EEUU lucha con los fantasmas de su declive ante el ascenso irresistible de Rusia y China. En su número de marzo/abril de 2020 sobre ‘¿Regresa a casa EEUU?’, Foreign Affairs, revista del influyente Council On Foreign Relations, publica seis ensayos al respecto. Entre ellos, destaca el de Graham Allison de la Escuela Kennedy de Harvard sobre las esferas de influencia que EEUU deberá compartir con Rusia y China.
por Alfredo Jalife-Rahme
Aquí una pequeña síntesis de los seis ensayos:
1. La locura de la retracción: ¿por qué EEUU no puede retirarse del mundo?
Escrito por Thomas Wright, un fanático del orden liberal internacional del Brookings Institution y proclive a correr el riesgo al borde del precipicio como denota su libro Todas las medidas al borde de la guerra: la contienda por el siglo XXI y el futuro del poder estadounidense. Wright juzga que “un retiro de EEUU de Europa o Asia es más probable que envalentone a los poderes regionales” y reitera la cantaleta bélica sobre el “desafío chino”.
La única concesión que otorga es poner fin al involucramiento de EEUU en Afganistán, “su guerra más prolongada”,donde se encuentran 13.000 tropas estacionadas mientras se pronuncia contra el “abandono de las fuerzas estadunidenses de Irak y Siria”, lo cual “provocaría el resurgimiento de los yihadistas”, por lo que su “retracción” debe ser “selectiva”. Enfatiza una “revolución en la estrategia de EEUU” que “debe continuar jugando su rol como proveedor de seguridad en los asuntos globales”.
2. El precio de la primacía: por qué EEUU no debe dominar el mundo
Pieza de Stephen Wertheim, del Instituto Quincy y la Universidad de Columbia. Considera que “el Ejército de EEUU es más costoso que los siguientes siete ejércitos combinados” y Propone su receta para “arreglar la globalización buscando transformarla en una fuerza gobernable y sustentable, que proteja el ambiente y difunda la riqueza en forma equitativa y promueva la paz”. Mientras, “los intereses de EEUU deben estar relacionados a las realidades domésticas e internacionales de 2020 en lugar a los de 1947”.
La estrategia de EEUU debe transformar la globalización que “trascienda el impase” entre el nacionalismo de “EEUU Primero” y la nostalgia por su “orden liberal internacional”. EEUU deberá finiquitar las guerras sin fin y no empezar nuevas ya que “se ha obligado formalmente a defender aproximadamente una tercera parte de los países del mundo (y de manera informal otras docenas) y mantener un archipiélago de más de 800 bases foráneas” por lo que tendrá que “desmilitarizar su política exterior”.
Propone, además, “cómo lidiar con China y Rusia” y asegura que “China no está encaminada a dominar el Este de Asia por la fuerza”.
Juzga que “las relaciones de EEUU con Rusia requieren un rediseño”, al tiempo que Rusia, con una “economía menor a la de Italia”, no es un aspirante creíble a la hegemonía en Europa y no necesita constituir una amenaza a la seguridad de EEUU. Este autor no tiene la menor idea del poderío militar ruso que se ha posicionado con su panoplia de armas hipersónicas como la primera potencia militar, de la confesión de los militares del Comando Estratégico. A nivel geoeconómico, cuando se mide el PIB por su poder adquisitivo, Rusia se encuentra prácticamente empatada con Alemania en el quinto lugar.
3. Verificación de la realidad: el poder estadounidense en la era de las restricciones
De Jennifer Lind, del Colegio Dartmouth e investigadora del británico Chatham House, y Daryl G.Press del Colegio Dartmouth. Ante las “tentaciones de la primacía”, aceptan que la “influencia de Washington se desvanece”, mientras que “sus costos se incrementan”. Aducen que “una de las fuentes del cambio geopolítico es Rusia” que “de varias formas constituye un impedimento improbable a la supremacía de EEUU” ya que “no es una sociedad próspera ni una potencia creciente” cuando “su población se contrae y envejece” y “es casi totalmente dependiente de sus ingresos del petróleo” que “no son señales de innovación y crecimiento”.
Acusan a Rusia de que, mediante sus guerras contra Georgia y Ucrania, ha impedido la integración de estos países al “orden apuntalado por EEUU”, y “ha creado divisiones entre Washington y sus aliados europeos”. Arremeten contra la “difusión desinformativa” que usa Rusia para “explotar las vulnerabilidades de los sistemas políticos abiertos de sus adversarios y sembrar polarización y división”.
Esta dupla resuena las tesis arcaicas del mega especulador George Soros y sus “sociedades abiertas” que han sido esclavizadas por sus obscenas lubricaciones financieras. Los autores aceptan que “EEUU y Rusia se encuentran entrampadas en un sitio peligroso de escalada” y alientan a “desescaladas” y “acomodamiento mutuo” primordialmente en Ucrania y en otras partes de Europa oriental. Reconocen que “Rusia tiene intereses válidos en su seguridad en Europa oriental”.
En relación a China alientan a un acuerdo y conminan a que “los líderes de EEUU deben preguntar lo que pueden conseguir en forma realista sin envenenar las relaciones de EEUU y China”. ¿No será demasiado tarde cuando Obama/ Hillary Clinton y Trump han escalado su confrontación con China? Los autores solamente proponen un mínimo de insípidas e indigeribles “concesiones” que otorgan muy poco, a cambio de una falsa détente. Finalmente admiten que existe en el frente doméstico de EEUU una “desilusión”como “reacción a las fuerzas gemelas de la globalización económica y la automatización” y concluyen que “las vacaciones geopolíticas de EEUU se acabaron”.
4. Aprender a vivir con los déspotas: los límites de la promoción democrática
Por Stephen Krasner, de la ultraconservadora Institución Hoover y de la Universidad Stanford, que sintetiza en su libro Cómo hacerle el amor a un déspota: una política exterior alternativa para el siglo XXI. Expone tres ideas nodales:
- “Las revoluciones son raras. Los déspotas usualmente permanecen en el poder”. Se nota que Krasner no está enterado de las revoluciones multicolores de la Primavera Árabe ni de las revueltas de los millennials en Latinoamérica.
- “Una mayor riqueza y una amplia clase media pueden hacer mas probable la democracia, pero no la garantizan”: tampoco está enterado que hoy existe una hiriente desigualdad, primordialmente en los países que se adhirieron al fracasado globalismo financierista que precisamente golpeó a las clases medias por doquier; y
- “para ayudar a que los países se conviertan en democracias consolidadas, hay que apoyar a los genuinos líderes locales”. Justamente eso es todo lo contrario que ha hecho EEUU que pone y depone a los líderes de acuerdo a sus intereses hegemónicos. Krasner se contradice cuando propone en su libro “trabajar en forma pragmática con países que no son democráticos”.
5. Llegando a menos: la verdad sobre el gasto en defensa militar.
De Kathleen Hicks, directora del programa de seguridad internacional del tanque de pensamiento CSIS. Es una apología para conjugar “una gran estrategia que expanda el rango de las herramientas de la política exterior más allá de lo que compra el gasto de defensa militar” ya que la “protección de EEUU de las amenazas foráneas y la preservación de sus intereses en el exterior necesariamente requerirán un poder militar costoso”.
Coloqué en sexto lugar el articulo de Graham Allison por considerarlo el más importante de los expositores, quien aboga en forma realista por “nuevas esferas de influencia” para “compartir el planeta con otras grandes potencias”, en referencia explicita a China y Rusia, lo cual amerita un análisis especial. Allison es de la Escuela Kennedy de Harvard y autor de Destinados para la guerra: ¿pueden China y EEUU escapar a la Trampa de Tucídides?.
Fuente:
Alfredo Jalife-Rahme / Sputnik — EEUU lucha con los fantasmas de su declive ante el ascenso irresistible de Rusia y China.