Por José Luis Preciado
El reciente ataque en el Líbano, en el que casi 3,000 personas resultaron heridas tras la explosión simultánea de sus mensáfonos (también conocidos como buscapersonas, beepers o pagers), ha sido atribuido a Israel y se alega que fue dirigido contra Hezbolá. El ataque ha generado controversia, pues algunos lo califican como un acto guerra electrónica y terrorismo por afectar a civiles, incluidos niños, y sobre todo médicos y enfermeros. Sin embargo, la evidencia surgida y algunas filtraciones de inteligencia apuntan a que los verdaderos responsables se encuentran en los habituales epicentros del poder occidental.
Golden Apollo de Taiwán, el fabricante de los mensáfonos, señaló que los dispositivos en realidad fueron fabricados por un licenciatario europeo, que podría haber sido fácilmente infiltrado por la inteligencia israelí. Después de todo, Taiwán sólo es un reducto bajo control de Occidente.
Una fuente libanesa de alto rango citada por Reuters dijo que el Mossad colocó explosivos en los mensáfonos Gold Apollo “a nivel de producción”. Golden Apollo declaró que los mensáfonos fueron producidos por la firma europea BAC, con sede en Budapest, que tiene licencia para utilizar su marca. Por lo tanto, la infiltración del Mossad se produjo en Europa, facilitando el proceso a los sospechosos habituales.
Algunos canales de información afirman que la “única excepción al atentado fue el hospital de la Universidad Americana de Beirut (AUB por sus siglas en inglés)”, argumentando que “hace 10 días pidió a su personal que reemplazara sus mensáfonos”. Sin embargo, la información fue desmentida por el propio hospital, al aclarar que la actualización de su sistema de radiobúsqueda se llevó a cabo hace cinco meses:
«La infraestructura de nuestro sistema de radiobúsqueda se actualizó en abril de 2024. La puesta en marcha del nuevo sistema tuvo lugar el 29 de agosto de 2024. El objetivo de esta actualización era mejorar las comunicaciones de emergencia y de código, ya que varios dispositivos y sistemas se habían quedado obsoletos».
Según “una fuente de inteligencia rusa muy bien informada”, citada por Pepe Escobar —un analista vinculado al círculo del ideólogo Alexander Dugin—, Richard Moore, el jefe del MI6, ordenó a sus espías en Hungría poner explosivos en los mensáfonos en caso de que Hezbolá se “saliera de control”, y entregaron el código de alarma al Mossad para que no se activara en dispositivos de “amigos” de Israel.
Como es habitual, la prensa británica se ha dedicado a vociferar que el atentado fue sólo una sofisticada operación del Mossad, y que el MI6 no estuvo involucrado en absoluto. “El Mossad es la agencia de inteligencia exterior de Israel, equivalente en líneas generales a la CIA estadounidense o al MI6 británico, pero con competencias mucho más amplias” (sic), escribió el Corresponsal de seguridad de la BBC, Frank Gardner.
Y es así como se sigue nutriendo “la leyenda de la omnipotencia del Mossad”, que en realidad es delegada de las redes de inteligencia de la criptocracia del Occidente colectivo, gestionadas a través de sus lugartenientes aquí y acullá.
En este sentido, el analista Andrew Korybko es asertivo al señalar que el ataque en el Líbano forma parte de un conflicto más amplio, donde Israel ha lanzado operaciones contra objetivos en Gaza, Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen, en lo que se percibe como una guerra regional delegada entre Israel y el Eje de la Resistencia liderado por Irán, al que pertenece Hezbolá. El concepto de “Destrucción Mutua Asegurada” ha mantenido hasta ahora un equilibrio de poder entre ambos lados, evitando una guerra total, afirma Korybko. Sin embargo, el conflicto beneficia más al Eje de la Resistencia, ya que ha debilitado la reputación de Israel como líder militar invencible.
Israel ha recurrido a operaciones de inteligencia, como el asesinato del jefe político de Hamas en Teherán y ahora el ataque con buscapersonas, para debilitar a sus enemigos. Pero a lo largo de toda la historia bajo registro —y hasta la actualidad— Israel no ha sido más que un nodo estratégico creado, gestionado, financiado y utilizado por las élites ocultistas de Occidente para desestabilizar Oriente Medio y sabotear la integración euroasiática.
Por eso es que el ataque con mensáfonos ejerce un impacto geopolítico y psicológico significativo en el marco geoestratégico actual, conforme el decadente orden unipolar occidental busca provocar respuestas violentas que justifiquen la intervención del músculo imperial estadounidense, mientras los cerebros del imperio siguen conspirando desde Londres y Europa mediante su particular visión del reparto del mundo a través del caos, a la vez que se preparan para sacrificar a uno de sus chivos expiatorios prediltectos.