Afganistán es un país donde la historia se escribe sobre las lápidas de los cementerios imperiales. Y la semana pasada fue cincelado el nombre de un imperio más: Los Estados Unidos de América (2001-2021). Ahora, advierte Tom Clifford, será responsabilidad de Pekín aprender las duras lecciones de la historia para evitar que esta se repita otra vez.
Por Tom Clifford
Desde las espadas de Alejandro Magno, el imperio británico, los rusos antes y después de Lenin, y los Estados Unidos como nuevos miembros del Gran Juego, las potencias militares han visto cómo la arena afgana se tragaba sus ambiciones. “Mirad mis obras, poderosos….
Algunos comentaristas han dicho que el abandono de Afganistán fue la peor crisis a la que se enfrentó Occidente desde Suez. Se equivocan. Esto es mucho peor. La crisis del canal tenía que ver con dos imperios con soles ponientes, el británico y el francés, que no apreciaban ni admitían su menguante papel en la posguerra antes de que Estados Unidos interviniera para restablecer la perspectiva. Afganistán tiene que ver con la traición, la derrota y el aumento de la amenaza terrorista. A medida que se acerca el 20º aniversario del 11-S, resulta aleccionador recordar que Estados Unidos entró en Afganistán para derrocar a los talibanes en 2001 y reducir así la amenaza terrorista. Se marchó en 2021 y permitió que los talibanes tomaran el control. Como mínimo, es difícil de explicar.
La Red Global de Terror británica/saudí y el 11 de septiembre de 2001
Occidente en Asia está desacreditado. Es de esperar que Corea del Norte y China se aprovechen.
Sería negligente por parte de los planificadores militares de Corea del Sur y Japón no formular una nueva estrategia de defensa, más firmemente basada en sus propias capacidades, a la luz de la huida de Kabul.
La derrota de Estados Unidos ante los talibanes también reconfortará a los grupos terroristas.
Los chinos lo vieron venir. Poco comentado en Occidente, los chinos recibieron a los talibanes en Tianjin a finales de julio mientras los militares occidentales seguían hablando de un plazo de meses antes de que Kabul estuviera en peligro. Los chinos se dieron cuenta en julio de que los talibanes iban a ganar en cuestión de días o semanas. Por eso, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, se reunió con el mulá Abdul Ghani Baradar, el jefe político de los talibanes, en Tianjin, a 100 km al este de Pekín, a finales de julio. Justo antes de esta reunión, los chinos habían recibido a la subsecretaria de Estado estadounidense Wendy Sherman, también en Tianjin. Cuando se reunieron con los talibanes unos días más tarde fue un indicador de que se estaban tomando en serio a los talibanes. También fue un desaire para EE.UU., al poner al enviado talibán a la altura de Sherman.
Wang, como exigía la ocasión, intercambió sutilezas con los talibanes. Pekín espera que “desempeñe un papel importante en el proceso de reconciliación pacífica y reconstrucción de Afganistán”, según una lectura de la reunión del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Lo que esto significa realmente es que China ayudará a los talibanes con ayuda e inversiones a través de Pakistán. A cambio, los talibanes no deben interferir en la inquieta región china de Xinjiang, donde los musulmanes son mayoría y Pekín encarcela hasta a un millón de personas.
Hay dinero que ganar y muchos tratos que hacer.
La Iniciativa del Cinturón y la Ruta, el plan de China, en parte, para establecer rutas comerciales desde Oriente a Europa que no puedan ser objeto de sanciones por parte de Estados Unidos, necesita entrar en Afganistán para acceder mejor a las repúblicas de Asia Central. Pekín está construyendo una gran carretera a través del estrecho corredor de Wakhan, la franja de territorio montañoso que conecta Xinjiang, en China, con Afganistán (véase el mapa de arriba y la imagen de la derecha).
Esto proporcionará una ruta clave para su Iniciativa de la Franja y la Ruta hacia Pakistán y Asia Central. Estas rutas son esenciales para que Pekín persiga sus objetivos de aumentar el comercio con la región. Es crucial que los recursos naturales de Afganistán, especialmente las tierras raras, esenciales para la industria informática y de telecomunicaciones, puedan ser extraídos y transportados.
Aunque ahora suene a risa, Kabul había evitado participar en la iniciativa para no quedar mal con Washington.
El enfoque de China se basa tanto en el comercio como en la seguridad. Espera reconstruir la infraestructura de Afganistán de forma indirecta. En cuanto a Afganistán, China ha sido descrita como el cajero automático de Pakistán. Este enfoque también le da a China la posibilidad de no intervenir.
Pekín espera evitar las duras lecciones de la historia. Afganistán es un país donde la historia está marcada en las lápidas.
Fuente:
Tom Clifford, en Global Research: Afghanistan: To be Integrated into China’s “Belt and Road”.