Para recordar a Zapata, a 100 años de su asesinato, sólo nombraremos aquí un nombre y un estado, sabiendo que sería imposible enlistar los cientos de resistencias pacíficas que se desarrollan en el país: Samir Flores Soberanes, Morelos.
En palabras del indígena nahua, de la comunidad de Amilcingo:
“Se supone que él llegó [al poder] por el partido de la izquierda. Se nos hace insensato y absurdo que nos venga a fregar con esto. Estamos convencidos de que [los políticos] del color que sean siempre arremeten contra el pueblo. Se dicen de izquierda pero cuando asumen el cargo, toman el poder, solamente velan por sus intereses”.
Se refería a la llegada de Graco Ramírez como gobernador de Morelos en 2012.
Entonces Samir también advirtió:
“Los pueblos no estamos dispuestos a renunciar a nuestras tierras; no estamos dispuestos a renunciar a nuestras vidas; no estamos dispuestos a renunciar al agua, al medio ambiente y al futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos; porque la tierra no se vende. La tierra, como lo dijera el buen Zapata, es de quien la trabaja, mas no de los extranjeros, mas no de los inversionistas, mas no de los gobernantes que hoy se creen los dueños de la tierra, del agua y de nuestras vidas.”
Fue asesinado el 20 de febrero pasado, a unos días de que el nuevo gobierno “de izquierda” de Andrés Manuel López Obrador celebrara una consulta para legitimar el megaproyecto al que se oponía Samir y se oponen los pueblos campesinos del Oriente de Morelos: una termoeléctrica y un sistema de gasoductos.
Vienen tiempos duros para los pueblos originarios y mestizos. A 100 años de la traición y muerte de Emiliano, vuelven a enfrentarse el maderismo (hoy otra vez en el poder) y el zapatismo. El Plan de Ayala hoy sigue siendo un plan de acción. Y el lema, de origen anarquista hecho zapatista en tierras mexicanas, “Tierra y Libertad”, acompaña los puños levantados, los paliacates en el rostro y los sombreros bien calados.
Fuente:
Zósimo Camacho / Red Voltaire — Zapata: 100 Años.
