Por José Luis Preciado
El 12 de junio, Israel lanzó un ataque aéreo masivo contra Irán bajo el argumento de eliminar infraestructura nuclear, fábricas de misiles balísticos y capacidades militares iraníes. Netanyahu confirmó que la operación incluiría asesinatos selectivos contra líderes militares y científicos. El objetivo era doble: forzar la rendición de Irán y facilitar un cambio de régimen, debilitando así su soberanía energética y militar. Entre las víctimas se reportan figuras clave como el jefe del Estado Mayor del IRGC, Hossein Salami, y los científicos nucleares Dr. Tehranchi y Dr. Fereydoon Abbasi. El bombardeo incluyó instalaciones como Natanz, aunque es sabido que, al estar reforzadas bajo tierra, solo podrían ser destruidas con armas nucleares.
Mientras Washington intenta desmarcarse oficialmente del ataque, Netanyahu agradeció públicamente a Trump por su respaldo. Trump, por su parte, convocó una reunión urgente del Consejo de Seguridad, mientras crece el temor de que la situación escale a un conflicto regional o global. Este ataque ocurrió justo cuando la crisis en Ucrania mostraba señales de desescalada gracias a los esfuerzos diplomáticos entre Trump y Putin. Sin embargo, desde Londres se ha impulsado esta ofensiva israelí para arrastrar a Estados Unidos a una guerra directa contra Irán, con algunos sectores incluso proponiendo el uso de armas nucleares tácticas.
Irán no busca desarrollar armas nucleares, sino defender su derecho al uso pacífico de la energía nuclear, un derecho soberano que está siendo negado por intereses occidentales. Voces sensatas como Tulsi Gabbard han alertado sobre el peligro inminente de una guerra nuclear, llamando a la población mundial a rechazar la agenda belicista promovida por élites irresponsables. Para el geoestratega Dennis Small, de EIR, el verdadero “incendiario” detrás de estas provocaciones es el sistema financiero transatlántico, dominado por la City de Londres, que al borde de la quiebra busca provocar guerras para perpetuar su dominio. La solución —insiste Small— no es apagar incendios por separado, sino detener al incendiario de raíz mediante una reorganización de bancarrota del sistema financiero global y la creación de una nueva arquitectura internacional basada en desarrollo y justicia. Lyndon LaRouche también fue citado ampliamente al insistir en que la única vía sostenible es atender las causas legítimas de los conflictos: pobreza, hambre, desplazamientos y desigualdad.
Rusia ha informado al Consejo de Seguridad de la ONU que “probablemente hubo coordinación entre Israel y los servicios especiales británicos” en los ataques contra Irán:
“Inmediatamente después de los ataques israelíes, albergaron en sus bases en Chipre a la aviación israelí que participó en los bombardeos”.
Rusia también calificó los ataques de Israel contra Irán como “una grave violación de la Carta de la ONU y del derecho internacional”.
Scott Ritter, exoficial de inteligencia de los Marines de EE.UU., sostiene que el ataque israelí fue una operación planificada durante más de un año, con plena coordinación con Estados Unidos. El objetivo no era solo destruir infraestructuras nucleares como Natanz, sino decapitar el liderazgo militar iraní. Ritter señala que Israel busca un cambio de régimen en Teherán, considerando a la teocracia iraní una amenaza existencial. A pesar de las declaraciones oficiales negando participación, evidencias como los mensajes de Trump revelan una implicación directa, lo que daña gravemente la credibilidad de EE.UU. e invalida sus negociaciones nucleares con Irán. Además, denuncia que el ataque viola el derecho internacional, comparándolo con un “nuevo Pearl Harbor”, ya que Irán estaba bajo supervisión de la IAEA y sin indicios de desviación nuclear.
Ritter advierte que Irán ha quedado debilitado, con parte de su arsenal de misiles destruido y una capacidad limitada de represalia. Sin embargo, cualquier intento iraní de atacar instalaciones petroleras o bases estadounidenses podría provocar una respuesta militar masiva, incluso nuclear, por parte de EE.UU., con consecuencias devastadoras para Irán. El riesgo de una escalada regional es alto: un ataque a instalaciones petroleras en el Golfo podría desatar una crisis energética global e involucrar indirectamente a Rusia y China. Además, un colapso iraní afectaría gravemente proyectos estratégicos multipolares como la Iniciativa de Ruta de la Seda. La diplomacia parece improbable en el corto plazo, dejando al conflicto en una peligrosa trayectoria hacia una guerra total regional con impacto global.
Trump no solo conocía la fecha del ataque, sino que impuso un ultimátum de 60 días a Irán, el cual se cumplió con la ofensiva israelí, mientras EE.UU. desplegaba buques en la región para respaldar la operación. Con ello, desmontó la versión de que Netanyahu habría tendido una trampa a Washington. “Les dimos una oportunidad y no la aprovecharon. Fueron duramente golpeados, tan fuerte como se puede golpear. Y esto no termina aquí. Se viene mucho más”, declaró Trump a ABC News.
Este reconocimiento permite establecer un paralelismo directo con los recientes ataques contra aeródromos rusos, realizados con drones y dirigidos contra infraestructuras clave de defensa, incluida la tríada nuclear rusa. El modus operandi sugiere claramente que estos actos de sabotaje fueron planeados y ejecutados por los mismos especialistas, con pleno conocimiento y respaldo del Reino Unido y de la administración Trump.
La evidencia conduce a una hipótesis inquietante: las negociaciones entre Rusia y Estados Unidos, e Irán y Estados Unidos podrían ser sólo fachadas diplomáticas que encubren los preparativos para ofensivas a gran escala contra los países del BRICS, en los que Washington participaría indirectamente, mientras que el Reino Unido podría involucrarse directamente en el conflicto con Rusia junto con varios países europeos. La prolongación del régimen neonazi de Kiev y el sionista de Tel-Aviv amenazan con llevar al mundo a un evento termonuclear de extinción masiva, lo que hace inviable continuar guerras de desgaste y exigirá tomar decisiones y ejecutar acciones contundentes en los próximos meses.
