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¿Será Ucrania o Israel el primero en desencadenar una guerra nuclear?

Como explica David Shavin, el comportamiento adictivo de estas guerras delegadas de matones no se explica por “lo malos que son los ucranianos” o “lo malos que son los israelíes”. La enfermedad descrita se deriva de la obscenamente cancerosa burbuja de los derivados financieros y de la enfermiza manía psicológica que subyace a la necesidad de degradar, envilecer y conquistar al adversario, que uno encuentra tanto en los pozos de comercio como en los clubes privados de Londres.

 

Por David Shavin

Es un argumento simple, o una fantasía. Si nunca te acobardas y sigues tirando faroles a tu oponente, duplicando y triplicando las amenazas, tarde o temprano tendrá que doblegarse a tu voluntad.

Hoy, el Parlamento Europeo ha votado abrumadoramente a favor de eliminar los controles sobre el uso por parte de Kiev de misiles occidentales de largo alcance cada vez más adentrados en Rusia, la mayor potencia termonuclear del mundo. La resolución contenía otras 23 llamadas a la acción, destinadas a aplastar a Rusia con sanciones, confiscando sus fondos, añadiendo los misiles Taurus de Alemania a los británicos, franceses y estadounidenses, etc. Pero la cuestión clave es el enfrentamiento nuclear. Echar todo a la olla y ver si Moscú se acobarda.

El discurso nocturno de Zelensky presentó su largamente esperado plan de «victoria», que aparentemente gira en torno a -adivinen qué- disparar misiles occidentales de largo alcance contra Rusia. Zelensky no dio detalles, sólo anunció que todo está perfectamente planeado y lo único que hace falta es que los aliados comiencen la ejecución del plan maestro.

Con el inevitable colapso de las tropas ucranianas sobre el terreno a la vista, con la incapacidad de Occidente para aumentar la producción de munición suficiente, con la última reserva de mano de obra en Ucrania gastada en un espectáculo de relaciones públicas en la remota zona fronteriza de Kursk, etc., el Parlamento de la UE no tiene mejor idea que redoblar y triplicar su comportamiento provocador.

 

El primer ministro británico viajó a Washington para pedir a Biden que autorice el uso de misiles de largo alcance en Rusia; Canadá lo respaldó

 

El actual gobierno de Israel tampoco tiene otra salida que la guerra permanente. La facción de «Eretz Yisrael» («Gran Israel») está llevando ahora su guerra contra el pueblo palestino de Gaza al Líbano. El Jerusalem Post informa de que los mandos militares israelíes están preparados para una invasión terrestre del Líbano. En primer lugar, Israel quiere solicitar un contragolpe de Hezbolá y/o Beirut, y para ello no dejan de intensificar sus provocaciones. Si asesinar a un invitado extranjero que asiste a las ceremonias de investidura presidencial de Irán no produce el contraataque deseado, no hay problema: basta con añadir más escalada. Si no se contienen, funcionará, pues habrá más escalada. Si hacer explotar buscapersonas en Líbano el 17 de septiembre, con miles de heridos en todo el país, no funciona, entonces hay que añadir más ataques aéreos. Y no tiene sentido ocultar la fealdad de todo el proceso, ya que mostrar el matonismo crudo ayuda a impulsar el proceso.

El comportamiento adictivo de estas guerras delegadas de matones no se explica por lo malos que son los ucranianos o lo malos que son los israelíes. La enfermedad descrita se deriva de la obscenamente cancerosa burbuja de los derivados financieros y de la enfermiza manía psicológica que subyace a la necesidad de degradar, envilecer y conquistar al adversario, que uno encuentra tanto en los pozos de comercio como en los clubes privados de Londres. ¿Qué otra lógica, por ejemplo, se esconde detrás de la creación de «bancos malditos» para albergar los insolubles malos papeles de la anterior ronda de especulación sin fundamento? Ya se trate de cavar un agujero más grande, idear una amenaza mayor, añadir uno o dos billones más a la deuda nacional o graduarse con una droga más fuerte, redoblar los faroles nunca tiene un buen final. Es evidente que la situación exige una intervención saludable.

El nombre de la paz es desarrollo económico; no dinero, sino desarrollo económico. Es cierto que el subproducto es que las monedas se estabilicen, que el dinero pueda funcionar, pero la realidad es que no hay sustituto para elevar los niveles culturales y de destreza de las poblaciones, para que sean capaces de asimilar y funcionar en un mundo de avances científicos. Y eso requiere encontrar la humanidad en aquellos vecinos de este gran mundo que pueden no parecer o hablar exactamente como tú. He aquí un sencillo ejemplo de cómo funciona: el «Plan Oasis».

Las intervenciones semanales de la Coalición Internacional por la Paz durante el último año son el modelo vivo del camino a seguir. Compruébelo usted mismo. Aquí tienes el vídeo de la sesión nº 67 del pasado viernes, y un enlace a las reuniones de los viernes de la Coalición Internacional por la Paz en la página web del Instituto Schiller.

 

Última llamada: ¿Quién detendrá el descenso a la locura de la guerra directa entre la OTAN y Rusia?

 

Fuente:

David Shavin, en EIR: Will Ukraine or Israel First Trigger Nuclear War—Time To Place Your Bets? 19 de septiembre de 2024.

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