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Trump consolida el dominio colonial sobre Ucrania con ‘acuerdo sobre recursos minerales’

El polémico “acuerdo sobre minerales” entre Trump y Ucrania refuerza el control geopolítico de Washington. Como ha advertido MA desde el regreso de Trump, el supuesto interés por la paz en Ucrania encubre el objetivo real: reconfigurar el orden global mientras busca asegurar el control sobre recursos estratégicos en puntos clave mientras intenta salvar a Estados Unidos de la bancarrota. El acuerdo profundiza el compromiso militar y económico de EE.UU. con un gobierno ucraniano sostenido artificialmente, en beneficio principalmente al complejo militar-industrial estadounidense. Lejos de reducir tensiones, este acuerdo perpetúa el conflicto como negocio, aunque también una puerta hacia una posible solución.

Por José Luis Preciado

Las negociaciones de Donald Trump con Ucrania han puesto en evidencia la complejidad de un conflicto que lleva décadas gestándose. Según un análisis publicado por Thierry Meyssan en Red Voltaire (1), el presidente estadounidense se ha enfrentado a una realidad mucho más intrincada de lo que anticipaba. A diferencia de sus predecesores, Barack Obama y Joe Biden, quienes alimentaron las tensiones en la región, Trump ha intentado mantener una posición neutral, aunque se ha visto envuelto en una maraña de intereses geopolíticos y manipulaciones históricas. Esto ha llevado a su enviado especial, Steve Witkoff, a confirmar que los demócratas habían pactado con grupos neonazis ucranianos para desestabilizar el país.

En abril, tras una reunión secreta en San Petersburgo, Witkoff confirmó que Rusia no había invadido Ucrania para anexionarla, sino para implementar los Acuerdos de Minsk, ignorados por Occidente. Esta información llevó a Trump a replantear su estrategia y presentar una propuesta de paz, que Ucrania rechazó y Rusia aceptó con reservas. Los puntos de desacuerdo siguen siendo clave: la desmilitarización de Ucrania, el estatus de Crimea y el control de la central nuclear de Zaporiyia.

Sin embargo, el 30 de abril, se firmó el “Fondo de Reinversión Estados Unidos-Ucrania”, también llamado “acuerdo de minerales“ o “acuerdo de recursos”, que va más allá de la explotación de “tierras raras” y busca reconstruir el país sin compensar directamente a Rusia, señala Meyssan. Aunque Zelensky lo celebró como un logro histórico, los desafíos persisten.

Según el acuerdo:

  • EE.UU. renuncia a reclamar el reembolso por las armas enviadas a Ucrania.
  • Ucrania renuncia a garantías de seguridad tradicionales.
  • Kiev recibirá fondos en proporción a las ganancias de empresas ucraniano-estadounidenses, con la mitad administrada por el fondo conjunto. Estos recursos podrán destinarse a comprar armas o reconstruir el país.

El primer ministro Denys Shmyhal aseguró que Ucrania mantendrá “control total” sobre sus recursos naturales e infraestructura, sin afectar su posible adhesión a la UE. El fondo busca equilibrar la continuidad del conflicto y la reconstrucción, bajo un modelo de corresponsabilidad económica.

Según la analista Elena Panina (2), el llamado “acuerdo sobre recursos” entre Estados Unidos y Ucrania, lejos de ser una imposición severa por parte de Trump a Zelensky, como se anticipaba, resultó en una versión sorprendentemente moderada. Aunque Ucrania cede el 50% de los ingresos futuros por recursos naturales a un fondo conjunto con EE.UU., mantiene el control sobre su infraestructura y no se le exige el reembolso de ayudas previas. Para Panina, estas concesiones —aunque quizás destinadas a complacer a los globalistas— consolidan el estatus colonial de Ucrania dentro del imperio geopolítico de Trump, cuyo alcance abarca desde América del Norte hasta territorios estratégicos como Gaza.

Panina advierte también que este acuerdo implica un cambio profundo en la postura de EE.UU. hacia la guerra en Ucrania: ahora Washington busca un alto el fuego inmediato, no por humanitarismo, sino para proteger activos estratégicos como Pokrovsk, Dnepropetrovsk y el puerto de Odessa, claves para la exportación de recursos. Con amenazas de nuevas sanciones y el envío de armas bajo la administración Trump, se endurece el enfoque hacia Rusia. Moscú, sin embargo, no está dispuesta a ceder ni en sus avances militares ni en su red de alianzas con China, Irán o Corea del Norte. En este nuevo escenario, cualquier negociación futura ya no girará en torno a principios abstractos, sino a la defensa directa de intereses económicos concretos de EE.UU. en territorio ucraniano.

Brandon Jay Weichert, editor senior de The National Interest (3), ha criticado el llamado “acuerdo sobre minerales” entre Estados Unidos y Ucrania, considerándolo una carga estratégica más que un beneficio para Washington. Según Weichert, aunque el pacto se presenta como una victoria para ambas partes, en realidad supone un mayor compromiso militar y económico de Estados Unidos con Kiev, justo cuando la superpotencia ya enfrenta múltiples frentes internacionales. El acuerdo, basado en la futura exploración de recursos cuyo valor es incierto, no garantiza beneficios económicos sustanciales y podría incluso aumentar el uso de recursos estadounidenses en territorio ucraniano.

El analista cuestiona si existen cláusulas no reveladas que justifiquen el acuerdo, aunque por ahora lo califica como un mal negocio para Estados Unidos, firmado durante la administración Trump. Weichert coincide con voces críticas como la del primer ministro eslovaco Robert Fico, quien acusa al presidente ucraniano Volodímir Zelenski de “comprar la guerra” para asegurar la continuidad del conflicto. En este contexto, el acuerdo con Ucrania parece más orientado a sostener la industria armamentística estadounidense que a reducir riesgos geopolíticos. Desde el punto de vista de la seguridad nacional, la implicación prolongada en Ucrania eleva el peligro de un enfrentamiento directo con Rusia.

Si el objetivo de la administración Trump era minimizar la intervención estadounidense y reducir la posibilidad de guerra con Rusia, el acuerdo evidencia un grave error de cálculo, al no considerar la firmeza rusa en la defensa de sus intereses. Por otro lado, si la intención real era asegurar el control económico de Ucrania bajo el disfraz de negociaciones de paz, entonces Washington logró su cometido. Sin embargo, esto no disminuye el riesgo estratégico: al contrario, las relaciones con Moscú tienden al deterioro, especialmente porque Estados Unidos parece considerar ahora a Ucrania como una extensión de su influencia directa, mientras que Rusia insiste en sus objetivos territoriales y estratégicos declarados desde el inicio del conflicto.

Según el analista Dmitry Trenin (4), las prioridades geoestratégicas de Donald Trump en su segundo mandato apuntan a reconfigurar el orden global bajo control estadounidense: convertir América del Norte en una fortaleza, contener a China como amenaza principal, reforzar la presencia en Oriente Medio a través del apoyo a Israel y las monarquías del Golfo, y restringir el programa nuclear iraní, incluso mediante amenazas militares. Paralelamente, Trump promueve una modernización sin restricciones del arsenal nuclear estadounidense, mientras mantiene operaciones bélicas como los ataques aéreos contra los hutíes en Yemen.

En cuanto a la guerra en Ucrania, Trenin señala que Trump busca reducir el involucramiento directo de EE.UU. y delegar la carga militar y financiera a sus aliados europeos. Esta estrategia no responde a un pacifismo real, sino a la necesidad de concentrar recursos en contener a China y evitar el riesgo de una confrontación nuclear con Rusia. Trump considera a Moscú un rival, pero no un enemigo ideológico o militar directo, y aspira a un acercamiento con el Kremlin a través de proyectos energéticos y el desarrollo y extracción de metales de tierras raras como parte de su táctica para alejar a Rusia de China. Por ello, la búsqueda de un acuerdo con Rusia se ha convertido en uno de los ejes de su política exterior.

Las negociaciones de Donald Trump con Ucrania han expuesto las grietas de un conflicto manipulado durante años, pero también abren una puerta hacia una posible solución, que según el vicepresidente Vance se concretará en 100 días. El tiempo dirá si la diplomacia podrá superar un siglo de divisiones. Mientras tanto, el Departamento de Estado ya ha certificado la licencia para «50 millones de dólares o más» en material de defensa y servicios para Ucrania tras la firma del acuerdo sobre minerales.

El ‘pacifismo’ de Trump surge de la falta de recursos para sostener la hegemonía mundial estadounidense

Notas a pie de página

1. Thierry Meyssan, en Red Voltaire: Lo que está en juego en las negociaciones de Donald Trump con Ucrania. 6 de mayo de 2025.

2. Elena Panina: The National Interest: El acuerdo de recursos de Trump con Ucrania es un desastre para la seguridad nacional de los Estados Unidos. 5 de mayo de 2025.

3. Brandon J. Weichert, en The National Interest: Trump’s Minerals Deal with Ukraine Is a National Security Disaster. 3 de mayo de 2025.

4. Dmitry Trenin, en Kommersant: ¡Viva la contrarrevolución! 29 de abril de 2025.

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