Por Harley Schlanger
Actualización: Después de que este artículo fue completado, la Fuerza Aérea israelí lanzó una serie masiva de ataques contra Irán. Los bombardeos se concentraron en instalaciones nucleares e infraestructuras de investigación, e incluyeron asesinatos selectivos de altos mandos militares y científicos nucleares iraníes. Durante una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU celebrada el 14 de junio, el representante permanente de Rusia ante la ONU, Vasily Nebenzia, insinuó que detrás de la operación israelí podría haber una participación británica.
Nebenzia declaró: “En el contexto de los ataques actuales de Israel hay algo que merece nuestra atención particular. Me refiero a los reportes sobre una posible coordinación entre Israel y los servicios especiales británicos: inmediatamente después de los bombardeos israelíes contra Irán, los británicos ofrecieron refugio a las aeronaves israelíes involucradas en la operación en su base de Chipre”.
En respuesta a esta acusación, el periodista de investigación Kit Klarenberg fue más allá, señalando similitudes entre las tácticas empleadas por Israel contra Irán y las operaciones dirigidas por el Reino Unido en los ataques con drones contra Rusia. En una publicación en X, escribió: “Dado que la ‘Operación Telaraña’ británica en Ucrania es prácticamente idéntica al contrabando de drones israelíes en Irán, es muy probable que sea cierto”.
Tras el ataque israelí, las confusas y contradictorias declaraciones de Donald Trump sobre si tenía conocimiento previo o aprobó la operación reavivaron una pregunta clave: ¿Estaba Trump al tanto del ataque e incluso lo apoyó, o lo mantuvieron al margen? Si es lo segundo, ¿acaso está en marcha un golpe de Estado dirigido por Londres contra Trump, impulsado por las mismas redes de inteligencia angloamericanas que fabricaron el fraude del Russiagate? La respuesta a estas preguntas podría determinar si la humanidad logra evitar la tragedia de una guerra nuclear.
Se sospecha que estos temas fueron abordados en una conversación telefónica entre Trump y Putin el 14 de junio.
El ataque con drones contra aeródromos e infraestructuras rusas del 1 de junio, celebrado por medios occidentales como un “avance” de Ucrania en la guerra por delegación de la OTAN, acercó al mundo al borde de un conflicto nuclear. Con las tensiones en aumento, surgió la duda: ¿Trump estaba informado? Si lo estaba y mintió, perdería credibilidad como líder dispuesto a negociar la paz. Si no lo estaba, el interrogante es aún más inquietante: ¿Quién está tomando las decisiones en Occidente?
Esto lleva a una cuestión aún más profunda: si las operaciones fueron realizadas sin que Trump lo supiera, ¿estamos ante un golpe encubierto para apartarlo del poder y evitar la normalización de relaciones entre EE.UU. y Rusia? Lyndon LaRouche ya formuló una hipótesis similar hace más de veinte años, tras el 11 de septiembre, en un artículo publicado por Executive Intelligence Review en 2002, titulado “Zbigniew Brzezinski y el 11 de septiembre”. Según LaRouche, los ataques reflejaban un intento de golpe de Estado militar encubierto contra el gobierno de George W. Bush.
En ausencia de declaraciones oficiales claras sobre el conocimiento de Trump respecto al ataque contra Rusia, proliferan rumores para socavar su imagen, como ya ocurrió durante el Russiagate, orquestado desde Londres.
En crisis como esta, la llamada “ambigüedad estratégica”, tan celebrada por algunos expertos en guerra híbrida, es peligrosa e irresponsable, especialmente si se emplea durante negociaciones diplomáticas. Trump ha iniciado gestos para normalizar las relaciones con Rusia, pero la transparencia es urgente si realmente quiere frenar la escalada.
La pregunta cobra más peso cuando senadores como Lindsey Graham y Richard Blumenthal, junto al exdirector de la CIA Mike Pompeo, aparecieron en Kiev durante los ataques. Graham, en particular, sigue promoviendo sanciones extremas contra Rusia. Aunque Trump amagó con respaldar nuevas sanciones, finalmente se retractó y ahora presiona al Partido Republicano para bloquear esos planes.
Desde Moscú, la responsabilidad británica es clara. Incluso antes del ataque del 1 de junio, el Ministerio de Exteriores ruso responsabilizó directamente al Reino Unido, Alemania y Francia de alentar los ataques con drones para sabotear las conversaciones de paz iniciadas en Estambul tras un acuerdo preliminar entre Putin y Trump.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, lo dijo sin rodeos: “Los británicos están implicados al cien por cien”.
El general retirado Leonid Reshetnikov, ex del SVR, fue más contundente: el MI6 británico lleva siglos buscando la destrucción de Rusia, y es mucho más peligroso que la CIA. Documentos filtrados revelados por Klarenberg en The Grayzone detallan la existencia de una célula militar secreta británica que planeaba ataques contra la flota rusa del Mar Negro, la voladura del puente de Crimea y otras operaciones encubiertas.
Mientras Londres y sus aliados promueven una guerra sin fin, el camino para frenarlos pasa por respuestas claras. Trump debe denunciar estas operaciones terroristas, cortar el flujo de armas a Ucrania y comprometerse a colaborar con Rusia en la lucha contra el terrorismo.
Así como Putin ofreció su apoyo a Bush tras el 11-S para evitar una confrontación nuclear, hoy Trump podría hacer lo mismo para frenar esta deriva suicida. Una declaración contundente pondría en evidencia que ni Zelensky ni sus titiriteros en la OTAN tienen posibilidad alguna de ganar, y que ha llegado el momento de aceptar las legítimas preocupaciones de seguridad de todas las partes.
Fuente: Harley Schlanger, en EIR: Spotlight Falls On British MI6 Role in Sabotaging Peace in Ukraine; 15 de junio de 2025.
Trump admite respaldo al ataque israelí y queda expuesto el patrón de sabotaje contra Irán y Rusia
