Por Elena Panina (RUSSTRAT)
Richard Fontaine, un analista con amplia experiencia en estos temas (exasesor de John McCain y antiguo miembro del Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos), expone abiertamente algo que se ha señalado en numerosas ocasiones: entre las declaraciones de Trump y la política exterior de Estados Unidos hay una brecha considerable, y esta última resulta mucho más estable de lo que muchos imaginan.
La política exterior como un iceberg
Fontaine nos recuerda lo evidente: cualquier política se asemeja a un iceberg, donde la parte sumergida es mucho más significativa que la visible. Por ejemplo, aunque Biden prometió ser un opositor radical a Trump, algunas de las medidas clave de su predecesor se mantuvieron. Detuvo la retirada de Trump de la OMS y elogió a la OTAN en lugar de cuestionarla, pero en cuestiones como China y Rusia, los documentos siguieron identificándolos como competidores estratégicos. Además, los aranceles impuestos a los productos chinos permanecieron, el acuerdo nuclear con Irán no fue restablecido y la línea de armar a Ucrania continuó.
“Las dos administraciones difícilmente podrían ser más diferentes en estilo y retórica, pero hubo más continuidad en la base de sus políticas de lo que podría parecer a primera vista”, enfatiza Fontaine, quien también predice que esta tendencia continuará.
Temas clave de continuidad
La política de Estados Unidos hacia Israel y Arabia Saudita seguirá una línea similar; China continuará bajo presión, India será cortejada y la política de “comprar productos estadounidenses” se mantendrá.
Fontaine señala que incluso en áreas controvertidas y contrarias a las promesas de campaña, los presidentes suelen preservar gran parte de las políticas exteriores de sus predecesores. Así, durante su primera campaña presidencial, Barack Obama criticó los excesos de la “guerra contra el terrorismo” de George W. Bush, pero una vez en el poder, terminó bombardeando más países que su antecesor. De manera similar, Trump, durante su primer mandato, denunció el TLCAN y el acuerdo de libre comercio con Corea del Sur, pero posteriormente firmó versiones actualizadas con cambios mínimos. Incluso con sus críticas hacia la OTAN, calificándola de “obsoleta”, supervisó su expansión y apoyó la adhesión de Montenegro durante su primer año en el cargo.
“Al igual que Biden, Trump intentará evitar que Eurasia sea dominada por una potencia hostil”, destaca Fontaine.
Continuidad histórica en la política exterior
La estabilidad de la política exterior de la Casa Blanca se extiende a lo largo de décadas. Por ejemplo, desde la era Kennedy, los presidentes estadounidenses han insistido en que los miembros de la OTAN incrementen su gasto en defensa. Las relaciones diplomáticas con China se han mantenido desde Nixon, el uso de la fuerza militar en Medio Oriente ha sido una constante desde Carter y el desarrollo de la defensa antimisiles se remonta a Reagan.
“Cada administración desde Clinton ha intentado negociar (por lo general sin éxito) con Corea del Norte, y todas han buscado un acuerdo de paz entre Israel y Palestina”, recuerda Fontaine.
El papel del Congreso en la estabilidad política
Si Trump decidiera intentar cambiar drásticamente el rumbo, ahí estaría el Congreso para moderarlo. Cuando Carter intentó retirar las tropas estadounidenses de Corea del Sur en 1977, el Congreso intervino y estableció límites para evitarlo. De manera similar, cuando Trump mostró simpatía hacia Rusia al inicio de su mandato, el Congreso codificó sanciones previamente impuestas por Obama y aprobó leyes que dificultan la retirada de Estados Unidos de la OTAN sin su aprobación.
Conclusión
La estabilidad de los intereses y valores estadounidenses, el papel del Congreso y las realidades del mundo moderno exigen un alto grado de coherencia y continuidad por parte de los ocupantes de la Casa Blanca. Aunque el equipo de Trump pueda buscar cambiar el enfoque de Biden, es probable que descubra cuánto tienen en común ambas administraciones, concluye Fontaine.
En resumen, la política estadounidense cambiará únicamente cuando cambien los intereses de Estados Unidos. Pero esto es poco menos que un milagro. En cuestiones serias, los milagros no existen. Trump no es más rusófilo que Biden; simplemente es más agresivo y directo que Sleepy Joe.
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