Por Executive Intelligence Review
Las histéricas advertencias actuales sobre un próximo cataclismo del cambio climático no son más que la última expresión de la religión antihumana del ecologismo moderno creada en las décadas de 1960 y 1970. Comparten con las falsas profecías de 1972 de “Los límites del crecimiento” tanto la intención de utilizar modelos supuestamente científicos para justificar objetivos políticos elegidos por otras razones, como un rechazo salvaje de la cualidad más característica de la especie humana. Esa cualidad es la creatividad que nos permite lograr a lo largo del tiempo histórico -en lo que son transformaciones esencialmente instantáneas desde el punto de vista del tiempo evolutivo- el desarrollo de nuevos recursos y una mejor capacidad para crear un entorno sintético más nutritivo.
El crecimiento antientrópico caracteriza al universo en su conjunto.
La era de los mamíferos sustituyó a la mayoría de los reptiles, muy inferiores, no por un acontecimiento externo, sino porque la vida de los mamíferos se caracterizó por una mayor intensidad energética que la de los reptiles, y por la creación de un entorno interno más estable (endotermia de sangre caliente) que soportaba reacciones bioquímicas más específicas y potentes.
La especie humana también desarrolla nuevos recursos mediante el descubrimiento de nuevos principios: la transformación del uranio, que pasó de ser una roca amarilla casi inservible a la forma más concentrada de combustible. También la especie humana desarrolla el entorno sintético mejorado de una plataforma de infraestructura física que permite que los negocios individuales y los procesos productivos prosperen en un medio de transporte eficiente, personas sanas y energía abundante.
Si hemos de aprender de la naturaleza, no es para tratar de mantener el estado actual de los climas, la flora y la fauna del mundo (que dista mucho de ser ideal). Una visión a más largo plazo revela una biosfera caracterizada por el cambio, por una intensidad de vida cada vez mayor.
Detener el crecimiento es destruir la sociedad. Lyndon LaRouche polemizó brillantemente contra Los límites del crecimiento precisamente sobre esta base, y escribió décadas después sobre la característica del crecimiento económico:
“En general, la productividad potencial de una economía está limitada en su parte superior por la densidad energética de los modos básicos de producción de energía utilizados por esa economía. Cuanto mayor es la densidad energética, más barata puede ser la energía en términos de costes sociales de producción de energía, y más abundante es la energía disponible para expandir la economía. El avance paso a paso desde una economía de energía de fisión a gran escala hacia una economía de energía de fusión, es la única vía de desarrollo que permite a nuestra nación y al mundo aumentar la tasa efectiva de formación de capital en el próximo siglo y más allá. Es la única política que conduce al éxito de la supervivencia de nuestra civilización”.
La naturaleza y el alma humana gritan: ¡el progreso es la sustancia más verdadera!
Los malvados locos que intentan, hoy, crear un imperio global, como mecanismo de aplicación del aplastamiento de la energía y la productividad inherente a sus llamados objetivos “climáticos”, están intentando lo imposible. La humanidad no puede dejar de crecer, sin dejar de existir como humanidad. Aunque este moderno imperialismo financiero-“medioambiental” británico no puede tener éxito, la cuestión que se nos plantea es si rechazaremos sus falsos ídolos y lideraremos un renovado y apasionado movimiento cultural basado en el ser humano imago viva Dei.
Fuente:
Executive Intelligence Review: There Are No Limits to Growth in an Anti-Entropic Universe.
