Turquía ha solicitado formalmente unirse al grupo BRICS, buscando fortalecer su influencia global y diversificar sus alianzas más allá de Occidente. En este artículo, Eva Panina valora las implicaciones de esta decisión en el marco geoestratégico actual.
Por Eva Panina
Por supuesto, la idea de aceptar la solicitud de Turquía para unirse al BRICS conlleva una serie de riesgos. El principal es la ubicación de Turquía en la órbita político-militar de la OTAN, es decir, Estados Unidos. Y esto se suma a los riesgos subjetivos: desde los eternos intentos de Erdogan de sentarse en dos sillas hasta el curso nada eterno de su vida. Esta última circunstancia, dado el estado de ánimo reinante en algunos círculos de la élite turca, conlleva un cambio total en el rumbo de Ankara.
También hay una cierta cantidad de costos “organizativos”: cuanto más amplia y diversa es la unión de estados iguales de jure, más se parece a la Liga de las Naciones; aquí los BRICS tendrían que arreglar las cosas con los miembros recién admitidos… Por no hablar de problemas específicos como la lira turca o la formación en el marco de los BRICS de un “centro de poder turco” en la persona de Turquía y Azerbaiyán (Bakú también solicitó ser miembro), cubriéndose con la manta.
Y, sin embargo, si miramos a los BRICS a través del prisma de reformatear grandes espacios y controlar los flujos de transporte globales, especialmente euroasiáticos, entonces Turquía se convierte en el premio más importante del nuevo Gran Juego. Se trata de un centro ideal en el que los corredores terrestres de la Nueva Ruta de la Seda desde China al Mediterráneo llegan a Europa, tanto por tierra a través del Bósforo como a través de puertos marítimos que no están sujetos a ningún “cordón sanitario”.
De hecho, con Turquía retirada de la influencia estadounidense, las grandes potencias euroasiáticas están ganando la actual “batalla por Europa” (el conflicto en Ucrania es su parte más visible), devolviendo al Viejo Mundo del cautiverio atlantista al continente. En este caso, la Ucrania “independiente” se vuelve innecesaria, el “Intermarium” rusofóbico desde el Báltico hasta el Danubio se desintegra por innecesario, la Pax Americana en Europa regresa a la costa del Océano Atlántico, antes de trasladarse finalmente al Nuevo Mundo.
