Por José Luis Preciado
La guerra en Ucrania y el cambio del poder global
La guerra en Ucrania ha pasado de ser un conflicto regional a convertirse en un evento que redefine el equilibrio de poder global, al enfrentar al orden unipolar ultraglobalista de línea dura contra el multipolar, que el historiador Andrei Fursov llama “globalismo moderado”. Según las proyecciones actuales, el ejército ucraniano podría colapsar para el segundo semestre de 2025, marcando un punto de inflexión hacia un mundo multipolar. Rusia, con su paciencia estratégica y fortalecimiento militar, ha logrado resistir las sanciones y presiones de Occidente, posicionándose como una potencia clave en este nuevo escenario.
En su faceta unipolarista, las élites corporativas occidentales han intentado frenar este avance, adoptando estrategias para evitar una derrota completa. Sin embargo, sus recursos y capacidad de maniobra son limitados frente a la resistencia rusa. Este cambio en el panorama podría transformar las relaciones internacionales y el rol de las potencias tradicionales.
Donald Trump y su papel en la transición global
Donald Trump, con su estilo controvertido y su movimiento populista, representa un factor determinante en esta etapa de transición. Su retórica antioligárquica y anticorrupción ha captado la atención de millones, pero también genera dudas sobre su capacidad para liderar un cambio real.
Por un lado, Trump podría contener las reacciones de las élites corporativas occidentales, que podrían incitar una gran guerra para mantener su hegemonía global. Paradójicamente, su movimiento está influenciado en si mismo por intereses corporativos y emociones populistas, lo que podría dificultar la implementación de políticas coherentes.
El trumpismo es así un modelo repleto de contradicciones. Algunos de los analistas que impulsan la narrativa del “choque de civilizaciones” (como una lucha entre “el bien y el mal”) argumentan que esto se debe a que toda transición es inherentemente caótica, y, por ende, el paso hacia un orden multipolar no puede evitar estar plagado de inconsistencias. Sin embargo, yo sostengo que estas contradicciones obedecen a un diseño deliberado. Tanto el modelo trumpista como el ultraglobalista fueron manufacturados y son alimentados por la aristocracia occidental con el propósito de alternarlos y enfrentarlos entre sí, generando ventajas geoestratégicas a través de su colisión y síntesis, en el sentido dialéctico hegeliano del término.
En este marco, el ultraglobalismo representa la tesis de línea dura de las élites occidentales, mientras que el trumpismo actúa como el “Plan Alternativo” de algunas facciones de esta misma oligarquía. Este plan aparece como una estrategia multidimensional que les permite a dichas élites adaptarse al rediseño multipolar, a la vez que colar tantos elementos del modelo ultraglobalista como les sea posible, sin revelar tantas contradicciones. O, en una perspectiva aún más maquiavélica: buscan sintetizar lo peor de ambos modelos —el vertical y el horizontal— para consolidar la posición de poder de las élites de Occidente ante cualquier desenlace.
Es así que, en el nuevo modelo multipolar, con macroregiones económicas encabezadas por Estados-civilización (piénsese en estas macroregiones económicas como formaciones imperiales) las élites de Occidente intentan infiltrarse y dirigir cuantas macroregiones puedan, con el objetivo de abarcar más recursos y más territorios estratégicos, siempre con la batuta del modelo unipolar oculta en la otra mano, por si acaso se presenta la oportunidad de reintroducirlo a partir de una nueva conjugación futura.
Los riesgos de una gran guerra
Este rediseño del mundo, o “reparto de las cartas de la Historia” —como suele llamarlo el historiador Fursov parafraseando al historiador Fernand Braudel— implica asimismo los riesgos de una gran guerra, incluyendo un conflicto nuclear, si las élites occidentales no aceptan los cambios geopolíticos para el tipo de modelo multipolar que ellos desean. Una victoria rusa en Ucrania podría transformar profundamente Europa Occidental, tanto política como económicamente. En este contexto, la capacidad multidimensional de Trump para manejar estas tensiones será crucial.
La posibilidad de una escalada bélica no puede ser descartada. Si las élites occidentales optan por intensificar los conflictos en lugar de adaptarse al nuevo orden que buscan las élites no occidentales, el mundo podría enfrentarse a una crisis global sin precedentes. En ese sentido, sólo la Historia juzgará si Trump fue un catalizador para la paz o un factor que contribuyó a una escalada de tensiones.
El papel de Trump en esta transición global es fundamental, pero también lleno de incertidumbres. Su capacidad para mediar entre las élites occidentales y aceptar la realidad de un mundo multipolar podría determinar si vivimos una era de relativa paz o enfrentamos un conflicto global. Mientras el mundo observa con atención, queda claro que las decisiones tomadas en los próximos años tendrán repercusiones que moldearán el futuro del orden internacional. Y en este marco, el actor multdimensional Donald Trump tiene la capacidad de presentarse como héroe, villano o chivo expiatorios según cambien las necesidades geoestratégicas de las élites de Occidente.
Sobre el autor
José Luis Preciado es antropólogo, historiador y columnista en el portal de análisis geoestratégico Mente Alternativa.