Por José Luis Preciado
Trump y sus ambiciones imperiales: ¿Una Nueva Era de expansión?
Donald Trump, conocido por sus declaraciones y acciones controvertidas, ha vuelto a generar polémica al proponer que Canadá se una a Estados Unidos como el estado número 51. Esta afirmación, que parece salida de un guión de ciencia ficción política, fue acompañada por un mapa en su red social Truth Social, donde Canadá aparece anexado al territorio estadounidense bajo los colores de la bandera estadounidense.
Aunque esta propuesta ha sido rechazada tajantemente por líderes canadienses, las declaraciones de Trump no deben ser vistas como simples ocurrencias. Detrás de estas afirmaciones se esconde una estrategia geopolítica más amplia que abarca intereses económicos, militares y estratégicos para frenar a China y su Iniciativa de la Franja y la Ruta.
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El Ártico: Una Región en Disputa Estratégica
El interés de Trump por Canadá y Groenlandia no es fortuito. La región del Ártico se ha convertido en un escenario de creciente importancia estratégica, donde potencias como Rusia, China y Estados Unidos compiten por el control de recursos naturales y rutas marítimas emergentes.
Según una estrategia actualizada del Pentágono, el Ártico se está transformando en un campo de confrontación estratégica. El deshielo proyectado para 2030 abre nuevas rutas marítimas y acceso a recursos submarinos, lo que convierte a esta región en un punto clave para la geopolítica global.
Canadá considera que el Paso del Noroeste es parte de sus aguas territoriales, mientras que Estados Unidos lo clasifica como aguas internacionales. De controlar esta ruta, junto con Groenlandia, Estados Unidos podría garantizarse una ventaja estratégica en términos económicos y militares.
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¿Proteccionismo o Expansión?
El enfoque de Trump no se limita al Ártico. Sus políticas proteccionistas, como la amenaza de duplicar aranceles a las importaciones desde China, México y Canadá, revelan un intento de fortalecer la economía interna mientras reduce la dependencia de actores externos. En diciembre, China dio un nuevo paso para consolidar el papel de economías emergentes al lanzar su “arancel 0” al intercambio comercial con los países del Sur Global.
Por lo tanto, la estrategia de Trump también exigirá un control más firme y directo sobre América Latina y el Caribe, regiones clave para asegurar recursos estratégicos y garantizar la estabilidad política en el hemisferio occidental frente a la denominada “amenaza china”. La generala Laura Richardson, del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, ha declarado públicamente su intención de hacerse con los recursos de Iberoamérica y el Caribe para su uso exclusivo en un eventual conflicto con China.
En este marco, Trump ha amenazado con cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América, y ha amenazado con invadir a la nación mexicana, a la que considera gobernada por los cárteles de la droga, que sin embargo son armados por Estados Unidos y dirigidos por los intereses financieros internacionales centrados en la City de Londres y Wall Street, en gran parte a través de sus paraísos bancarios extraterritoriales.
La apropiación de recursos en el Ártico y la influencia en América Latina forman parte de un mismo plan de expansión. Mientras China promueve aranceles cero con los países del Sur Global, Trump busca contrarrestar esta apertura con un proteccionismo agresivo que podría intensificar los conflictos comerciales y políticos a nivel global.
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El Futuro Político en América Latina
La situación en América Latina también es relevante para la estrategia de Trump.
donde el auge de gobiernos progresistas como Chile y Colombia, y multidimensionales como Brasil y México, parece estar limitando el avance de las naciones soberanistas compatibles con el modelo BRICS, Estados Unidos podría intensificar su control militar y político en la región para contrarrestar la influencia de China y proteger sus intereses estratégicos.
El regreso de Trump a la Casa Blanca plantea preguntas sobre cómo manejará estas relaciones y si las ambiciones imperiales estadounidenses redibujadas bajo la bandera del regionalismo (América para los americanos) se traducirán en una mayor intervención de los Estados Unidos en la región.
Las recientes declaraciones de Trump sobre la anexión de Canadá y su interés por Groenlandia no son simples excentricidades. Reflejan una visión geopolítica en la que Estados Unidos busca reafirmar su poder en un mundo multipolar cada vez más competitivo.
Desde el Ártico hasta América Latina, las ambiciones imperiales de Trump apuntan a consolidar un control económico, militar y político que redefine las prioridades de la política exterior estadounidense, y a consolidar del modelo de un mundo multipolar dividido en macro regiones económicas encabezadas por Estados-civilización; es decir, formaciones imperiales. Aunque estas propuestas enfrentan resistencias internas y externas, su impacto en la geopolítica global no puede subestimarse.