El prolífico y notable periodista y escritor mexicano Salvador Borrego Escalante, pionero del revisionismo histórico en el habla hispana (una forma mas respetuosa de referirse a nos los mal llamados “conspiranoicos”), en su libro “Inflación Empobrecedora. Deflación Empobrecedora. Tenazas del Supracapitalismo”, publicada su primera edición en 1980, en el cual se denuncia un plan internacional de dominio global a través de la manipulación de la economía mundial, hace una interesante mención y culpa de este plan para crear “un Nuevo Orden Mundial” nada menos que a la Orden de los Jesuitas. Esto no termina ahí, sino que hasta llega a decir que los jesuitas comenzaron a tener conversaciones y pactos con la masonería en miras de avanzar en este susodicho plan totalitarista y megalómano. A continuación el extracto en cuestión para que sea de nuestro estudio.
Capítulo VII: En el Origen del Conflicto
Esto se realizaba a fines del siglo XIX. Visto el fenómeno en un primer plano, parecía una escisión de la masonería. Varios ritos se empeñaban en continuar la lucha frontal contra la Iglesia, en tanto que otros, de más altos grados, procuraban la “convergencia”. La meta era la misma, por diversos caminos, aunque el segundo tenía muchas sinuosidades y una ambición extraordinaria. La rama más sutil consideraba que la revolución frontal hallaría siempre obstáculos y que la “revolución en las mentes” sería más efectiva.
El canónigo Roca (que vivió de 1830 a 1893), estaba de acuerdo con ese plan, aunque quiso ir tan de prisa que no se cuidó de trabajar siempre en secreto. Quería darle al marxismo una apariencia de cristianismo y habló sobre el particular en el Congreso Espiritualista Internacional, en septiembre de 1889, en el Gran Oriente de Francia. La Revolución debería ser, la redentora, en vez de Cristo. Debería suprimirse el celibato, la sacralización, la sotana, etc., “para humanizar al sacerdote”. El catolicismo debería ser un medio para llegar a la lucha social. “El cristianismo puro -decía- es el socialismo… Socialismo y catolicismo pueden coincidir en una preocupación humanista”. (“El Final del Mundo Antiguo”. — Roca).
Pero Roca se evidenció y se desprestigió rápidamente. Mucho más efectiva era la labor encubierta de los cabalistas. Varias de las corrientes revolucionarias, decían, deben presentarse bajo apariencia cristiana. Por ejemplo, hablar de la redención del pobre, en el entendido de que esto sólo es posible a través de la Revolución. Hay que derribar el antiguo concepto del hombre en relación con Dios, substituyéndolo por una lucha práctica del hombre en relación con la Naturaleza. En vez de un espiritualismo dirigido a Cristo, un espiritualismo dirigido hacia la liberación del hombre respecto a sus necesidades materiales.
Una advertencia muy clara en 1907
El mencionado plan parecía tan atrevido que casi resultaba absurdo, pero el hecho es que iba ganando terreno. Es un fenómeno psicológico, hasta cierto punto misterioso, la forma en que fue engañando o persuadiendo a hombres con vasta preparación académica. En 1907 el Papa San Pío X se mostraba preocupado por tal avance y publicó su encíclica “Pascendi Dominici Gregis”, en la que decía:
“Al presente no es menester ya ir a buscar a los fabricadores de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y esto es precisamente objeto de grandísima ansiedad y angustia, en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia. Enemigos, a la verdad, tanto más perjudicial cuanto lo son menos declarados. Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos y seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes… Ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas… No hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper” (…)
Parece que esa habilidosa penetración se hizo más visible poco después. A partir de 1920 comenzaron a circular en Europa publicaciones tendientes a persuadir a los círculos intelectuales de que la masonería no era lo que generalmente se creía. Luego, en 1926, se reunieron en Aix-La-Chapelle (Aachen) los sacerdotes jesuitas Herman Grubery Berteloot, por una parte, y por la otra tres eminentes masones israelitas: Kurt Reichl, del consejo supremo de Austria; Eugen Lenhoff, gran maestre de la Logia austriaca, y el doctor H. Ossian Lang, secretario general de la Gran Logia de Nueva York.
Estos tres últimos personajes planteaban la pregunta: ¿Era posible llegar a un armisticio?.. La masonería –decían, buscaba el bien de la humanidad y la Iglesia también. La Iglesia creía en un Dios, pero ¿acaso la masonería no cree en el Gran Arquitecto del Universo? El gran maestro Reichl mencionó que la humanidad se hallaba amagada por anarquistas, nihilistas, bolchevistas, etc., y que era posible afrontar ese peligro desde las logias y desde los templos.(1)
1 “Francmasoneria y la Iglesia”.- Padre Berteloot. (“Frankfurter Zeitung”.)
Otra entrevista se efectuó poco después. Participaron los sacerdotes Gruber y Mukermann, y los cabalistas Oswald Wirth y el gran maestro de grado 33 Albert Lantoine, del Supremo Consejo Escocés. Estos hablaron —hasta donde se pudo saber— de que ambas partes “son agentes de la misma gran obra” y que era posible un acuerdo de buena fe.
Se ignora hasta qué punto los dialogantes jesuitas creyeron que se les estaba ofreciendo sinceramente la paz. ¿Fueron engañados o cambiaron de bando? ¿Creyeron que se abría una puerta para catequizar a los masones? (…) Lo cierto es que, sabiéndolo o no, tendieron un puente. Y a través de ese puente no iba a pasar el Evangelio hacia las logias y las sinagogas, sino la influencia de éstas hacia círculos selectos cristianos.
Esos diálogos arrastraron luego a otros clérigos hacia la “convergencia”, entre ellos al padre Gierens, de Alemania; al padre Macé, de Francia; al padre Teilhard de Chardin, y después a diversos grupos de seglares y seculares. La difusión de tales ideas cundió a diversas publicaciones cristianas y fue ya perceptible en 1930.
Como en la década de los años treintas la masonería francesa dio muestras de alianza con el marxismo, hubo algunos masones no marxistas que se alarmaron, por lo cual se les explicó que la Revolución se realizaría “desde arriba, como socialismo de Estado… El socialismo es un ideal que tiende al establecimiento de la justicia económica, dando su sentido completo a las tres palabras: libertad, igualdad y fraternidad… No hay un masón que pueda declararse a la vez su adversario (del socialismo) y ser buen masón.”
Sin embargo, el 28 de diciembre de 1935 se presentó en la Cámara, de París, una moción para disolver las logias, pero fue derrotada por 370 votos contra 91. Allí se demostró que el Gran Oriente y la Gran Logia eran ya muy fuertes en los círculos políticos, intelectuales y económicos. (1)
Por todas partes se detectaban signos ominosos respecto a los avances revolucionarios, a veces identificados como tales y a veces como marxismo o socialismo. El Papa Pío XI publicó el 19 de marzo de 1937 su encíclica “Divini Redemptoris”, que en parte decía:
“El comunismo se mostró en un principio tal cual era en toda su perversidad, pero muy pronto se convenció de que en esa forma alejaba de sí a los pueblos, y por eso ha cambiado su táctica y procura atraer a las multitudes escondiendo sus propios planes detrás de ideas que en sí son buenas y sugestivas. Así, anotando el común deseo de paz, los jefes del comunismo fingen ser los más celosos promotores y propagandistas de la paz mundial; pero al mismo tiempo proclaman la lucha de clases que hace correr ríos de sangre… Así, bajo diversos nombres que ni siquiera aluden al comunismo, fundan asociaciones y periódicos que después sirven únicamente a hacer penetrar sus ideas en ambientes que de otra manera no les serían fácilmente accesibles; hasta procuran, mediante la perfidia, infiltrarse en ambientes católicos y religiosos. Así, en otras partes, sin renunciar un instante siquiera a sus perversos principios, invitan a los católicos a colaborar con ellos en el campo que denominan humanitario y caritativo, proponiendo a veces cosas del todo conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. Procurad, venerables hermanos, que vuestros fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir en ningún campo la colaboración con él, por quienes desean salvar la civilización cristiana”. Sin embargo, continuaban los contactos en el campo “humanitario”… EI 15 de septiembre de 1938 el padre Berteloot publicó un artículo en “Revista de París” abogando por un entendimiento entre masonería y catolicismo. Según él, se podía confiar en un trato de buena fe para “un enfrentamiento constructivo” (…)
Según Thomas Mclan, el episcopado francés tenía informes, en 1939, de que 120 sacerdotes y varios obispos franceses habían sido ya ganados por las logias, pese al canon de excomunión 2335 del Código de Derecho Canónico.(2)
1 La Cara Oculta de la Historia Moderna. —Llean Lombard.
2 Mentiras del Mundo Moderno. — Mclan.
En el Centro de Estudios de los Problemas Humanos trabajaban en favor de la “convergencia” el padre Teilhard de Chardin, Aldous Huxley, el ocultista Dr. Alendy y varios cabalistas, patrocinados indirectamente por la banca Worms. La segunda guerra mundial estalló en septiembre de 1939. Poco después, cuando la URSS se hallaba en peligro de ser derrotada, los promotores de la alianza masónica católica le ofrecieron ayuda a la masonería alemana, disuelta por Hitler, para que luchara en la clandestinidad. El jesuita Gruber fue uno de los portavoces. Y así comenzó a actuar un grupo de sabotaje intelectual. En el Círculo de Kreisau militaban, en Alemania, el jesuita Alfred Delp, el padre Roesch, el padre Koening, el pastor anglicano Dietrich Bonhoeffer, y otros más. Todos coincidían en el empeño de crear un “socialismo-cristiano” y vincularlo al marxismo.
En esa época hubo nuevos diálogos. Y una vez terminada la guerra, el jesuita Berteloot publicó su libro “Francmasonería y la Iglesia”, en el que pedía que cesara la “intolerancia” y la “intransigencia” de los católicos respecto a las logias. Una vez más, el 19 de marzo de 1950, bajo la firma del padre Cordovani, el “Osservatore Romano” desautorizó esos pronunciamientos y advirtió: “Los obispos saben que el canon 648 y especialmente el canon 2335, que excomulga a los que han dado su nombre a la Masonería, sin distinción de ritos, están en pleno vigor hoy como ayer. Todos los católicos deben saberlo, y hay que recordárselos para que no caigan en esa trampa…”
Sin embargo, en Europa se dio el caso de que algunos sacerdotes fueran recibidos en “tenidas blancas” (como luego ocurrió en México con Mons. Méndez Arceo). Monseñor Daniel Pezeril, obispo auxiliar de París, habló ante un grupo de masones sobre el tema “signos de la Iglesia del mañana”, de tal manera que podía interpretarse como un acercamiento entre la Iglesia y las logias.
Todo eso era además propiciado por más de ocho millones de ejemplares de diversas publicaciones sobre religión, que empezaron a ser producidos por el Instituto de Ediciones Pax, creado por el “Movimiento Pax” de Polonia, dirigido por teólogos marxistas a través de Boleslaw Plasecki. Estas publicaciones inundaron círculos católicos europeos y su influencia pasó rápidamente a América, a través del IDOC y de otros grupos con vastos recursos económicos. El cardenal Roncalli, patriarca de Venecia (más tarde Papa Juan XXIII), denunció en una homilía, en San Marcos, el 9 de marzo de 1958, la existencia de infiltraciones en la Iglesia. Dijo que había quienes “creen que ha llegado el momento de arruinar, de dispersar a las fuerzas cristianas dividiéndolas, utilizando la palabra o la pluma de algún desafortunado sacerdote, que traiciona abiertamente o en secreto su dignidad y su misión… ¿Quién suministra el dinero, al servicio del desorden y no del orden, no del amor y de la paz, sino de la división y el odio?”.
Pese a esa advertencia, tres años más tarde el sacerdote jesuita Riquet recomendó en “Le Figaro” de París (18 de marzo de 1961) la lectura del libro “Nuestros Hermanos Separados los Masones”, escrito por el gran maestro Alec Mellor. Riquet fue recibido con honores en la Logia Volney. (El libro tenía “imprimatur” del jesuita Bonichón).
En esa década de los años sesentas se habló mucho en Europa acerca de varios prelados que creían en una conversión masónica o que simpatizaban conscientemente con las logias. Se mencionaba en particular al cardenal Agustín Bea (Behar), a sus asesores Barum y Osterreicher, a Lercaro, al cardenal francés Achille Liénart, al cardenal alemán Frings, a monseñor Aníbal Bugnini ya otros. El escritor francés Marquis de la Franquerie denunció que Liénart era grado 30 de la masonería. (“La infabilidad Pontificia”).
Por otra parte, el escritor italiano Tito Casini citó las fechas de iniciación masónica del cardenal Leo Suenens, primado de Bélgica, de monseñor Aníbal Bugnini y de otros.(1)
1 El Humo de Satanás. — Tito Casini.
Jules Isaac, ex inspector general de Instrucción Pública de Francia, en compañía de los rabinos Kaplan, Rosenblum y Zwi Taubes mantenía frecuente contacto con los sacerdotes llamados “liberales” o “progresistas”, partidarios de “una nueva Iglesia”. En esa corriente figuraban también monseñor Koning, de Viena; Alfrink, de Utrecht; Suenens, de Malinas; Hans Küng; el dominico Schillebeckx y el jesuita Van Kolsdonk.
El obispo Sergio Méndez Arceo pidió en el congreso conciliar del 20 de noviembre de 1963 que fueran derogadas las leyes eclesiásticas contra la masonería, aunque no lo logró. Argumentaba que “los principios de la masonería, como la historia nos enseña, fueron cristianos y también hoy, en parte, siguen siendo”… (“El Juicio de las Naciones”, por el Ing. Tomás Moreno Carbantes). (“Civiltá”, 4 de abril de 1964).
Los cambios a que aspiran algunos
También en la década de los años sesenta surgieron fuertes corrientes de “modernistas”, “liberales”, “progresistas”, “cristianos por el socialismo”, etc. Se presionaba en el sentido de que “todo en la Tierra debe estar ordenado respecto al hombre, como a su centro y a su cumbre”. Varios teólogos mostraban simpatías por la “convergencia” y demasiada adhesión al Consejo Ecuménico de las Iglesias, que había sido fundado en Amsterdam el 27 de agosto de 1947, con la participación de 147 denominaciones religiosas procedentes de 44 países, y con ciertas tendencias hostiles al catolicismo.
Los “progresistas” y los “teólogos de la liberación” se empeñaron en lograr cambios radicales, como el Catecismo Holandés, de aproximación al marxismo.
En la siguiente década, de los años setentas, algunos grupos acentuaron tendencias para difundir en forma gradual los siguientes puntos:
1. Minimizar en el catolicismo su esencia de vida trascendente y colocar en lugar principal una meta de mejoramiento social y económico, llamada “liberación del hombre”.
2. Debilitar el respeto hacia lo sobrenatural y dar más énfasis a lo humano y social.
3. Poner el centro de gravedad de la religión en los problemas materiales. Pasar por alto que el avance marxista o que la inflación supracapitalista provocan miseria, y hacer gravitar la causa de este mal exclusivamente sobre “los ricos”, en forma tan vaga que se incluya como tales a todo el que no esté en la miseria y que muy poco puede hacer para cerrar los enormes veneros de donde mana la miseria, veneros que están en manos de gobiernos y círculos revolucionarios.
4. Servir al hombre es la forma de servir a Dios, y al hombre se le sirve concretamente en lo socioeconómico.
5. Suscitar dudas acerca de toda la tradición. Cuestionar y replantear todo.
6. Formar un nuevo tipo de sacerdote que más que actuar sobre el alma de los creyentes actúe sobre lo económico.
7. Soslayar la apologética y en general la moral, incluso el problema de la educación escolar materialista.
8. En vez de atraer al hombre hacia la religión, adaptar la religión al hombre, tal cual éste es. Esas tendencias se han difundido a través de varios canales, como el IDOC, que goza de generoso financiamiento.
En Holanda se muestra muy activo el Centro de Comunicación entre la Iglesia y el Mundo; en Alemania, “Cristianos del Diálogo”; en Francia, “Biblia y Revolución”, etc.
Fuente:
Salvador Borrego Escalante, vía Espada del Espíritu — Inflación Empobrecedora. Deflación Empobrecedora. Tenazas del Supracapitalismo.