Por Andrei Fursov
Nick Bostrom (en sueco, Niklas Boström), un filósofo sueco ultraglobalista de la Universidad de Oxford, que asesora al gobierno británico, escribe mucho sobre inteligencia artificial¡.
Él cree que el modelo ideal del mundo moderno es una gran prisión y algo entre la Inquisición y la policía, que controlará toda actividad científica inventiva y cortará los inventos innecesarios.
Sin embargo, cree que la inteligencia artificial es algo muy peligroso y que realmente puede salirse de control. Yo creo que Bostrom no es sincero al respecto, y que lo que realmente teme es que la facción de la élite mundial a la que no sirve, se esconda detrás de la inteligencia artificial.
En la novela “Edén”, de Stanislaw Lem, nuestros astronautas sobrevuelan un determinado planeta que carece de cúpula dominante, en el que hay igualdad. Más tarde, resulta que sí existe una cúpula, pero se esconde detrás de algo similar a la inteligencia artificial.
Es necesario recordar siempre: ¿quién se beneficia de…? Ésa es la cuestión principal. Así como la palabra principal del hombre es “no”, la pregunta principal del científico es: ¿quién se beneficia?
Postcapitalismo: El control sobre los flujos de la información y del pensamiento
En la actualidad, se considera a los propietarios de las plataformas sociales Apple, Amazon, Facebook, etc., como el grupo tecnológico más avanzado de la élite mundial.
El postcapitalismo —que, como podemos ver, ya está tomando forma— consiste en controlar al ser humano como portador de valores espirituales, conocimientos y dueño de determinadas necesidades.
Lo que está ocurriendo ahora mismo es una de las principales directrices en la creación de un sistema fundamentalmente nuevo, donde la mayor parte de la población serán tiktokers, personas que no pueden leer más de tres o cuatro páginas, y que son incapaces de concentrarse.
Naturalmente, si una persona se convierte en una criatura completamente simplificada con necesidades simplificadas, será mucho más fácil de controlar. Esto no sólo implica la destrucción de la educación, sino la creación de un control muy estricto: la policía del pensamiento, que implica el control sobre la información y los flujos de información.
Resulta irónico recordar cómo en los años 1990s se decía que Internet resolvería para siempre el problema de la censura, y que nadie podría volver a controlar el flujo del pensamiento. Pero podrán hacerlo.