Si los europeos están ciegos es porque no quieren ver. Se aferran a la creencia de que la Unión Europea significa paz y prosperidad, a pesar de los indiscutibles fracasos de ese ente en ambos aspectos. Creen que existe una oposición interna entre “patriotas” y “populistas”, cuando en realidad ambos grupos invocan la protección del Pentágono contra Rusia. Y la estrategia de post-Segunda Guerra Mundial sigue adelante precisamente en detrimento de los europeos… sin que estos tengan conciencia de ello.
Por Thierry Meyssan
Después de su victoria común en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y el Reino Unido adoptaron la imagen de su aliado soviético que les proponía el embajador estadounidense en Moscú, George Kenan. Para Washington y Londres, la URSS era un imperio totalitario que trataba de conquistar el mundo. Así que, en un giro de 180 grados, concibieron la política de «contención» (containment) frente a la Unión Soviética, afirmando que el mundo estaba dividido en tres partes: el «mundo libre», el mundo ya dominado por los soviéticos y el mundo por descolonizar, al cual había que proteger del ogro soviético.
Inicialmente, aquel análisis pudo parecer correcto en la medida en que Stalin seguía deportando pueblos enteros. Pero, después de su muerte, ya se hizo evidente que aquello era falso. El Che Guevara, entonces ministro de Economía de Cuba, escribió un libro contra el modelo soviético y trató de continuar la revolución en África, sin pedir permiso a la URSS, pero contando con su apoyo.
En todo caso, Estados Unidos y el Reino Unido decidieron proteger Europa occidental del yugo soviético mediante la creación de los «Estados Unidos de Europa». Aunque eso recuerda el proyecto de los europeos de principios del siglo XX, que quisieron unirse en vez de guerrear entre sí, en realidad se trata de algo muy diferente, algo que debemos comparar más bien con la Liga Árabe y con la Organización de Estados Americanos (OEA), instauradas ambas en el mismo momento.
Fueron pocas las personalidades de Europa occidental que se opusieron al proyecto para Europa. Sin embargo, teniendo en cuenta las enseñanzas de la repartición del mundo que se había pactado en Yalta, los gaullistas y los comunistas franceses mantuvieron la alianza que habían establecido durante la Segunda Guerra Mundial y velaron por impedir la creación de una estructura supranacional, de manera que cada nación siguiese siendo más o menos soberana, a pesar de hallarse bajo las banderas de Estados Unidos y del Reino Unido. Fue con ese objetivo que los gaullistas y los comunistas franceses se opusieron juntos al Mando Integrado de la OTAN y a la manera como los anglosajones reformulaban la «construcción europea». Los gaullistas y los comunistas franceses estimaban que Europa era todo el continente, «desde Brest hasta Vladivostok». En efecto, al implementar su particular sistema jurídico, los ingleses se habían alejado de la cultura europea mientras que los rusos la extendieron con la conquista de Siberia.
Todos esos debates deberían haber terminado con la disolución de la URSS, en 1991. Pero no fue así. Más bien sucedió lo contrario. Por boca de su secretario de Estado, James Baker, Estados Unidos anunció que todos los Estados europeos liberados del yugo soviético se integrarían a la Unión Europea y a la OTAN… afirmación que todo el mundo aceptó. Simultáneamente, el propio James Baker hizo redactar el Tratado de Maastricht, documento que transformaba el Viejo Continente en una especie de «Estados Unidos de Europa» bajo la tutela de la OTAN. La moneda única de ese bloque supranacional, el euro, tenía que imprimirse siguiendo el modelo del dólar, lo cual sucedió tan rápidamente que no podía ser cierto. Desconfiando de Rusia –como siempre–, Washington y Londres impidieron que se le permitiese convertirse en miembro de la Unión Europea pero la asociaron en cierta medida al abrirle la puerta del G7, que se convirtió así en G8, a partir de entonces con poderes de decisión.
Esa etapa de incertitud terminó en 1999, con la caída de Boris Yeltsin y la llegada al poder de Vladimir Putin en Moscú. Las instituciones bajo control de Washington adoptaron una actitud más dura, se reactivó la estrategia de containment –que había fracasado durante la guerra fría– y el oso ruso sustituyó al oso soviético en la imaginación de los anglosajones. Hoy, con diversos pretextos o incluso sin pretexto alguno, Washington ha instaurado contra Moscú todo tipo de sanciones económicas, políticas y militares y Rusia ha sido expulsada del G8.
Para entender el sentido de las elecciones de renovación del Parlamento Europeo, del 23 al 26 de mayo, que designará al nuevo presidente de la Comisión Europea, hay que situarse en el contexto histórico y estratégico. Estados Unidos ha decidido poner la presidencia de la Comisión Europea en manos del alemán Manfred Weber, quien tendrá como misión sabotear el aprovisionamiento de la Unión Europea con hidrocarburos rusos. La primera batalla de Manfred Weber será poner fin a la construcción del gasoducto Nord Stream 2, a pesar de los miles de millones de euros ya invertidos en ese proyecto y de los miles de millones que permitirá ahorrar cuando esté terminado.
Para que el Parlamento Europeo elija democráticamente a Manfred Weber no es necesario que ese personaje cuente con el respaldo de la mayoría de los eurodiputados. Basta con que su grupo parlamentario, el Partido Popular Europeo (PPE), obtenga la mayor cantidad de votos. Así que Washington ha preparado una asamblea donde el PPE estará en primer lugar y el grupo Europa de las Naciones y las Libertades (ENL) quedará en segundo lugar.
Steve Banon, ex consejero del presidente estadounidense Donald Trump, ha sido enviado a Europa para servir de consejero al italiano Matteo Salvini y crear una camada de partidos identitarios –pero no independentistas–, aunque poniendo especial cuidado en evitar que el ENL llegue a obtener la mayoría.
- En aras de lograr ese resultado –a pesar de los esfuerzos de Salvini– fue necesario convencer al partido polaco Derecho y Justicia para que se mantuviera en el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), prometiéndole un aumento «significativo» del número de tropas estadounidenses desplegadas en Polonia.
- El 13 de mayo, Donald Trump recibió en la Casa Blanca al primer ministro húngaro Viktor Orban y lo exhortó a mantener su partido en el PPE… a cambio de armamento y de gas natural.
- Además, se “filtró” un video que muestra a Heinz-Christian Strache, jefe del Partido de la Libertad de Austria (FPO) y miembro de la coalición gubernamental austriaca, en pleno acto de corrupción. El video en cuestión es antiguo y su rodaje fue orquestado por una mujer que ha sido presentada como una agente rusa, aunque es mucho más probable que sea agente de la CIA.
A pesar de todo lo que la prensa repite constantemente, no existe oposición de fondo entre el Partido Popular Europeo (PPE) y el grupo Europa de las Naciones y las Libertades (ENL). Ambos grupos se entienden entre sí y lo hacen bajo la batuta de la OTAN, que impone las decisiones políticas fundamentales. Sólo existe una repartición de papeles.
La propaganda oficial sobre las elecciones europeas repite sin descanso que «Europa es paz y prosperidad», un slogan incompatible con la misión antirrusa de la Unión Europea.
- Hablemos de paz. La Unión Europea ha sido incapaz de liberar Chipre, isla europea –miembro de la UE desde 2004– ocupada por Turquía desde 1974. El ejército turco ocupa una tercera parte del territorio chipriota, donde ha instaurado una autoridad que colabora con la ocupación turca bajo la denominación de «República Turca del Norte de Chipre». Los chipriotas que viven en la parte de la isla ocupada por Turquía no han podido inscribirse en las listas electorales y no podrán participar en la elección europea [1]. Pero a la Unión Europea no sólo no le interesa el destino de esos chipriotas sino que además desembolsa miles de millones de euros en subvenciones destinadas a Turquía. Claro, Turquía es miembro de la OTAN.
- Hablemos ahora de prosperidad. Sin entrar a argumentar sobre la cuestión del gasoducto Nord Stream 2, la Unión Europea ha aplicado la estrategia antirrusa de Estados Unidos con tanta eficacia que los países miembros de la UE se han estancado mientras que el resto del mundo se desarrolla. Durante la década posterior a la crisis financiera de 2008, el crecimiento de China fue de +139%, el de la India fue de +96% y Estados Unidos creció en un 34%, mientras que el crecimiento de la Unión Europea retrocedió (-2%).
La campaña electoral europea se desarrolla a la escala de los países miembros ya que el sentimiento de ser europeo sigue siendo inexistente. Así que no hay partidos políticos a escala europea sino uniones creadas entre los partidos políticos de los diferentes países. Tampoco hay una jornada electoral única sino elecciones organizadas durante 4 días en los distintos países, según las tradiciones nacionales de cada uno de ellos.
Si la abstención en las elecciones europeas siempre ha sido tan alta es porque los electores intuyen que todo ese asunto no está nada claro. Más de la mitad de los electores tienen la intención de boicotear la votación –incluso a pesar de que el voto es obligatoria en algunos países.
Por consiguiente, aun en caso de que los procedimientos para la votación fuesen perfectamente democráticos, el resultado no representará la voluntad del cuerpo electoral en su conjunto. No será un resultado democrático. Manfred Weber será electo por una minoría de un parlamento, electo a su vez por una minoría de los electores.
Fuente:
Thierry Meyssan / Red Voltaire — La farsa de la Unión Europea.