Thierry Meyssan dedica un capítulo de su libro “De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump”, a describir la creación de una sociedad secreta egipcia, la Hermandad Musulmana, y su posterior rediseño, después de la Segunda Guerra Mundial, por los servicios secretos del Reino Unido. Meyssan también relata cómo el MI6 britanico utilizó entonces la Hermandad Musulmana para asesinar políticos en Egipto, ex colonia de la Corona británica.
Las “primaveras árabes”, como las vivió la Hermandad Musulmana
En 1951, los servicios secretos anglosajones crearon, a partir de una antigua organización homónima, la Hermandad Musulmana, una sociedad secreta con carácter político, y la utilizaron sucesivamente para asesinar a las personalidades que les oponían resistencia. Posteriormente, a partir de 1979, la Hermandad Musulmana fue utilizada como fuente de mercenarios contra los soviéticos. A inicios de los años 1990, fue incorporada a la OTAN y, en los años 2010, el objetivo fue llevarla al poder en los países árabes. La Hermandad Musulmana y la Orden de los Naqchbandis (sufista) reciben financiamiento, por al menos 80 000 millones de dólares, de la familia real saudita, lo cual las convierte en uno de los ejércitos más grandes del mundo. Todos los líderes yihadistas, incluyendo los del Emirato Islámico (Daesh), son parte de ese dispositivo militar.
1- La Hermandad Musulmana en Egipto
Cuatro imperios desaparecen durante la Primera Guerra Mundial: el Reich germánico, el Imperio Austrohúngaro, la Santa Rusia zarista y la Sublime Puerta otomana. En la embriaguez del triunfo, los vencedores pierden todo sentido de la medida al imponer sus condiciones a los vencidos.
En Europa, el Tratado de Versalles impone condiciones inaceptables a Alemania, señalándola como única responsable del conflicto.
En el Oriente, surgen graves dificultades con el desmembramiento del Califato otomano: en 1920, en la Conferencia de San Remo y de conformidad con los acuerdos secretos Sykes-Picot adoptados en 1916, el Reino Unido es autorizado a crear el hogar judío de Palestina mientras que Francia recibe luz verde para colonizar Siria –que en aquella época incluye el actual Líbano. Pero, en lo que queda del Imperio Otomano, Mustafá Kemal se rebela al mismo tiempo contra el Sultán, que había perdido la guerra, y contra los occidentales que se apoderan de su país. En 1920, durante la Conferencia de Sevres, los participantes dividen el Califato otomano en pequeños territorios para crear todo tipo de nuevos Estados, incluyendo un Kurdistán. Pero la población turco-mongola de Tracia y de Anatolia se rebela y pone a Kemal en el poder. Finalmente, en 1923, la Conferencia de Lausana traza las fronteras actuales de Turquía, abandona al proyecto de creación de un Kurdistán y organiza ingentes desplazamientos de poblaciones, que dejan como saldo más de medio millón de muertos.
Al igual que en Alemania, donde Adolf Hitler rechaza el futuro que se le impone a su país, en el Medio Oriente un hombre se levanta contra la nueva división de la región. Un maestro egipcio funda un movimiento que plantea el restablecimiento del Califato derrotado por las potencias occidentales. Ese hombre es Hassan al-Banna y la organización, creada en 1928, es la Hermandad Musulmana.
El Califa es, en principio, el Sucesor del Profeta, y todos le deben obediencia. Es, por supuesto, un título muy ambicionado. La Historia registra la existencia de grandes dinastías de califas: los Omeyas, los Abasidas, los Fatimidas y los Otomanos. El próximo Califa será el hombre que logre apoderarse del título, y el “Guía General” de la Hermandad Musulmana se cree perfectamente capaz de regir el mundo musulmán.
La Hermandad Musulmana se expande muy rápidamente. Su intención es actuar desde dentro del sistema para reinstaurar las instituciones islámicas. Sus miembros están obligados a jurar fidelidad al fundador sobre el Corán y además sobre un sable o un revólver. Aunque se expresa en términos religiosos, el objetivo de esta cofradía es exclusivamente político. Hassan al-Banna y sus sucesores nunca hablarán del islam como religión ni evocarán una espiritualidad musulmana. El islam es para ellos sólo un dogma, una sumisión a Dios y el ejercicio del poder. Por supuesto, los egipcios que respaldan esa cofradía no la perciben de esa manera y la siguen porque ella misma dice seguir a Dios.
Para Hassan al-Banna, la legitimidad de un gobierno no se mide de la misma manera como se evalúa la de los gobiernos occidentales, o sea por su representatividad, sino por su capacidad para defender lo que él considera el “modo de vida islámico”: el modo de vida del Egipto otomano del siglo XIX. La Hermandad Musulmana nunca tendrá en cuenta que el islam tiene una historia y que los modos de vida de los musulmanes difieren considerablemente en las diferentes regiones y épocas. Tampoco tendrá en cuenta que el Profeta revolucionó la sociedad beduina en la que él mismo vivió y que el modo de vida que se describe en el Corán es sólo una etapa fijada para esos hombres. Para la Hermandad Musulmana y sus miembros, las reglas penales del Corán –la Sharia– no corresponden a una situación determinada sino que fijan leyes inalterables, que el Poder puede utilizar a su favor.
Para la Hermandad Musulmana, el hecho que la religión musulmana se haya difundido a menudo a punta de espada viene a justificar el uso de la fuerza. Los dirigentes de la cofradía nunca reconocerán que el islam haya podido propagarse también a través del ejemplo. Esto no impide a Hassan al-Banna y a los miembros de la Hermandad Musulmana presentarse a elecciones –y perderlas. Si condenan los partidos políticos, no es porque se opongan al multipartidismo sino porque afirman que, al separar la política de la religión, esas formaciones han caído en la corrupción.
La doctrina de la Hermandad Musulmana es la ideología del “islam político”. En francés se designa como “islamismo”, un término que acabará poniéndose muy de moda.
En 1936, Hassan al-Banna escribe al primer ministro Mustafá el-Nahhas Pachá y exige:
“una reforma de la legislación y la unión de todos los tribunales bajo la sharia;
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Hermandad Musulmana se declara neutral. Pero en realidad se convierte en un servicio de inteligencia del Reich. Sin embargo, a partir de la incorporación de Estados Unidos a la guerra, cuando comienza a cambiar la suerte de las armas, la cofradía se dedica a un doble juego y obtiene financiamiento británico a cambio de información sobre su primer empleador. La Hermandad Musulmana demuestra así su total carencia de principios y su más puro oportunismo político.
El 24 de febrero de 1945, los miembros de la cofradía deciden de jugarse el todo por el todo y asesinan al primer ministro egipcio en medio de una sesión del Parlamento. El resultado será una escalada de violencia, marcada por una ola de represión contra los miembros de la Hermandad Musulmana y una serie de asesinatos políticos, que llega hasta el asesinato del nuevo primer ministro, el 28 de diciembre de 1948. Como represalia, el propio Hassan al-Banna es asesinado, el 12 de febrero de 1949. Poco después, un tribunal creado en el marco de la ley marcial envía la mayoría de los miembros de la Hermandad Musulmana a la cárcel y disuelve la cofradía.
Aquella organización secreta no era, en el fondo, otra cosa que una banda de asesinos que aspiraban a alcanzar el poder utilizando el Corán para disimular su ambición. Su historia debió terminar ahí. Pero no fue así.
2- Refundación de la Hermandad Musulmana por los anglosajones y paz separada con Israel
La capacidad de la cofradía para movilizar gente y convertirla en asesinos había llamado la atención de las grandes potencias.
Dos años y medio después de su disolución, los anglosajones forman una nueva organización y la denominan “Hermandad Musulmana”. Aprovechando el encarcelamiento de los dirigentes históricos de la primera Hermandad Musulmana, el ex juez Hassan al-Hodeibi es electo como Guía General de la cofradía.
A pesar de lo que casi todo el mundo cree, no existe ningún tipo de continuidad histórica entre la antigua Hermandad Musulmana y su sucesora. Lo cierto es que una unidad de la antigua sociedad secreta –llamada “El Aparato Secreto”– había recibido del propio Hassan al-Banna la misión de perpetrar los atentados, cuya autoría él siempre negaba. Esa organización dentro de la organización, tan secreta que no se vio afectada por la disolución de la cofradía, se pone a la disposición del sucesor de al-Banna. El Guía la desautoriza y declara que quiere alcanzar sus objetivos sólo de manera pacífica. Es difícil determinar con exactitud lo sucedido en aquel momento entre los anglosajones –deseosos de recuperar la antigua sociedad secreta– y el Guía, quien creía estar recuperando sólo la audiencia de la cofradía entre las masas. En todo caso, el Aparato Secreto se mantuvo y la autoridad del Guía decreció, en beneficio de otros jefes de la cofradía, dando paso a una verdadera guerra intestina. La CIA introdujo en la dirección al francmasón Sayyid Qutb [1], el teórico de la yihad, quien es condenado por el Guía hasta que este último llega a un acuerdo con el MI6.
Resulta imposible precisar las relaciones de subordinación interna entre unos y otros, de un lado porque cada rama extranjera de la cofradía goza de autonomía, y también porque las unidades secretas existentes dentro de la organización ya no dependen necesariamente ni del Guía General, ni del Guía local, sino a veces directamente de la CIA y del MI6.
Durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, los británicos tratan de organizar el mundo de forma que este se mantenga fuera del alcance de los soviéticos. En septiembre de 1946, Winston Churchill plantea, en Zurich, la idea de crear los “Estados Unidos de Europa”. Siguiendo ese mismo principio, propone también la creación de la Liga Árabe. En ambos casos, el objetivo es unir una región excluyendo a Rusia. Desde el inicio de la guerra fría, Estados Unidos crea, por su parte, asociaciones –como el American Committee on United Europe y los American Friends of the Middle East [2]– encargadas de estimular esa tendencia a favor de sus propios intereses. En el mundo árabe, la CIA organiza dos golpes de Estado: el primero, en Damasco, a favor del general Hosni Zaim –en marzo de 1949– y luego en El Cairo, con los Oficiales Libres –en julio de 1952. El objetivo es apoyar movimientos nacionalistas, considerados hostiles a los comunistas. Es con esa idea en mente que Washington envía al general SS Otto Skorzeny a Egipto y al general nazi Fazlollah Zahedi a Irán. Ambos llegan con cientos de ex jefes de la Gestapo para dirigir la lucha anticomunista.
En Egipto, Skorzeny modela la policía según una tradición de violencia. En 1963, este veterano de las SS optará por la CIA y el Mossad, en contra de Nasser. En Irán, Zahedi crea la SAVAK, la policía política más brutal de la época.
Hassan al-Banna ya había señalado el objetivo de la Hermandad Musulmana: tomar el poder utilizando para ello la religión. Ahora, Qutb define la vía, que será la yihad. Cuando los adeptos hayan aceptado la superioridad del Corán, será posible apoyarse en este para organizarlos como ejército y enviarlos a la lucha. Qutb desarrolla una teoría maniquea que establece una diferencia entre lo que es islamista y lo “tenebroso”. Para la CIA y el MI6, esa manipulación mental permite utilizar a los adeptos para controlar los gobiernos nacionalistas árabes y luego desestabilizar las regiones musulmanas de la Unión Soviética. La Hermandad Musulmana se convierte en vivero de innumerables terroristas, bajo el eslogan “Alá es nuestro objetivo. El Profeta es nuestro jefe. El Corán es nuestra ley. La Yihad es nuestra vía. El Martirio, es nuestro deseo.”
El pensamiento de Qutb es racional, pero no razonable. Despliega una retórica invariable (Alá/Profeta/Corán/Yihad/Martirio), que nunca deja posibilidad de discusión. Plantea la superioridad de su propia lógica por sobre la razón humana.
La CIA organiza en la Universidad de Princeton un coloquio sobre “La situación de los musulmanes en la Unión Soviética”. Es una oportunidad para recibir en Estados Unidos una delegación de la Hermandad Musulmana, encabezada por uno de los jefes de la rama armada de la cofradía: Said Ramadan. En su informe, el oficial de la CIA a cargo del seguimiento señala que Ramadan no es un extremista religioso, sino más bien un fascista, lo cual es una manera de subrayar el carácter exclusivamente político de la Hermandad Musulmana. El coloquio termina con una recepción en la Casa Blanca, con el presidente Eisenhower, el 23 de septiembre de 1953. Así queda sellada la alianza entre Washington y el yihadismo.
La CIA, que había vuelto a crear la cofradía para utilizarla contra de los comunistas, comienza por servirse de ella para ayudar a los nacionalistas. En aquella época, los representantes de la CIA en el Medio Oriente eran antisionistas provenientes de la clase media. Pero fueron rápidamente desplazados por altos funcionarios de origen anglosajón e ideología puritana, que venían de las grandes universidades y eran favorables a Israel. Washington entró entonces en conflicto con los nacionalistas y la CIA volvió la Hermandad Musulmana en contra de ellos.
Said Ramadan había estado al frente de algunos combatientes de la cofradía durante la breve guerra contra Israel, en 1948, y después había ayudado a Sayyid Abdul Ala Maududi a crear en Pakistán la organización paramilitar de la Jamaat-i-Islami. En aquel momento, se trataba de fabricar una entidad islámica para que los musulmanes de la India constituyeran un nuevo Estado: el actual Pakistán. La Jamaat-i-Islami incluso redactará la Constitución pakistaní. Said Ramadan se casa con la hija de Hassan al-Banna y se convierte en el jefe de la rama armada de la nueva “Hermandad Musulmana”.
En Egipto, después de haber participado en el golpe de Estado de los Oficiales Libres del general Mohamed Naguib –con Sayyid Qutb como agente de enlace–, los miembros de la Hermandad Musulmana reciben la misión de eliminar al líder de ese movimiento, Gamal Abdel Nasser, quien ha entrado en conflicto con Naguib. No sólo fracasan, el 26 de octubre de 1954, sino que Nasser toma el poder, reprime la Hermandad Musulmana y pone a Naguib bajo prisión domiciliaria. Sayyid Qutb será ahorcado años más tarde.
Ya prohibida en Egipto, la Hermandad Musulmana se repliega hacia las monarquías wahabitas –Arabia Saudita, Qatar, el emirato de Charja– y Europa –Alemania, Francia y el Reino Unido, además de la neutral Suiza. En esos países se acoge siempre a sus miembros como agentes occidentales que luchan contra la naciente alianza entre los nacionalistas árabes y la Unión Soviética. Said Ramadan recibe un pasaporte diplomático jordano y en 1958 se instala en Ginebra, desde donde dirige la desestabilización del Cáucaso y del Asia Central, campaña que se desarrolla simultáneamente en Pakistán-Afganistán y en el entonces soviético valle de Ferganá. Por otro lado, logra controlar la Comisión a cargo de la edificación de una mezquita en Munich, lo cual le permite supervisar a casi todos los musulmanes de Europa occidental. Con ayuda del American Committee for the Liberation of the Peoples of Russia (AmComLib), o sea de la CIA, dispone además de Radio Liberty/Radio Free Europe –directamente financiada por el Congreso estadounidense– para divulgar el pensamiento de la Hermandad Musulmana [3].
Después de la crisis del Canal de Suez y del espectacular cambio de posición de Nasser, quien se pone del lado de los soviéticos, Washington decide dar apoyo ilimitado a la Hermandad Musulmana contra los nacionalistas árabes. Un alto cuadro de la CIA, Miles Copeland, recibe la misión –que resulta infructuosa– de escoger en el seno de la cofradía una personalidad capaz de desempeñar en el mundo árabe un papel equivalente al del pastor Billy Graham en Estados Unidos. Habrá que esperar hasta los años 1980 para encontrar un predicador con esas características: el egipcio Yussef al-Qaradawi.
En 1961, la Hermandad Musulmana se vincula a otra sociedad secreta, la Orden de los Naqchbandis, una especie de masones musulmanes que mezclan iniciación sufista y política. Uno de los teóricos indios de los Naqchbandis, Abu al-Hassan Ali al-Nadwi, publica un artículo en la revista de la Hermandad Musulmana. La Orden de los Naqchbandis es antigua y está presente en numerosos países. En Irak, el Gran Maestro de los Naqchbandis no es otro que el futuro vicepresidente Ezzat Ibrahim al-Duri. En 1982, al-Duri apoya la intentona golpista de la Hermandad Musulmana en Siria y más tarde la “campaña de regreso a la Fe” organizada por el presidente iraquí Saddam Hussein para devolver una identidad a su país, después de instaurarse la zona de exclusión de vuelo impuesta por los occidentales. En Turquía, el papel de la Orden de los Naqchbandis será más complejo. Allí tendrá como responsables tanto a Fethullah Gullen –fundador del Hizmet– como al presidente turco Turgut Ozal (en el cargo de 1989 a 1993) y al primer ministro Necmettin Erbakan (en el cargo de 1996 a 1997), fundador del Partido de la Justicia (AKP) en 1961 y de la Milli Gorus en 1969. En Afganistán, el ex presidente Sibghatullah Mujaddidi (en el cargo en 1992) fue Gran Maestro de la Orden de los Naqchbandis. En Rusia, en el siglo XIX, la Orden había sublevado Crimea, Uzbekistán, Chechenia y Daguestán contra el poder del Zar. Pero no hay más noticias de la Orden en Rusia hasta que se produce el derrumbe de la Unión Soviética. Lo mismo sucede en la región autónoma china de Xinjiang (Sinkiang). La cercanía entre la Hermandad Musulmana y los Naqchabandis se estudia raramente debido a la oposición entre el principio de los islamistas a la mística y a las órdenes sufistas en general.
En 1962, la CIA empuja Arabia Saudita a crear la Liga Islámica Mundial (también llamada Liga Musulmana Mundial) y a financiar tanto la Hermandad Musulmana como la Orden de los Naqchbandis, en contra de los nacionalistas y de los comunistas [4]. La Liga Islámica Mundial es financiada en sus inicios por la Arabian-American Oil Company (Aramco). Entre la veintena de miembros fundadores de la Liga se cuentan 3 teóricos islamistas ya mencionados anteriormente: el egipcio Said Ramadan, el pakistaní Sayyid Abul Ala Maududi y el indio Abu al-Hasan Ali al-Nadwi.
De hecho, Arabia Saudita, que gracias al comercio del petróleo entra repentinamente en posesión de enormes sumas de dinero, se convierte en el padrino de la Hermandad Musulmana a nivel mundial. En su propio país, donde casi nadie sabe leer ni escribir, la monarquía saudita pone el sistema de enseñanza escolar y universitaria en manos de la cofradía. La Hermandad Musulmana se ve obligada a adaptarse a sus benefactores: el requisito saudita de obediencia al rey impide a los adeptos de la cofradía jurar fidelidad al Guía General de la cofradía. En todo caso, estos se organizan alrededor de Mohamed Qutb, el hermano de Sayyid, siguiendo dos tendencias diferentes: una que reúne a los miembros sauditas de la Hermandad Musulmana y otra conformada por los “sururistas”. Estos últimos, que son sauditas, tratan de establecer una síntesis entre la ideología política de la cofradía y la teología wahabita. La secta wahabita, que cuenta entre sus miembros a la familia real saudita, es portadora de una interpretación del islam surgida del pensamiento beduino, iconoclasta y antihistórico. Hasta el momento en que comenzó a disponer de petrodólares, esa secta preconizaba el anatema contra las escuelas musulmanas tradicionales, que a su vez la consideraban herética.
En realidad, la política de la Hermandad Musulmana y la religión wahabita no tienen nada en común, pero son compatibles, exceptuando el hecho que el pacto que vincula a la familia de los Saud con los predicadores wahabitas no encaja en la cofradía: la idea misma de una monarquía de derecho divino contradice la sed de poder de la Hermandad Musulmana. Ambas partes llegan entonces a un acuerdo: la familia Saud respaldará a la Hermandad Musulmana en todas partes del mundo, con la condición de que esta se mantenga al margen de la política en Arabia Saudita.
El respaldo de los wahabitas sauditas a la Hermandad Musulmana da lugar a una rivalidad suplementaria entre Arabia Saudita y los otros dos emiratos wahabitas, que son Qatar y el Emirato de Charja.
De 1962 a 1970, los miembros de la Hermandad Musulmana participan en la guerra civil en Yemen del Norte, donde tratan de reinstaurar la monarquía, junto a Arabia Saudita y el Reino Unido y en contra de los nacionalistas árabes, de Egipto y de la URSS. Ese conflicto prefigura lo que sucederá después, a lo largo de medio siglo.
En 1970, Gamal Abdel Nasser logra un acuerdo entre las facciones palestinas y el rey Hussein de Jordania, poniendo fin al “septiembre negro”. Nasser muere la noche misma en que la Liga Árabe ratifica el acuerdo. Oficialmente, sufrió una crisis cardiaca, pero es mucho más probable que haya sido asesinado. Nasser tenía 3 vicepresidentes, uno de izquierda –extremadamente popular–, un centrista –muy conocido– y un conservador designado a pedido de Estados Unidos y de Arabia Saudita: Anwar el-Sadat. Sometido a fuertes presiones, el vicepresidente de izquierda se declara indigno de ocupar la presidencia. El vicepresidente centrista prefiere abandonar la política y Sadat es designado candidato de los nasseristas. Es el drama típico de numerosos países: el presidente escoge un vicepresidente entre sus rivales, para ampliar su base electoral, pero cuando muere, ese vicepresidente lo reemplaza y echa por tierra su legado.
Sadat, que durante la Segunda Guerra Mundial había servido al Reich y siente gran admiración por el Fuhrer, es un militar ultraconservador y que, como hombre de confianza de Sayyid Qutb, servía como agente de enlace entre la cofradía y los Oficiales Libres. En cuanto llega al poder, libera a los miembros de la Hermandad Musulmana que Nasser había metido en la cárcel. Llamado el “presidente creyente”, Sadat es un aliado de la cofradía en todo lo que tiene que ver con la islamización de la sociedad (la “revolución de la rectificación”), pero se convierte en su rival cuando eso significa algún beneficio político para él. Esta relación ambigua se hace patente con la creación de 3 grupos armados, que no son escisiones de la cofradía sino unidades exteriores que obedecen a ella: el Partido de la Liberación Islámica, la Yihad Islámica del jeque Omar Abdul Rahman, y Excomunión e Inmigración (el “Takfir”). Estos tres grupos dicen seguir instrucciones de Sayyid Qutb. Cuando la Yihad Islámica, armada por los servicios secretos, emprende ataques contra los cristianos coptos, el “presidente creyente”, lejos de tratar de instaurar la paz, acusa a los coptos de sedición y encarcela al Papa de esa confesión y a 8 de sus obispos. En definitiva, Sadat interviene en la dirección de la cofradía y se pone del lado de la Yihad Islámica y en contra del Guía General, cuyo arresto ordena [5].
Siguiendo instrucciones del secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, Sadat convence a Siria de que se una a Egipto para atacar Israel y restaurar los derechos de los palestinos. El 6 de octubre de 1973, los ejércitos de Egipto y Siria inician un movimiento de tenaza sobre Israel, en plena conmemoración judía de Yom Kipur. El ejército egipcio cruza el Canal de Suez mientras que el de Siria ataca desde la meseta del Golán. Pero Sadat despliega su cobertura antiaérea sólo parcialmente y detiene el avance de su ejército 15 kilómetros al este del Canal, mientras que los israelíes arremeten contra los sirios. Viendo que han caído en una trampa, los sirios denuncian la existencia de un complot. Sólo cuando los reservistas israelíes ya están en pie de guerra y cuando el ejército sirio está rodeado, Sadat ordena a su ejército simular que reinicia su avance… y después lo detiene para negociar un alto al fuego. Ante la traición egipcia, los soviéticos –que ya habían perdido un aliado con la muerte de Nasser– amenazan a Estados Unidos y exigen un cese inmediato de las hostilidades.
Cuatro años después, siguiendo adelante con el plan de la CIA, el presidente Sadat viaja a Jerusalén y firma una paz separada con Israel en detrimento de los palestinos. Así queda sellada la alianza entre la Hermandad Musulmana e Israel. Todos los pueblos árabes denuncian esta traición y Egipto es excluido de la Liga Árabe, que traslada su sede a Argel.
En 1981, Washington decide pasar la página. La Yihad Islámica recibe orden de liquidar a Sadat, quien ya ha dejado de ser útil. El presidente egipcio es asesinado en medio de un desfile militar, cuando el Parlamento se disponía a proclamarlo “Sexto Califa”. Entre las personas que se hallaban en la tribuna oficial, se cuentan 7 muertos y 28 heridos, pero el vicepresidente Hosni Mubarak, que estaba sentado junto al presidente, sale ileso. De todos los presentes en la tribuna oficial, el general Mubarak era el único que portaba un chaleco blindado. Mubarak será el sucesor del “presidente creyente” y la Liga Árabe ya puede volver al Cairo.
Notas
[1] «El ideólogo de la Hermandad Musulmana, Sayyid Qutb, era francmasón», Red Voltaire, 28 de mayo de 2018.
[2] America’s Great Game: The CIA’s Secret Arabists and the Shaping of the Modern Middle East, Hugh Wilford, Basic Books (2013).
[3] A Mosque in Munich: Nazis, the CIA, and the Rise of the Muslim Brotherhood in the West, Ian Johnson, Houghton Mifflin Harcourt (2010). Edición en francés: Une Mosquée à Munich : les nazis, la CIA et la montée des Frères musulmans en Occident [En español, Una mezquita en Munich: los nazis, la CIA y el ascenso de la Hermandad Musulmana en Occidente], Jean-Claude Lattès (2011).
[4] Dr. Saoud et Mr. Djihad. La diplomatie religieuse de l’Arabie saoudite, Pierre Conesa, préface d’Hubert Védrine, Robert Laffont (2016).
[5] Histoire secrète des Frères musulmans, Chérif Amir, préface d’Alain Chouet, Ellipses (2015).
Fuente:
Thierry Meyssan — La Hermandad Musulmana como cofradía de asesinos.