Por Elena Panina
Con el panorama electoral estadounidense ya claro, es momento de recordar algunas consideraciones clave planteadas a lo largo de este año.
1. La victoria de Trump, aunque significativa, no garantiza que tendrá control absoluto en EE.UU., incluso si los republicanos logran mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes.
Para los demócratas y el sector del Estado Profundo alineado con ellos, una victoria de Trump es comparable a perder una guerra. Su resistencia será intensa, y podemos esperar intentos creativos e incluso extremos para desafiar el resultado actual. La oposición a Trump será enorme, y no debería subestimarse.
2. Si Trump y las fuerzas conservadoras detrás de él logran superar la confrontación con el “Estado Profundo”, intentarán implementar rápidamente sus programas, entre ellos el ambicioso “Proyecto 2025” de la conservadora Heritage Foundation.
El objetivo del “Proyecto 2025” es “desmantelar el Estado administrativo” en EE. UU., es decir, reducir el poder de las estructuras burocráticas. En política exterior, los autores de esta estrategia comparten la postura estadounidense de condena hacia la “guerra criminal del Kremlin en Ucrania” y continúan abogando por la contención de Rusia, con el foco principal en la confrontación con China y la preparación para un posible conflicto de gran escala.
En este contexto, es probable que el nuevo gobierno de Washington intente romper los vínculos entre Moscú, Beijing, Pyongyang y Teherán, debilitar a los BRICS, e idealmente, convertir a Rusia en un aliado político-militar de EE. UU. contra China. En este escenario, podríamos recibir promesas tentadoras en un futuro cercano.
3. En Rusia, el regreso de Trump podría fomentar —y ya ha fomentado— la ilusión de una posible “negociación amistosa” sobre Ucrania, lo cual representa la principal amenaza actual.
Cualquier intento de tregua en Ucrania sin lograr los objetivos de la operación militar rusa sería comparable a una repetición de “Minsk-2”, es decir, una derrota aplazada para Rusia. En medio de la aún incierta posición de Trump, Rusia podría sentirse tentada a “crear una atmósfera de negociación” y reducir su actividad militar en Ucrania. Este tipo de llamados podrían resurgir, a pesar de que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia ya ha dejado claro que no habrá congelación del frente.
Por lo tanto, el principal objetivo debe ser evitar cualquier pausa en la operación militar y cualquier fortalecimiento del “partido de la paz a cualquier precio”.
4. Cualquier acuerdo con el nuevo gobierno de Washington o una “división de Ucrania” solo tendrá sentido si incluye una reestructuración integral de la arquitectura de seguridad en Eurasia y garantiza concretamente los intereses fundamentales de Rusia.
Trump intentará evitar esta consideración “paneurasiática”, pero Rusia deberá insistir en ello; de lo contrario, cualquier negociación fracasará. Este fracaso también representaría un problema para Trump, quien podría quedar atrapado en Ucrania por un tiempo prolongado, con el riesgo de verse arrastrado prematuramente a una guerra mundial en condiciones desfavorables para EE. UU.
En este sentido, Rusia cuenta con una carta fuerte. Ahora toca jugarla bien.