Por José Luis Preciado
Durante el evento Project Atom 2024 en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), el Contralmirante Thomas R. «TR» Buchanan Director de la Dirección de Planes y Política del Mando Estratégico de los Estados Unidos (desde junio de 2024), explicó que en un hipotético intercambio nuclear, el objetivo sería preservar parte del arsenal para garantizar una capacidad de disuasión posterior. Según sus palabras, el enfoque no sería “gastar todos los recursos para ganar”, sino mantener un equilibrio que permita seguir liderando a nivel global.
Buchanan también enfatizó que las armas nucleares son vistas como herramientas políticas más que militares. A pesar de este reconocimiento, el contralmirante admitió que un escenario posterior a un intercambio nuclear sería indeseable, abogando por un diálogo continuo con potencias como Rusia, China y Corea del Norte para minimizar el riesgo de conflictos nucleares.
Europa y Asia-Pacífico: Los Verdaderos Campos de Batalla
Uno de los aspectos más inquietantes de esta estrategia es el papel que jugarían los aliados de Estados Unidos. Según Buchanan, cualquier uso de armas nucleares estaría limitado a teatros de operaciones fuera del territorio estadounidense, lo que significa que aliados como Japón, Corea del Sur, Filipinas y países europeos podrían convertirse en zonas de impacto.
Además, las potencias nucleares europeas, como Gran Bretaña y Francia, podrían verse obligadas a asumir un papel activo bajo el control estratégico de Washington. Esto incluye el uso de misiles balísticos estadounidenses, como el UGM-133A Trident II, desplegados en submarinos británicos de clase Vanguard.
¿Sacrificios en Nombre de la Geopolítica?
Las declaraciones del contralmirante sugieren que Estados Unidos podría estar dispuesto a sacrificar a sus aliados en Europa y Asia-Pacífico para preservar su supremacía global. Este enfoque plantea interrogantes sobre la fiabilidad del compromiso estadounidense hacia sus socios internacionales.
Mientras tanto, Rusia ha dejado claro que podría responder de manera contundente a cualquier amenaza de este tipo. Según la nueva doctrina nuclear rusa, Moscú tiene derecho a considerar una respuesta nuclear si enfrenta ataques convencionales que pongan en peligro su soberanía o integridad territorial. Esto incluye potenciales represalias tácticas en lugares estratégicos como Alaska, lo que subraya la vulnerabilidad incluso de territorios estadounidenses.
El Camino hacia un Futuro Incierto
El discurso de Buchanan resalta las crecientes tensiones en un mundo donde las armas nucleares siguen siendo un factor determinante en la política global. Sin embargo, plantea una pregunta inquietante: ¿Está Estados Unidos priorizando su hegemonía sobre la seguridad de sus aliados?
En un escenario donde los riesgos de una escalada nuclear son más altos que nunca, es crucial que las potencias mundiales trabajen juntas para evitar un conflicto que podría tener consecuencias catastróficas para toda la humanidad.
Un nuevo reparto de las cartas de la Historia
Este modelo de guerra prolongada por la hegemonía mundial (en varias rondas o “rounds”) a través de conflictos “controlados” focalizados en regiones con alto valor estratégico a lo largo de coyunturas de mediana duración (1), también es compatible con el rediseño del mundo que están llevando a cabo las élites para introducir nuevo orden multipolar configurado en regionalismos económicos anclados a Estados-civilización, que no son otra cosa que formaciones imperiales.
El historiador Andrei Fursov, por ejemplo, ha definido la crisis actual como un conflicto de mediana duración que obedece a tales características (2), que también se dieron durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), una lucha continental entre coaliciones dinásticas como las potencias marítimas holandesas y los Habsburgo; las Guerras anglo-francesas (1792-1815), otro enfrentamiento prolongado por el dominio global; y la Primera y la Segunda Guerra Mundial (1914-1945), que juntas abarcaron un periodo de treinta años como parte de un proceso de culminación de la competencia capitalista a gran escala en el siglo XX, pues el periodo de entreguerra también estuvo plagado de guerras.
“Alguna vez, en los años 1990s, hablé de la simetría y de que, probablemente, la salida de la era moderna sería una nueva guerra de treinta años… Nadie concebía una nueva guerra de treinta años. Pero cuando comenzó el conflicto sirio ya en el siglo XXI, me quedó completamente claro que era el comienzo de otra nueva guerra de treinta años… Creo que después nos impondrán algún conflicto en algún otro lugar en el Cáucaso o en el Ártico. Además de Rusia, hay un conflicto entre Grecia y Turquía (no importa que ambos sean miembros de la OTAN), luego están India y Pakistán, y muchos otros focos donde abrir nuevos frentes. El viejo mundo se irá con sangre, y el nuevo mundo nacerá con sangre también. Lo más interesante es que en Occidente ya han comenzado discusiones serias sobre este tema”.
Las reflexiones de Fursov subrayan el carácter cíclico y sistémico de las guerras en la historia humana. Su visión cautelosa sobre las tendencias actuales sugiere que la humanidad aún no ha superado su propensión a los conflictos a gran escala, a pesar de los avances tecnológicos e ideológicos.
En este sentido, una de las críticas de Fursov a la sedada civilización contemporánea es precisamente su arrogancia para con la Historia, al creer que las guerras mundiales son “fenómenos del pasado”, cuando en realidad estas obedecen a patrones cíclicos que son una característica estructural del sistema capitalista, y que él suele llamar “repartos de las cartas de la Historia”, parafrasenado al historiador Fernand Braudel.
Notas a pie de página
1. Las coyunturas de la historia (a las que el historiador Fernand Braudel se refería como temporalidad de “mediana duración”), son situaciones de transición, como las intermedias, que duran varios años, lustros e incluso décadas (1), y que se verifican cuando un viejo orden se derrumba y el nuevo aún no ha tomado forma. La concepcion braudeliana del tiempo podría resumirse como de corta, de mediana y de larga duración. En la primera, el historiador Fernand Braudel coloca los sucesos que se inscriben en lo événementiel o lo acontecido, del que dan cuenta cotidianamente los periodistas. En cuanto al tiempo de mediana duración, Braudel coloca a las “coyunturas” económicas, políticas, sociales, culturales, etcétera, que se extienden por varios años, lustros e incluso décadas, y en donde se dibujan las diferentes “generaciones” humanas. Por último, en las estructuras de larga duración histórica, se recorren siglos pendular y lentamente, los cuales “corresponden a esas realidades persistentes dentro de la historia que hacen sentir efectivamente su presencia en el decurso de los procesos humanos, y que al establecer los límites de lo posible y lo imposible se constituyen como verdaderos protagonistas determinantes del devenir especifico de las sociedades”. — Carlos Antonio Aguirre Rojas, Montesinos, 1996.