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El CFR de los Rockefeller quiere reconstruir las Fuerzas Armadas de EE.UU. para competir con China

Los esfuerzos del CFR revelan que el establishment estadounidense está decidido a adaptar sus estructuras militares e industriales a los nuevos retos geoestratégicos, especialmente ante la reconfiguración de la rivalidad entre grandes potencias, con el objetivo de mantener la hegemonía global de Estados Unidos, incluso por medios militares.

Nota del editor: A fines de los años 30, las Fundaciones Ford y Rockefeller empezaron a financiar al Consejo de Relaciones Exteriores (CFR). Durante la Segunda Guerra Mundial, el CFR ganó mayor influencia en el gobierno y el Departamento de Estado, con estudios totalmente financiados por la Fundación Rockefeller. Actualmente, el CFR dirige el Programa de Estudios David Rockefeller, que impacta en la política exterior mediante recomendaciones a la administración presidencial, testimonios ante el Congreso, interacción con medios y publicaciones especializadas. Como ha señalado el historiador Matthew Ehret, el CFR no es más que la rama estadounidense del Instituto Real de Asuntos Internacionales del Reino Unido (también conocido como Chatham House), un centro de pensamiento de la corona británica que estableció sucursales hermanas en Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Sudáfrica. En 1921, el CFR contaba con una plantilla completa de becarios de Rhodes y fabianos adoctrinados, todos ellos leales a la visión de Rhodes. Este fue el grupo que intentó imponer un gobierno mundial bajo la Liga de las Naciones durante las décadas de 1920 y 1930.

 

Por Elena Panina

El presidente del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) de los Rockefeller, Michael Froman, informó  que el 19 de mayo “convocó una reunión en una sala de conferencias segura del Estado Mayor Conjunto, ubicada en lo profundo del Pentágono”.

A dicha reunión asistieron los jefes de todos los servicios militares de Estados Unidos: el Jefe del Estado Mayor del Ejército, general Randy George; el Comandante del Cuerpo de Marines, general Eric Smith; el Jefe de Operaciones Navales, almirante James Kilby; el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, general David W. Allwine; el Jefe de Operaciones Espaciales de la Fuerza Espacial, general B. Chance Saltzman; y el Comandante interino de la Guardia Costera, almirante Kevin Landay.

El tema central fue la reforma y transformación de las Fuerzas Armadas estadounidenses y del complejo militar-industrial, abordando seis áreas clave:

  • Reestructuración de las Fuerzas Armadas para enfrentar nuevos desafíos. Por ejemplo, el Cuerpo de Marines ha pasado de centrarse en operaciones de contrainsurgencia y antiterrorismo a adoptar capacidades anfibias, consideradas altamente eficaces para posibles enfrentamientos en aguas litorales, como las del entorno marítimo chino.
  • Despliegue de fuerzas en teatros prioritarios. Se debatió si Estados Unidos debería reducir su enfoque en Europa y Oriente Medio para centrarse más en la región del Indo-Pacífico.
  • Nueva relación entre los sectores militar y privado. Los sistemas avanzados, como el escudo antimisiles Golden Dome, se desarrollarán sobre arquitecturas abiertas y compatibles. Se destacó el caso de un “equipo de combate de brigada móvil” en Europa que, gracias al uso de drones y nuevas tácticas, resultó ser un 300% más letal que otras unidades.
  • Reformas en el proceso presupuestario. Se planteó la necesidad de mayor flexibilidad para transferir fondos entre sistemas, adoptar presupuestos plurianuales en lugar de decisiones a corto plazo y eliminar programas obsoletos con mayor agilidad.
  • Estado de la base industrial de defensa, que se ha reducido notablemente desde el fin de la Guerra Fría. Se señaló una escasez crítica de capacidades, especialmente en el ámbito naval. Por ejemplo, la Guardia Costera solo dispone de un rompehielos pesado, el Polar Star, que ya cuenta con 50 años. En contraste, el potencial de construcción naval de China supera en 200 veces la capacidad estadounidense.
  • Gestión del capital humano militar. Se subrayó la necesidad de reclutar, retener, promover, motivar y empoderar a los mejores hombres y mujeres del servicio militar, considerado el recurso más valioso de las Fuerzas Armadas.

Estos esfuerzos revelan que el establishment estadounidense está decidido a adaptar sus estructuras militares e industriales a los nuevos retos geoestratégicos, especialmente ante la reconfiguración de la rivalidad entre grandes potencias, con el objetivo de mantener la hegemonía global de Estados Unidos, incluso por medios militares.

Es revelador lo que Froman eligió expresar públicamente. El cambio de enfoque hacia el Indo-Pacífico, en detrimento de Europa y Oriente Medio, fue presentado con matices polémicos. El ejemplo del “equipo de combate 300% más letal en Europa” alude directamente a esa reorientación estratégica. Esto coincide, al menos en parte, con análisis previos.

A lo largo del informe se evidencian omisiones significativas, especialmente en cuanto al desarrollo de la base industrial militar. Es evidente que a Estados Unidos le tomará décadas cerrar la brecha con China en este aspecto, y que China tampoco permanecerá pasiva. Por tanto, es improbable que EE.UU. logre imponerse en una competencia lineal, lo que sugiere que el establishment optará por medidas más sofisticadas para enfrentar este desafío estratégico.

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