Tampoco Abraham, Isaac, Jacob ni el resto los patriarcas antiguos. Pero esto de ninguna manera se considera una catástrofe o un disgusto para la nación de Israel. Pues la ciencia tenía que desvelar la verdad y completar la historia del pueblo. De este modo, ahora se sabe que los personajes históricos reales aparecieron sólo hasta tiempos del rey David, en el año 1000 a.C. Y los personajes anteriores al mencionado rey, que surgieron en el año 2100 a.C., fueron en su mayoría héroes nacionales falsos creados con el fin de dar cohesión a un pueblo totalmente dividido, tanto en geográficamente como en costumbres, como lo fue Israel y Judá. Y no sólo eso, sino que tampoco hay evidencias sobre la existencia de israelitas antiguos en Egipto. Según la arqueología moderna, la situación de Canaán en la supuesta fecha de la conquista, entre 1230 y 1220 a.C. es totalmente distinta a la que las sagradas escrituras aluden, ya que la famosa ciudad de Jericó ni siquiera existía en el siglo XIII a.C. De este modo, son al menos cuatro argumentos estrictamente arqueológicos los que desmantelan la mentira sobre Moisés, la tabla de los Mandamientos y el éxodo judío: (1) Tras 200 años de investigaciones en el terreno de la egiptología, no se encontró ninguna referencia escrita en Egipto que se refiera a los hebreos o al pueblo de Israel como un pueblo esclavo que después se liberó. (2) Falsas Cronologías: La estela de Merneptah, la única mención que hay de un Israel antiguo, nos remite al año 1210 y no al 1430-1420 que es la fecha atribuida en el Antiguo Testamento para la gran epopeya de los hebreos, es decir que hay 200 años de diferencia entre una fecha y la otra. (3) Falta de vestigios en las otras regiones. La arqueología tampoco encontró vestigio alguno de los hebreos ni en Gosén, ni en la Península del Sinaí y mucho menos en el monte Sinaí que le da el nombre a la península. Lo que significa que ningún dios le dio a ninguna persona una tabla de mandamientos escritos en piedra. (4) Las motivaciones políticas de Judá en el siglo VII a.C., explican la necesidad de crear la mentira del éxodo de Moisés. Esto se explica por la situación de Judá en el siglo VII a.C., cuando el Rey Josías necesitaba reunir el reino del norte (Israel), con el reino del sur (Judá), de manera urgente para defenderse de sus enemigos. Este y otros interesantes temas sobre la historia bíblica son analizados a fondo por el teólogo y catedrático Carlos Enrique Delfino en el seminario La verdad sobre La Biblia, el cual se imparte a través de el medio de comunicación Vida Coherente. La próxima clase se titula: La Verdad sobre la Biblia IV: Israel, Judá y la Construcción de la Historia Bíblica, y está programada para el viernes 12 de octubre. Para suscribirte y obtener mayores informes, puedes visitar el sitio web de Vida Coherente, A.C.
Introducción
La arqueología moderna y no tan moderna, como la egiptología que comenzó en el siglo XIX, han revelado ante los ojos dudosos de la mayoría, una espectacular discrepancia entre la Biblia y la situación de Canaán en la supuesta fecha de la conquista, entre 1230 y 1220 a.C. No son dos días, sino dos siglos de intensas excavaciones y estudios de los restos de la antigua civilización egipcia, que nos han ofrecido una cronología detallada de los sucesos, personalidades y lugares de la época de los faraones.
La primera aventura científica que podemos tomar como el inicio de la Egiptología fue la Expedición Bonaparte, este trabajo gigantesco terminó impreso en la Description de l’Egypt, desde 1809, en 24 volúmenes, así que hablamos de 200 años sobrados en el estudio de Egipto.
Asimismo, la narración del éxodo está llena de un cúmulo de referencias geográficas muy detalladas y muy concretas, más aún que las descripciones de los relatos patriarcales.
En las abundantes fuentes egipcias que describen la época del Imperio Nuevo en general y del siglo XIII en particular no hay referencias a los israelitas, ni siquiera un solo indicio.
La única referencia a Israel como un grupo humano residente ya en Canaán, es la estela (inscripción en piedra) del faraón Merneptah. Este faraón destruyó por completo al pueblo de Canaán en la campaña bélica de 1210 llevada a cabo contra los residentes cananeos que fueron masacrados por no pagar sus impuestos al faraón.
En contraste, no tenemos ninguna pista, ni siquiera una sola palabra, sobre israelitas antiguos en Egipto, ni en inscripciones monumentales sobre muros de templos, ni en inscripciones funerarias ni en papiros. Israel no aparece por ningún lado, ni como posible enemigo de Egipto, ni como amigo, ni como nación esclavizada: ¡No existieron en esa época y en ese lugar!
Asimismo, las repetidas prospecciones arqueológicas realizadas en todas las regiones de la península, incluida la zona montañosa de los alrededores del emplazamiento tradicional del monte Sinaí, junto al monasterio de Santa Catalina, sólo han proporcionado pruebas negativas: no se ha encontrado un solo fragmento, ninguna estructura o casa ni resto alguno de un campamento antiguo.
Mucho más al norte, ni Jericó estaba en su lugar en esa época. No fue sino hasta 200 años después que comenzó a crecer muy lentamente una población en ese lugar. Seicientos años después sí llegó a ser una gran ciudad, pero ese dato ya no nos sirve, pues las cronologías bíblicas no encajan.
De hecho, en el registro arqueológico de la península del Sinaí, en el supuesto momento del Éxodo en el siglo XIII a.C., no existe ningún tipo de prueba que confirme dicho evento. A modo de una súbita pero pavorosa revelación que deja a la luz una mentira respetada por más de 2600 años, dice el Dr. Norman Finkelstein que no se pudo encontrar:
“…ni siquiera un solo cascote dejado por alguna minúscula banda de hebreos asustados.” (Norman G. Finkelstein, 75-76).
Las técnicas arqueológicas modernas son capaces de hallar en todo el mundo huellas incluso de los escasísimos restos dejados por cazadores, recolectores y pastores nómadas. Así que el origen de los judíos está en otro lugar geográfico, eso sin entrar en la discusión que revela que la mayoría de la población que hoy en día se dice judía, en realidad son jázaros ashquenazíes con ADN turco-mongol, y por lo mismo no son originarios de la tierra actual de Israel, sino que provienen de la región de Jázaria, que en el año 652-1016 d. C. incluía parte de la Rusia moderna, Ucrania y una pequeña porción de lo que ahora es Kazajistán, en el área comprendida entre el Mar Caspio y el Mar Negro.
La manipulación de la historia con fines políticos
Las motivaciones políticas de Judá en el siglo VII a.C., explican la necesidad de crear la mentira del éxodo de Moisés. Esto se explica por la situación de Judá en el siglo VII a.C., cuando el Rey Josías necesitaba reunir el reino del norte (Israel), con el reino del sur (Judá), de manera urgente para defenderse de sus enemigos. La gran diferencia entre ambos era que en el reino del norte se continuaba adorando a los dioses cananeos, como Moloch, Baal y Asera. Mientras que en el sur se adoraba exclusivamente a Yahvé. No es casualidad que el primer mandamiento se refiera a la idolatría con respecto a un presunto dios único: Yahvé.
Fue el rey Josías en el siglo VII a.C., quien tuvo la iniciativa de completar una historia ancestral, compatible a la historia reciente, para que el reino del norte (Israel) se sintiera identificado y se uniera con el reino del sur (Judá, como una sola nación. Así que el Antiguo Testamento fue escrito en el siglo VII a.C., y no en el siglo –XIII como se creía. Las pruebas arqueológicas son indiscutibles, y están basadas en evidencias encontradas mediante nuevas tecnologías que no dan lugar a dudas.
Ahora bien, la epopeya heróica del Éxodo con la liberación de los israelitas de la servidumbre es tan importante que los libros bíblicos del Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio, nada menos que cuatro quintas partes de las escrituras fundamentales de Israel están dedicados a los transcendentales acontecimientos vividos en poco más de cuarenta años.
Durante esos años se produjeron los milagros de la zarza ardiente, las plagas, la división del mar Rojo, la aparición del maná en el desierto y la revelación de la Ley de Dios en el Sinaí, manifestaciones visibles del dominio de Dios sobre la naturaleza y la humanidad. El Dios de Israel, conocido hasta entonces únicamente por revelaciones privadas a los patriarcas, se muestra aquí a la nación como una divinidad universal. Pero la gran pregunta es: ¿se trata de algo realmente histórico?
No hay evidencia sobre la existencia de israelitas antiguos en Egipto
Tras 200 años de investigaciones en el terreno de la egiptología, no se encontró ninguna referencia escrita en Egipto que se refiera a los hebreos o al pueblo de Israel como un pueblo esclavo que después se liberó. La estela del faraón Merneptah, es la única fuente que menciona a los Israelitas como un pueblo cananeo que fue masacrado por la campaña militar del mencionado faraón en 1210 a.C. Dos años después el evento se escribió en piedra y hasta hoy los egipcios saben que Israel era un pueblo cananeo que se atrevió a pelear con las tropas de Merneptah y fue tan aniquilado, dice la piedra, que ni linaje les quedó.
¡Definidamente no! La arqueología ha desvelado una espectacular discrepancia entre la Biblia y la situación de Canaán en la supuesta fecha de la conquista, entre 1230 y 1220 a. de C.
Fueron 200 años de intensas excavaciones y estudios de los restos de la antigua civilización egipcia, que nos han ofrecido una cronología detallada de los sucesos, personalidades y lugares de la época de los faraones. La narración del éxodo está llena de un cúmulo de referencias geográficas muy detalladas y muy concretas, más aún que las descripciones de los relatos patriarcales.
En las abundantes fuentes egipcias que describen la época del Imperio Nuevo en general y del siglo XIII en particular no hay referencias a los israelitas, ni siquiera un solo indicio. Sabemos de grupos nómadas de Edom que entraban a Egipto desde el desierto. La estela (inscripción en piedra) del faraón Merneptah, se refiere a Israel como un grupo humano residente ya en Canaán, al cual destruyeron por completo en la campaña bélica de 1210, llevada a cabo en Canaan por el mencionado faraón.
En contraste, no tenemos ninguna pista, ni siquiera una sola palabra sobre israelitas antiguos en Egipto, ni en inscripciones monumentales sobre muros de templos, ni en inscripciones funerarias ni en papiros. Israel no aparece por ningún lado, ni como posible enemigo de Egipto, ni como amigo, ni como nación esclavizada: ¡No existieron en esa época y punto!
Asimismo, las repetidas prospecciones arqueológicas realizadas en todas las regiones de la península, incluida la zona montañosa de los alrededores del emplazamiento tradicional del monte Sinaí, junto al monasterio de Santa Catalina, sólo han proporcionado pruebas negativas: no se ha encontrado un solo fragmento, ninguna estructura o casa ni resto alguno de un campamento antiguo. Las técnicas arqueológicas modernas son muy capaces de hallar en todo el mundo huellas incluso de los escasísimos restos dejados por cazadores, recolectores y pastores nómadas.
De hecho, el registro arqueológico de la península del Sinaí presenta testimonios de una actividad pastoral en épocas como el tercer milenio a. de C. y los periodos helenístico y bizantino. En el supuesto momento del Éxodo, siglo XIII a.C., no existen, sencillamente, ese tipo de pruebas.
Falta de vestigios sobre la presencia hebrea en otras regiones
La arqueología tampoco encontró vestigio alguno de los hebreos ni en Gosén, ni en la Península del Sinaí y mucho menos en el monte Sinaí que le da el nombre a la península. Lo que significa que ningún dios le dio a ninguna persona una tabla de mandamientos escritos en piedra. Según la Biblia fue en el siglo XIII a.C. cuando se desarrollaron las acciones de conquista, pero la arqueología no encontró nada al respecto:
“Repetidas excavaciones y prospecciones realizadas en toda la zona no han proporcionado ni la más mínima prueba de actividad al final de la Edad del Bronce, ni siquiera un solo cascote dejado por alguna minúscula banda de hebreos asustados en fuga (Finkelstein, 75-76).”
Debemos comprender y tener muy en cuenta que no hay forma de equivocarse: Las técnicas arqueológicas modernas son capaces de hallar en todo el mundo huellas incluso de los escasísimos restos dejados por cazadores, recolectores y pastores nómadas. De hecho, el registro arqueológico de la península del Sinaí presenta testimonios de una actividad pastoral en épocas tan tempranas como el tercer milenio a.C. Pero en el supuesto momento del éxodo, sencillamente no existen ese tipo de pruebas y menos pruebas de actividad violenta.
La famosa ciudad de Jericó no existía en el siglo XIII a.C.
Otra prueba de todo este cuento, son Los hallazgos de Jericó, la cual supuestamente fue derribada en el siglo XIII a.C., de una manera impresionante, todos conocen el relato de las trompetas que derribaron muros. Pues bien, la arqueóloga Kathleen Kenyon que estuvo seis largos años excavando en el presunto lugar de Jericó, encontró que en el siglo XIII a.C., no había ninguna ciudad allí y mucho menos vestigios de destrucción. Parece ser que en el siglo XV, 200 años antes hubo allí una ciudad de Hicsos que fue destruida, no por los hebreos, y no hubo nada más hasta el siglo XI a.C. Es decir que ni 200 años antes del siglo XIII a.C., ni 200 años después hubo construcción alguna donde se supone que estaba la famosa ciudad de Jericó. Nada menos que Magen Broshi, el conservador emérito de los Manuscritos del Mar Muerto, afirmó: «La ciudad estuvo desierta desde principios del siglo XV hasta el siglo XI a.C.”.
En el siglo XIII a.C. lo que había en Canaán eran pequeñas ciudades sin fortificación y sin murallas que respondían a las órdenes del faraón. Además, cerca de Canaán había tribus de otros pueblos, como los propios amorreos. De este modo, si el faraón enviaba una cuadrilla para abastecerse de agua y alimentos, esta no corría mayor peligro pues la zona estaba patrullada.
En este contexto, lo relevante es que la ciudad de Jericó había sido un caso paradigmático en el que todos los historiadores estaban de acuerdo hasta hace poco tiempo. Según el paradigma de la historia oficial, “el pueblo de Israel, con trompetas y con el arca de la alianza, derrumbó la fortificación y los muros de Jericó para fundar la nación judía.” Sin embargo, la arqueóloga británica Kathleen Kenyon, quien se dedicó a excavar la ciudad de Jericó durante seis años, no encontró ninguna evidencia de destrucción para el siglo XIII a.C. en la ciudad.
El descubrimiento de Kenyon además fue verificado y respaldado por una gran cantidad de arqueólogos. Por ejemplo, el arqueólogo Magen Broschi, conservador de los Rollos del Mar Muerto en el Museo de Israel durante muchos años, dijo lo siguiente:
“La ciudad de Jericó estuvo desierta desde principios del siglo XV a.C. hasta el siglo XI a.C.”
Además, como ya se dijo, en esa zona no se usaban murallas porque era una provincia egipcia constantemente patrullada por los egipcios. Y no fue sino hasta el siglo XI a.C. que se fundó allí un pequeño asentamiento que era “pequeño y pobre, casi insignificante, y que no había sido fortificado.” Sólo siglos después se convirtió en la ciudad de Jericó, que a la postre fue una ciudad relativamente grande. Pero en el siglo XIII a.C. Jericó no existía, por lo que el relato de las sagradas escrituras no corresponde a la verdad histórica.
El propio Israel Finkelstein, arqueólogo judío de la Universidad de Tel-Aviv, reconoció que el relato bíblico es falso y que su difusión se debe a la necesidad de justificar la consolidación de la nación judía a través de un “relato” que la validara, aunque tal manipulación implicara usar elementos del siglo VII a.C. para hacerlos pasar como si fueran del siglo XIII a.C. Israel Finkelstein se expresó de este modo sobre el engaño de Jericó, que hasta la fecha (siglo XXI) sigue siendo motivo de guerras y otras abominaciones en la Tierra:
“La famosa escena de las fuerzas israelitas marchando con el Arca de la Alianza en torno a la ciudad amurallada y provocando el derrumbamiento de los poderosos muros de Jericó al son de las trompetas de guerra fue, por decirlo de alguna manera, un espejismo romántico de los narradores del siglo VII a.C.” (Fuente: Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman en La Biblia desenterrada, 2001)
Otra evidencia de la manipulación del Antiguo Testamento es que está plagado de relatos que hablan de camellos que eran usados como medio de transporte, desde los tiempos de Abraham en adelante. Lo cierto es que en el siglo XIII a.C. los camellos ni siquiera se habían domesticado:
“Los relatos bíblicos de Abraham, José y Jacob hablan de camellos domesticados que se utilizaban como animales de carga. Pero, ahora, arqueólogos demostraron que estos animales no fueron domesticados en la Tierra de Israel hasta siglos después de la época de los patriarcas (2.000-1.500 a.C.). Utilizando la datación por radiocarbono, expertos de la Universidad de Tel Aviv deteminaron el momento en el que los camellos domesticados llegaron al Levante sur, adelantando la estimación del siglo XII al IX a. C.” (Fuente: BBC – Los camellos anacrónicos de la Biblia)
Por lo tanto, de todo esto se puede concluir que si bien al pueblo judío le pareció normal manipular la historia para consolidarse como nación, para el resto de la humanidad esta siniestra ambición mentirosa constituye una prueba más de que hemos sido engañados durante toda la historia.
La disciplina científica conocida como historia, que tiene por objetivo contar la verdad sobre el pasado y el transcurrir de los tiempos, en realidad ha sido usada como un medio de programación por parte de las élites. Pues la historia siempre la escriben los vencedores. Pero también es cierto que ningún poder puede borrar completamente las pruebas empíricas, pues estas permanecen en su lugar por siglos y milenios en espera de historiadores y arqueólogos honestos que las desvelen y divulguen.
Hay otros problemas de sentido común, como la imposibilidad de cruzar entre 2.5 y tres millones de personas en un día el mar rojo, y luego en el desierto ¿Cómo se les daría de beber de un pozo sin que la mayoría no muera de sed? Para ese dios todo era posible, menos frenar la difusión de ese cuento de la epopeya del Éxodo, creado para intentar reunir a la cantidad de hebreos que, por estar dispersos, sufrieron la conquista y la humillación de otros imperios poderosos.
Entonces, definidamente el Éxodo no existió, pero: ¿Y la figura histórica de Moisés?
Falsas cronologías exponen que Moisés y Josué no fueron contemporáneos sino que los separaban 8 generaciones
La estela de Merneptah, la única mención que hay de un Israel antiguo, nos remite al año 1210 y no al 1430-1420 que es la fecha atribuida en el Antiguo Testamento para la gran epopeya de los hebreos, es decir que hay 200 años de diferencia entre una fecha y la otra. Además, la propia Biblia se contradice a sí misma, ya que Moisés y Aarón se consideraban la cuarta generación a partir de José (Éxodo 6:20), mientras que Josué es de la 12ª generación desde José (I Crónicas 7: 7-27), lo que significa que a Moisés y a Josué los separaban 8 generaciones, mientras que en el supuesto éxodo habían sido contemporáneos.
Estos errores en las genealogías no son menores, aunque son comunes cuando se está inventando una historia que jamás sucedió. Es decir que quienes escribieron todas estas mentiras ni siquiera tuvieron cuidado en hacer que la epopeya del éxodo y la conquista de Canaán (que fueron inventadas), coincidieran con las genealogías también inventadas.
Moisés no exisitó, es un héroe nacional creado con un propósito político
Aunque parece obvio que sin Éxodo no hay Moisés, muchos arqueólogos actuales, que están avanzando a grandes pasos, nos revelan la realidad sobre este personaje. La erudita que hace una síntesis bastante completa de estos descubrimientos, muchos de ellos literarios, aunque mucho más antiguos que la presunta época de Moisés, es la fundamentada escritora, teóloga y arqueóloga, Acharya, S.
“La leyenda de Moisés, más que ser la de un legislador hebreo histórico, se encuentra desde el Mediterráneo a la India, teniendo el personaje diferentes nombres y razas, dependiendo de la localidad: «Manou» es el legislador indio. «Nemo el legislador» que bajó las tablas de la Montaña de dios, procede de Babilonia. «Mises» se encuentra en Siria, donde fue rescatado de una cesta que flotaba en un río. Mises también tenía tablas de piedra sobre las que se escribieron las leyes, y una vara con la que hacía milagros, incluyendo la separación de las aguas y el llevar a su ejército a través del mar.”
Como podemos ver, son elementos muy comunes entre las culturas que estuvieron en contacto y, aunque parece extraño para la época, no solo hablamos de Egipto, Palestina y Mesopotamia, existen una cantidad de elementos culturales de lugares tan distantes como India.
“En Egipto el papel lo representó «Manes el legislador» y «Minos» era el reformador cretense. Jacolliot sigue la pista del Moisés original hasta el Manou de la india: «Este nombre de Manou no es un sustantivo que se aplica a un hombre en concreto; su significado en sánscrito es el hombre, por excelencia, el legislador. Es un título al que aspiraban todos los líderes en la antigüedad». Como a Moisés, a Krishna le dejó su madre en una cesta de cañas y lo abandonó a la deriva en un río, hasta que lo descubrió otra mujer. El Sargón acadio también fue abandonado en una cesta y dejado a la deriva para salvar su vida. De hecho, «el nombre Moisés es egipcio y viene de “MO”, la palabra egipcia para agua, y Moisés, que significa salvado del agua, podría aplicarse a cualquiera de estos héroes diversos salvados de las aguas, por ejemplo el conocido cuento egipcio llamado: el Naúfrago.”
Moisés no existe, no es un personaje histórico real, es un héroe nacional creado con un propósito específico más que justificado, de acuerdo a los arqueólogos judíos antes mencionados, por el bien de todo un pueblo que necesitaba defenderse de enemigos tan poderosos como el imperio neo-babilónico de Nabucodonosor II que, aprovechando estas debilidades, conquistó y deportó a Judá durante 50 largos años en el siglo VI a.C. El plan estaba bien pensado por el rey Josías, aunque a mediano plazo no funcionó, no logró la unidad.
Si no existió Moisés: ¿Qué hacemos con los 10 mandamientos?
Los 10 mandamientos no tienen validez ni son universales, ni son aplicables a cualquier época de la historia, pues fueron escritos en el siglo VII a.C. por el escriba de turno en Judá —en la época del rey Josías— por motivos exclusivamente políticos y no religiosos. Sin embargo, la línea de eruditos que los escribieron sin duda fue “sacerdotal-deuteronomista”, ya que ellos eran quienes se dedicaban a redactar las leyes y normas estrictas de toda índole: sanitarias, sociales y religiosas (algunas castigadas con muerte). Ellos no solo inventaron los 10 mandamientos, sino un montón de leyes para primero poner en orden el reino del norte y luego atraerlos al sur, a Jerusalén.
Los Mandamientos fueron concebidos para hacerlos pasar como si fueran del siglo XIII a.C., como si hubiesen sido escritos por orden de los inexistentes patriarcas Moisés y Josué en épocas del presunto éxodo, que tampoco existió. Por lo mismo, se escribieron con un propósito político específico, en un lugar específico y bajo un reinado muy especial, el de Josías, quien estaba muerto de miedo por los imperios que lo rodeaban. El plan de Josías ni siquiera funcionó, pues la tribu de Israel se quedó en el norte, y un siglo después la tribu de Judá fue conquistada y deportada por 50 años, por el imperio neo-babilónico de Nabucodonosor II.
Los arqueólogos judíos que participaron de estos hallazgos indiscutibles consideran que todo indica que sus antepasadas crearon estas mentiras porque “hicieron lo que había que hacer en el momento en que estaban forzados a hacerlo para sobrevivir.” Y eso es comprensible. Lo que resulta incomprensible es que que actualmente más de 2400 millones de personas cristianas respeten como “palabra de Dios” un código que no tiene validez alguna, y que solo lo hagan por tradición o conveniencia (incluso la conveniencia de no querer investigar por sí mismos). Por lo general hay intereses materiales de por medio, por lo tanto, jamás abandonarán sus creencias, ni con las pruebas en la mano.
Nadie en todo el mundo ha refutado estos hallazgos arqueológicos: ¿Qué sentirán saber que están en la mentira, pero que no pueden salir de ella porque la mentira les da de comer?
Moisés es mencionado como personaje real en todo el Nuevo Testamento, desde los evangelios en boca del propio Jesús, hasta en el Apocalipsis. Obviamente, los escritores del Nuevo Testamento estuvieron engañados toda su vida. La humanidad supo esto recién en la segunda mitad del siglo XX, antes de eso no había manera de saberlo. Una insignificante minoría asegura que todo es simbólico, algo que se vuelve totalmente irrelevante y ridículo ante los miles de millones de cristianos que lo creen de manera literal, incluyendo a los que escribieron el Nuevo Testamento.
La mayoría de los cristianos dirá que todo esto queda invalidado porque los mandamientos fueron “clavados en la cruz de Cristo”, refiriéndose a los evangelios y no tomando en cuenta que a Moisés se lo menciona como persona real en todo el Nuevo Testamento. Hay otros cuya doctrina acepta los mandamientos o uno de ellos específicamente, como es el caso de los que guardan un día de reposo dedicado a Dios. Ese es el cuarto mandamiento de una de las versiones (hay por lo menos dos) de los 10 mandamientos que circulan por el mundo. Vaya clase de martirio. ¿No les parece que ya es hora de ponerse a investigar, para eliminar estas mentiras inventadas desde hace más de 2600 años? Las verdades están por encima de cualquier conveniencia grupal o personal.
Las consecuencias de esto son tan impresionantes que es dudoso poder llegar a un acercamiento siquiera, trabajando todo el día, todos los días, durante años. 2400 millones de personas involucradas en la actualidad y cuasi infinitas más, si contamos desde los orígenes del cristianismo.
No hay un adjetivo aún creado que pueda describir el escándalo que este tema generará cuando una simple masa crítica de cristianos entienda que, lejos de ser esto un ataque es un descubrimiento irrefutable. Si alguno está en condiciones de refutarlo, lo esperamos con ansias en el seminario “La verdad sobre La Biblia” impartido por Vida Coherente S.C. Nadie más que nosotros quisiéramos que esto no fuera verdad, pero han sido tantos años de engaño que el sentimiento de haber sido traicionado es difícil de gestionar.
Moisés en el Nuevo Testamento
Aquí es donde cobra relevancia la hipótesis de Llogari Pujol, desde nuestro punto de vista la más coherente y mejor fundamentada, y tan obvia que no deja lugar a dudas. El Dr. Llogari afirma que todo el Nuevo Testamento fue “mandado a hacer” a eruditos en Egipto. Fueron necesariamente eruditos, porque todo fue escrito con la técnica de las simetrías. El aparato crítico tiene errores, pero son contados, especialmente cuando nos referimos a las genealogías contra los presuntos hechos históricos.
Un pequeño ejemplo es el del famoso “Padre Nuestro”, que es una parte de la “Oración del Ciego” encontrada en Egipto mil años antes que la versión que nos dieron a nosotros.
Oración del Ciego (aprox. 1300 a.C.):
El Dios de esta Tierra es el gobernante del horizonte, Dios es para hacer gran su nombre, lo Dedica a la adoración de su nombre, Da su existencia de Dios, El hará tu negocio, Su semejanza está sobre la Tierra, Dios es dado incienso y alimento ofrendas diarias, El Dios juzgará el verdadero y honesto y perdonará a nuestros deudores, Guarda contra la cosa que Dios abomina, me Preserva del mal, Dios es el rey del horizonte, de El poder, y de la gloria, Él aumenta, él quienquiera que lo aumenta, Permíteme que sea mañana como hoy.
Padre Nuestro (aprox. 33 d.C.):
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; efectúese tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Danos nuestro pan de cada día; y perdona nuestras ofensas, así como nosotros hemos perdonado a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
A partir del análisis de descubrimientos como este en particular, podemos afirmar con toda seguridad que todos los autores del Nuevo Testamento estaban convencidos de la existencia histórica de Moisés y del Éxodo ¿Y por qué no lo estarían si toda la humanidad creía en eso hasta la mitad del siglo sin ni siquiera dudarlo por un segundo?
Pero asunto se complica cuando los manipuladores hacen aparecer el nombre de “Moisés” en boca del mismo Jesús, que siendo Dios entre nosotros, debería saber que fue un personaje inventado; o cuando lo ponen en boca de profetas, como en el Apocalipsis, cuyas visiones supuestamente venían directamente de Dios… O simplemente no era así…
A continuación podemos ver a Dios magistralmente pintado por Giulio Romano, en el siglo XVI de nuestra era. Aunque no lo crean, muchos todavía se imaginan que Dios es así. En efecto, somos hijos de los mitos, de las leyendas y de los cuentos, y eso es comprensible, pues la gente tiene que vivir sin sobresaltos y buscar la calma y la seguridad para no pensar ni desvelarse investigando, o simplemente para dormir tranquilos como niñitos, como bebés… La pregunta es: ¿Hasta cuando? ¿Cuándo vamos a crecer? El sistema todavía nos tiene esclavizados porque nos negamos a dar el salto, nos negamos a crecer y a salir de la zona de confort, y no nos atrevemos a frenar a los controladores para que dejen de manejarnos, como siempre desde la antigüedad, a través de sus ridículas mentiras.
En los Evangelios sobran las referencias a Moisés:
Juan 3:14. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.
Mateo 17: 1-5. Seis días después, Jesús llevó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan a una montaña alta donde estaban solos. 2 Allí, frente a ellos, Jesús se transformó. Su cara comenzó a brillar como el sol, y su ropa se volvió tan blanca como la luz. 3 Entonces se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Jesús. 4 Pedro le dijo a Jesús: —Señor, qué bueno que estemos aquí. Si quieres hago tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 5 Mientras Pedro hablaba, una nube brillante los envolvió y desde la nube se escuchó una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado con el que estoy muy contento. ¡Escúchenlo!»
En las epístolas paulinas:
En el caso de las cartas de San Pablo y, para muestra un botón, nos queda muy claro que no solo Moisés es un personaje real, sino que el éxodo, algo que hoy sabemos a ciencia cierta que no sucedió (no existe una miserable prueba arqueológica en todo el supuesto periplo de Moisés), fue un acontecimiento histórico y cierto: Romanos 9:15-18. 15 Pues a Moisés dice: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. 18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.”
En hechos de los Apóstoles es más que claro:
Como cuenta esta historia, el mismo Esteban, mientras veía con sus ojos al mismo Jesús a la derecha del mismísimo Dios antes de ser lapidado, es un resumen de Moisés, los mandamientos y todo lo que no existió:
Hechos 7: 37-39. Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis. 38 Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos; 39 al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto.
Finalmente, el Apocalipsis nos muestra que los profetas también se equivocan. El Apocalipsis además de sugerir que uno de los dos testigos en el capítulo 11:6 es Moisés, por las aguas que convierte en sangre y las famosas plagas, en Apocalipsis 15:3, se lo menciona directamente: “Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios…”
Como se puede ver, y si sumamos las consecuencias de la nota anterior a estas, Moisés era demasiado importante para no existir. Desde el punto de vista de la teología bíblica tradicional, esto sería más violento que el que vio por primera vez explotar una bomba atómica, pero tan cierto es que las bombas atómicas existen, como que Moisés y el Éxodo son inventos del siglo VII a.C y no acontecimientos ni personajes reales del siglo XIII A.C.
Más nos valdría acostumbrarnos e investigar cada uno por sí mismo, pues las consecuencias todavía no terminan. Un síntoma evidente de los cambios de época en la historia humana, es que la gente comienza a darse cuenta que siempre habían vivido dentro de un mito, dentro de un cuento para mantenerlos controlados.
El viejo paradigma y sus creencias ya no cubren las necesidades básicas para las que fueron creadas. Cuando llega una revolución ideológica, luego de muchas contiendas con los defensores del antiguo paradigma, se instala el nuevo y todo cambia. Eso sucede con precisión matemática en todos lo ámbitos de la vida humana. ¿Por qué esta vez no nos ahorramos las contiendas, pues es penoso, cansado y alarga el sufrimiento, y en vez de ello permitimos que el nuevo paradigma se instale de forma tranquila? Ya no hay forma viable para sostener al cristianismo, que por donde se le mire se viene a pique entre mentiras y escándalos no sólo de anti-papas diabólicos, sino también entre escándalos de genocidio, corrupción, lavado de dinero, pedofilia y tráfico y sacrificio humano infantil.
Fuentes:
Carlos Enrique Delfino — Arqueólogos de la Universidad de Tel Aviv afirman que Moisés no existió.
Carlos Delfino — Nota 2: Si no existió Moisés: ¿Qué hacemos con los 10 mandamientos?
Carlos Delfino — Nota 3: Moisés en el Nuevo Testamento.
Reydekish — Historias de la antigüedad — Los diez mandamientos y el libro de los muertos.
Magonia — Juan José Benítez, en busca del Arca perdida.
BBC— Los camellos anacrónicos de la Biblia.
Mente Alternativa — Información prohibida: ¿Quiénes son realmente los judíos?
Mente Alternativa — Sacrificio de niños, ¿Una práctica religiosa tradicional en el antiguo Israel?
Carlos Enrique Delfino — Los atributos de la conciencia: Un camino hacia la felicidad.