En un artículo publicado por Strategic Culture Foundation, la analista Sonja van den Ende analiza un informe reciente del destacado centro de pensamiento estadounidense, Rand Corporation, según el cual ante la derrota inminente en su guerra delegada contra Rusia en Ucrania, Estados Unidos buscaría alimentar el margen de manipulación y posibles golpes de Estado a través de un escenario de posguerra de “línea blanda”.
Un informe reciente de Rand Corporation, un destacado centro de pensamiento estadounidense, sugiere que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN están perdiendo otra guerra delegada, esta vez en Ucrania, tras los reveses anteriores en Afganistán, Siria e Irak.
“Aunque no se vislumbra el final de la guerra entre Rusia y Ucrania en el momento de escribir estas líneas, a finales de 2023, los responsables políticos estadounidenses deberían empezar a considerar ya la estrategia de posguerra en Rusia”, advierte el informe.
Los autores desarrollan dos escenarios mundiales de posguerra, definidos por el resultado de la guerra y el carácter del entorno internacional en general: un mundo “menos favorable” y un mundo “más favorable”. También proponen dos opciones ideales para la estrategia de posguerra de Estados Unidos hacia Rusia, una de línea “dura” y otra de línea “menos dura”, que le permitiría a Estados Unidos conservar un margen de manipulación y posibles golpes de Estado.
El informe considera un aumento de la presencia militar estadounidense en Europa desde la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania, con despliegue de tropas y armamento. Los líderes europeos, atrapados en una ola de retórica bélica, están expresando su preocupación por una posible invasión rusa, reclutando tropas e incluso explorando métodos de reclutamiento no convencionales como los migrantes, y se espera que los líderes europeos presionen para que Estados Unidos apoye a Ucrania, enfrentándose a problemas de financiación y al posible rechazo de la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos.
El informe concluye que la presunta hegemonía occidental se está desmoronando, y el impulso a un nuevo sistema energético es un intento de debilitar a Rusia apuntando a su economía dependiente del petróleo y el gas, escalando aún más las tensiones hacia una nueva Guerra Fría o, potencialmente, una guerra caliente.