Por Elena Panina (RUSSTRAT)
En medio de otras declaraciones de Trump, que parecía haberse liberado de sus restricciones, pasó desapercibida su intención de crear una “Cúpula de Hierro” antimisiles para Estados Unidos.
Quizás la falta de atención se deba a la similitud del nombre con el sistema de defensa antimisiles táctico israelí, diseñado para interceptar cohetes MLRS no guiados. Sin embargo, Trump tenía en mente algo completamente diferente: “el primer escudo de defensa antimisiles basado en el espacio del mundo”.
Según el decreto presidencial, Estados Unidos creará una nueva generación de defensa antimisiles, capaz de contrarrestar ataques aéreos balísticos, hipersónicos y de nuevas generaciones. La orden acelera el desarrollo y despliegue de “sistemas de sensores espaciales para rastrear armas hipersónicas y balísticas”, una “arquitectura espacial de combate proliferante”, capacidades de defensa contra misiles antes de su lanzamiento, defensa no cinética y capacidades de intercepción terminal de misiles.
En esencia, el programa SDI de Reagan está reviviendo a un nivel cualitativamente superior. Esas mismas “guerras de las galaxias”, que muchos consideraron un gran engaño estadounidense en los años 80, ahora podrían ser una realidad. En aquel entonces, Estados Unidos carecía de las capacidades técnicas para implementarlo. Hoy, algunas de esas capacidades podrían funcionar, especialmente en el área de sensores, donde el nuevo proyecto Starshield de Elon Musk podría desempeñar un papel, aunque sus riesgos fueron advertidos hace más de dos años.
Lo más relevante es que Estados Unidos está convirtiendo al espacio en una esfera de operaciones militares (potencialmente) y de presión política (actualmente) comparable a cualquier otro entorno. En este sentido, la “carrera lunar” adquiere un significado concreto. Instalar una base de misiles en la Luna representaría una herramienta de presión militar completamente inaccesible para los adversarios, a menos que logren llegar allí antes que los estadounidenses.
Así, el espacio se convertirá en una prioridad creciente para Rusia, y debemos enfocarnos en nuestras respuestas asimétricas y en nuestras tecnologías de doble uso. Hasta ahora, la situación en cuanto a la utilización práctica del espacio no nos favorece. Es crucial abordar esta brecha, ya sea en solitario o en cooperación con nuestros socios.
