Por Executive Intelligence Review
18 de noviembre de 2021 (EIRNS)-Hacer historia es un acto creativo. La civilización que sobrevive y progresa es aquella que decide romper con las locuras de los modos de comportamiento controladores que la conducen hacia la perdición elegida, y adoptar en su lugar un nuevo modo de pensar y actuar que esté en coherencia con las leyes del universo conocido. Como se ve en la acción de descubrimiento del científico o del artista, este acto de liderazgo no es algo limitado a una “élite” o a una “clase elegida”; como afirmaba la fundación de la república americana, el arte de gobernar es una tarea, un deber, de la mente creativa que se encuentra, en potencia, dentro de cada ser humano, de cada ciudadano.
Así lo afirmaba Lyndon LaRouche en su escrito de 2002, “El individuo histórico”, en el que decía:
“Durante cada momento trágico de gran crisis, cada nación, cada cultura, se ve atenazada por la necesidad de un cambio repentino y profundo en su calidad de liderazgo. Su supervivencia depende entonces de su voluntad de elegir una nueva cualidad de liderazgo, tipificada por aquellos individuos extraordinariamente excepcionales que se mantuvieron, en retrospectiva, como almas inmortales, aparte y por encima del mero gusto popular de su tiempo. A lo largo de toda la historia futura de la humanidad, al igual que durante el pasado, esta presencia o ausencia del papel determinante del individuo excepcional será siempre, como lo ha sido siempre, uno de esos hitos que marcan esos caminos de elección, hacia la serenidad o la autodestrucción, elecciones que se ciernen sobre cada cultura en sus momentos de peligro tan grande y autoinfligido como el que enfrentamos hoy”.
Es esa cualidad de liderazgo potencial dentro de los propios ciudadanos, tal y como se expuso de manera profunda en los cuatro paneles de la Conferencia Internacional del Instituto Schiller del 13 y 14 de noviembre, la que marcará la diferencia hoy en día entre el fin de la civilización en un colapso hiperinflacionario y una guerra nuclear, o, un enderezamiento de nuestra nave moral para crear un nuevo paradigma de desarrollo y progreso mutuos.
Los acontecimientos en el escenario político actual señalan movimientos en ambas direcciones. Mientras los genocidas de la COP26 piden la eliminación del desarrollo industrial y, por tanto, de la población, las naciones de Asia y África denuncian la hipocresía de la “jet set” multimillonaria y se niegan a firmar ese pacto suicida. Mientras la crisis en la frontera de Bielorrusia y Polonia amenaza con convertirse en un conflicto generalizado dirigido a Rusia, Merkel y Lukashenko hablan por segunda vez esta semana de estabilizar la situación, sacarla del abismo y garantizar la ayuda humanitaria para los miles de personas que sufren las gélidas temperaturas y las terribles condiciones. En Afganistán, mientras los ideólogos piden que la desprestigiada y obsoleta OTAN vuelva a entrar para “reconstruir” el país, la “Troika-Plus” (Rusia, China, Estados Unidos y Pakistán) se reúne en Islamabad para discutir el camino hacia la estabilidad en la región, y Rusia lidera el camino entregando su primer cargamento de ayuda humanitaria, 36 toneladas, cuya distribución a los necesitados está garantizada por el gobierno talibán.
Lo que puede determinar, y lo hará, nuestra trayectoria ahora es la afirmación e intervención de las grandes ideas necesarias sobre las que podría construirse una nueva fase de la civilización. Así se vio en la intervención de una representante del Instituto Schiller en un debate sobre las tensiones con China, cuando planteó la necesidad de un enfoque westfaliano para resolver los conflictos en un plano superior. Así se vio, con fuerza, en las presentaciones y el diálogo de la reciente conferencia del Instituto Schiller, de la que se están preparando extractos en vídeo para maximizar y acelerar la intención, el propósito y el impacto de ese extraordinario evento.
Un extracto en preparación destacará la crisis de la cultura y la educación y la propuesta de Helga Zepp-LaRouche para un resurgimiento de la educación y la cultura clásicas en todo el mundo, basado en las mejores tradiciones y logros de las naciones de todo el mundo. Tal programa, aunque centrado en los jóvenes, es el modelo para el tipo de liderazgo que se requiere ahora, hoy, de todos y cada uno de los ciudadanos como una contribución creativa para asegurar la supervivencia de nuestra hermosa especie.
Lyndon LaRouche:
“Un futuro líder adecuado para una época de crisis sistémica como la actual, debe haber dedicado gran parte de su desarrollo mental y moral personal, desde la infancia y la adolescencia, a estudiar y despreciar las falsedades sistémicas que han llegado a ser más o menos generalmente aceptadas por sus compañeros, y también por las generaciones anteriores y posteriores. Esta conciencia apasionada de las falsedades sistémicas ampliamente aceptadas, implícitamente axiomáticas, tal y como están arraigadas en la práctica habitual de su sociedad, fomenta en esa mente joven y madura una disposición para hacer hincapié en temas relacionados con lo que Shelley identificó como “concepciones profundas y apasionadas respecto al hombre y la naturaleza”. ”
Conviértete en ese líder. Únase a nuestros esfuerzos de organización hoy mismo.
Fuente:
Will Humanity Break from Its Folly? The Principle of Leadership Is a Creative Act; EIR LEAD EDITORIAL FOR FRIDAY, NOVEMBER 19, 2021.
