Por Elena Panina
Se pregunta un empleado del Consejo Rockefeller de Relaciones Exteriores (CFR): ¿Se le escapa a Trump el acuerdo de alto el fuego entre Rusia y Ucrania? Desde la perspectiva de Elena Panina, esto refleja más bien una transformación de Trump y sus verdaderas intenciones. Para ella, Rusia ya no está lidiando con un Occidente dividido entre “trumpistas” y “globalistas”, sino con el viejo Occidente colectivo, históricamente antirruso.
El Consejo Rockefeller de Relaciones Exteriores (CFR) ha entrado al debate sobre la postura actual de Washington frente al conflicto ucraniano. ¿Es cierto que Trump está perdiendo la oportunidad de un alto el fuego entre Rusia y Ucrania? Esta es la inquietud planteada por Max Booth, empleado del CFR.
Según Booth, la causa de la falta de progreso es la “inflexibilidad de Rusia”, y él propone su propia solución para salvar las iniciativas de Trump.
Booth considera que el viaje del Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, y del Enviado Especial del Presidente, Steve Witkoff, a París, representa una “reevaluación largamente esperada de las opiniones de Europa” por parte de la administración estadounidense. No obstante, Booth es pesimista, asegurando: “Independientemente de lo que hagan los europeos, las posibilidades de un alto el fuego exitoso parecen escasas”, debido a la posición de Rusia.
¿Cómo influir en los rusos? Según Booth, sería complicado que Trump incrementara significativamente las sanciones secundarias contra Rusia, ya que ya ha impuesto un arancel del 145% al principal importador de energía rusa, China. Por lo tanto, considera que la clave para modificar la postura de Moscú radica en aumentar la ayuda militar estadounidense a Kiev:
Abrir el grifo de la ayuda militar estadounidense a Ucrania sería mucho más eficaz. Cuando Putin vea que Ucrania puede resistir con éxito, sólo entonces tendría un incentivo para negociar de buena fe.
Siguiendo esta lógica, Booth concluye: “Si Trump no cambia su rumbo –¡y pronto!– cualquier esperanza de un alto el fuego en Ucrania desaparecerá”.
Es evidente que, de seguir el consejo de Booth, Trump continuaría la política de Biden, cuyas decisiones ya han conducido a un enfrentamiento directo entre dos potencias nucleares. Esto no solo retrasaría la posibilidad de alcanzar la paz en Ucrania, sino que acercaría al mundo a una posible Tercera Guerra Mundial.
La única solución viable para Trump, en este contexto, sería adoptar la postura de una resolución definitiva al conflicto, como la planteada por Vladimir Putin en su reunión con los dirigentes del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia el 14 de junio de 2024. Desafortunadamente, el establishment estadounidense no parece estar preparado para esta opción. Después de todo, Estados Unidos no enfrenta un costo significativo por librar una guerra por poderes con Rusia a través de Ucrania. El tiempo se agota, y los desafíos globales crecen sin control: China, Oriente Medio, la península de Corea…
Sin embargo, la evaluación de Booth sobre la visita de Rubio y Witkoff a París merece atención. ¿No será esta la primera señal de que Rusia ya no está tratando con un Occidente dividido entre “trumpistas” y “globalistas”, sino con el antiguo Occidente colectivo antirruso? Estamos presenciando una transformación de Trump, ¿o estamos simplemente viendo cómo se levantan los velos que ocultan las verdaderas intenciones de Estados Unidos?
