, sólo que en la versión actual fue la Hermandad Musulmana la ‎encargada de interpretar el papel asignado a los wahabitas en tiempos de la Primera Guerra ‎Mundial. Debido a ello, la propaganda británica fue concebida siguiendo un guión sobre la ‎creación de una “nueva Siria” alrededor de la Hermandad Musulmana, mientras que lo que realmente ‎querían –y aún quieren– Estados Unidos y la CIA era desmembrar el país.‎

La opinión pública occidental ya había sido convencida de que en Túnez, en Egipto y en Libia ‎se habían producido revoluciones, y esa convicción errónea facilitaba la tarea de venderle otra ‎‎“revolución”, esta vez en Siria. ‎

Periodistas que actuaban de buena fe fueron llevados por supuestos revolucionarios –en realidad ‎eran agentes que trabajaban para los servicios secretos de Turquía y de la OTAN– a visitar una ‎‎“aldea revolucionaria”, Yabal al-Zauia, en suelo sirio. Allí se organizaban para ellos mítines del ‎‎«Ejército Sirio Libre» que podían filmar a sus anchas. Fueron muchos los periodistas así ‎engañados que creyeron que realmente existía un levantamiento popular. Cuando el periodista ‎español Daniel Iriarte denunció la farsa en el diario español ABC –porque reconoció a varios ‎yihadistas libios en la “aldea revolucionaria” siria [4]– ‎la prensa se negó a reconocer que se había dejado engañar. La incapacidad de los periodistas ‎para reconocer sus errores, incluso cuando son colegas quienes denuncian esos errores, sigue ‎siendo la mejor carta de triunfo de quienes se dedican a este tipo de propaganda. ‎

Como siempre, los británicos de la RICU (la Research, Information and Communications Unit) ‎recurrieron a un científico –en este caso un antropólogo– para que supervisara su operación de ‎propaganda. Y la ejecución estuvo en manos de varios “contratistas”, entre ellos un ‎‎«ex» oficial del MI6, el coronel Paul Tilley –la denominación de «ex oficial» resulta aquí muy ‎importante ya que se trata de poder refutar cualquier vinculación con el asunto si la operación ‎sale mal. Para estar más cerca del terreno, los intermediarios o contratistas del MI6 abrieron ‎‎3 oficinas en Estambul y Reyhanli (Turquía) y en Amman (Jordania), mientras que la CIA operaba ‎desde Alemania. ‎

Esta operación se inició con el asunto del ataque químico, atribuido al gobierno sirio, en el verano ‎de 2013, cuando la Cámara de los Comunes –recordando cómo había sido engañada en el ‎momento de la guerra contra Irak– prohibió estrictamente al ministerio de Defensa el despliegue ‎de tropas británicas en Siria. El gobierno británico evadió la prohibición incrementando el ‎presupuesto inicial de su ministerio de Exteriores, incremento que fue transferido a agencias canadienses y ‎estadounidenses para que se encargaran de la operación. ‎

A pesar de la prohibición emitida por la Cámara de los Comunes, la operación se desarrollaba ‎bajo el mando de un oficial del MI6, Jonathan Allen, quien acabó convirtiéndose en número 2 de ‎la delegación diplomática del Reino Unido en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La originalidad de esta operación, ejecutada entre otros por Innovative Communications ‎& Strategies (InCoStrat), reside en el hecho de haber sido presentada como una asociación ‎comercial no vinculada a las autoridades del Reino Unido. Los sirios que participaban en ella ‎no tenían la impresión de estar traicionando su país sino sólo de haber encontrado una buena ‎oportunidad de ganar dinero para sobrevivir a pesar de la guerra. Por supuesto, en comparación con ‎el nivel de vida normal de esos sirios, las remuneraciones que recibían eran considerablemente ‎elevadas. ‎

El sistema de los llamados «periodistas ciudadanos» resultaba sin embargo muy económico en ‎relación con el medio millón de libras esterlinas mensuales del presupuesto británico (entre 50 y ‎‎200 dólares por un video, entre 250 y 500 dólares por colaboraciones regulares) destinado a la ‎búsqueda de «informaciones» o de «pruebas» que demostrasen la represión del «régimen» ‎sirio contra su propio pueblo. Después de ser sometidos a una selección, el MI6 enviaba esos ‎materiales a la BBC, Sky News arabic, Al-Jazeera y Al-Arabiya, cuatro medios de difusión que ‎participan plenamente en el «esfuerzo de guerra» occidental, a pesar de que Al-Jazeera y Al-‎Arabiya pertenecen respectivamente a Qatar y a Arabia Saudita y de que esa actividad viola las ‎resoluciones de la ONU que prohíben la propaganda de guerra. Los colaboradores sirios tenían que ‎ comprometerse por escrito a mantenerse anónimos –con excepción de los que ‎contaban con una autorización expresa para darse a conocer– y no divulgar sus vínculos con ‎ninguna empresa. ‎

Los periodistas occidentales que actuaban de buena fe no podían llegar hasta los «periodistas ‎ciudadanos» sirios para verificar el contexto de los videos ni de otras «pruebas» –trabajo de ‎verificación que constituye la esencia misma de la actividad periodística– y simplemente ‎se dejaban convencer por el “ruido” de las cuatro televisoras antes mencionadas. ‎

Los documentos revelados por Ian Cobain demuestran que, además de apuntar a la opinión ‎pública internacional, esta operación estaba dirigida también contra la opinión pública siria. ‎Londres esperaba provocar en la opinión siria un cambio de actitud que debía favorecer a los ‎‎«moderados» ante los «extremistas». Sobre ese punto en particular, Middle East Eye ‎no parece haberse dado cuenta de que esas palabras no deben interpretarse siguiendo el ‎sentido que suelen tener sino en función de las decisiones del primer ministro británico Tony ‎Blair. ‎

Durante la elaboración del plan de las llamadas «primaveras árabes», Tony Blair había planteado ‎que el gobierno británico debía considerar como aliados a los líderes y grupos «moderadamente ‎antimperialistas», como la Hermandad Musulmana, mientras que los adversarios eran los ‎‎«antimperialistas extremistas», como el régimen nacionalista del partido Baas sirio [5].‎

El antropólogo que supervisaba el programa indicaba por demás que era necesario crear en el ‎terreno algunos servicios de urgencia –como la Free Police y los White Helmets ‎‎(“Cascos Blancos”) del «ex» oficial del MI6 James Le Mesurier– no tanto para ayudar a la ‎población sino para darle confianza en las instituciones que habrían de crearse después de la ‎derrota de la unión nacional surgida alrededor del Baas. Sobre ese punto, mencionó el plan de ‎rendición total e incondicional que se pretendía imponer a Siria, plan redactado por el alemán ‎Volker Perthes para el segundo principal funcionario de la ONU, el estadounidense Jeffrey ‎Feltman [6] y que los británicos interpretaron en forma errónea. ‎

Este desacuerdo fue la principal causa de los fallos de esta operación, cuando Washington trató ‎de crear el «Sunnistán», que debía ser gobernado por el Emirato Islámico (Daesh) y el «Kurdistán ‎libre», con el PKK (el partido kurdo surgido en Turquía) y el PDK (partido kurdo de Irak). ‎Considerando que aquello ya no era la guerra que ellos habían concebido, los británicos ‎decidieron salirse del juego. ‎

El programa del MI6 planteaba 3 aspectos diferentes:

Identidad siria:
«Unir a los sirios mediante la afirmación positiva de culturas y prácticas comunes y restablecer la ‎confianza entre vecinos, aunque poniendo de relieve la fuerza numérica de los sirios.»‎
Siria libre:
«Actuar para fortalecer la confianza en una futura Siria sin régimen extremista.»‎
Socavamiento:‎
«Actuar para debilitar la eficacia de las redes extremistas violentas (EV) en Siria socavando la ‎credibilidad de las historias y de los actores EV y aislando a las organizaciones EV de la ‎población.»‎

Según los documentos que revela Ian Cobain, los contratistas o intermediarios del MI6 también ‎formaron a los voceros de la oposición siria, desarrollaron cuentas en las redes sociales y ‎organizaron oficinas de prensa que funcionaban las 24 horas del día. Los documentos ‎no mencionan el diseño de logos identificativos de grupos ni el montaje de las escenas ‎hollywoodenses que nosotros denunciamos a través de este sitio web, como el “desfile militar” ‎de un grupo armado, montado en la periferia de Damasco, con tanques y “combatientes” que ‎pasaban una y otra vez ante la cámara (ver video). ‎

‎El trabajo de las oficinas de prensa consistía en poner a los voceros de la oposición siria en ‎contacto con periodistas occidentales y en instruir a esos voceros sobre lo que debían decir en las ‎entrevistas. De esa manera, la prensa occidental creía obtener sus informaciones de fuentes ‎independientes y con un bajo costo. ‎

Al principio, durante la fase de desestabilización –que duró hasta mediados del año 2012–, todos ‎los medios de prensa internacionales enviaban reporteros al terreno, reporteros que ‎los británicos lograban manipular de la manera aquí descrita. Ahora ya no envían reporteros. ‎Los medios de prensa occidentales se han acostumbrado a aceptar como buena la “información” ‎que les ofrece la agencia de prensa creada en Londres por el MI6 y la Hermandad Musulmana –el ‎Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH)– a pesar de que esa “fuente” carece de los ‎recursos necesarios para tener conocimiento de los “hechos” que dice reportar.

 

Notas

[1] “REVEALED: The British government’s covert ‎propaganda campaign in Syria”, Ian Cobain y Alice Ross, Middle East Eye, ‎‎20 de febrero de 2020.

[2] “How Britain funds ‎the ’propaganda war’ against Isis in Syria”, Ian Cobain, Alice Ross, Rob Evans, Mona Mahmood, The Guardian, 3 de ‎mayo de 2016.

[3] «El proyecto ‎militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry ‎Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.

[4] «Islamistas libios se desplazan a Siria para ‎‎“ayudar” a la revolución», por Daniel Iriarte, ABC (España), 17 de diciembre de 2011.

[5] Sous nos ‎yeux. Du 11-Septembre à Donald Trump, Thierry Meyssan, éditions Demi-Lune.

[6] «Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-‎Watan (Siria), Red Voltaire, 28 de enero de 2016. “Draft Geneva Communique Implementation ‎Framework”, “Confidence Building Measures”, “Essential Principles”, “Representativness and ‎Inclusivity”, “The Preparatory Phase”, “The Transitional Governing Body”, “The Joint Military ‎Council and Ceasefire Bodies”, “The Invitation to the International Community to Help Combat ‎Terrorist Organizations”, “The Syrian National Council and Legislative Powers during the ‎Transition”, “Transitional Justice”, “Local Governance”, “Preservation and Reform of State ‎Institutions”, “Explanatory Memorandum”, “Key Principles revealed during Consultations with ‎Syrian Stake-holders”, “Thematic Groups”, United Nations Department of Political Affairs (DPA), ‎‎2012-2014 (no publicado).

 

Fuente:

Thierry Meyssan – El mito de la «revolución siria» fabricado ‎por el Reino Unido.

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