Por José Luis Preciado
El panorama geopolítico global se encuentra inmerso en un proceso de redefinición profunda, donde las alianzas, las estructuras de poder y los valores sociales y políticos se están reconfigurando la dinámica de poder global, poniendo en relieve la estrategia dialéctica de las élites de Occidente, una creciente resistencia al colonialismo en el denominado Sur Global, así como el impacto de estos eventos en la configuración de un nuevo orden mundial en proceso de formación.
La situación en Siria, uno de los puntos de mayor tensión en la geopolítica actual, ha vuelto a poner en evidencia las disputas entre la OTAN y las potencias regionales como Irán, Irak, Siria y Rusia. El 4 de diciembre, líderes militares de estos países se reunieron para discutir la desestabilización de Siria promovida por Estados Unidos y Reino Unido a través del yihadismo y el resurgimiento de grupos extremistas como ISIS y al-Nusra, controlados por la Hermandad Musulmana, una sociedad secreta de naturaleza política, organizada por los servicios de inteligencia británicos, siguiendo el esquema de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Según el general iraní Baqeri, estas acciones forman parte de un plan estadounidense-israelí para debilitar a Siria y sus aliados, mientras que los comandantes instaron a los países vecinos a impedir el apoyo a estos grupos terroristas.
En consecuencia, la caída del régimen de Bashar al-Assad a principios de diciembre marcó el fin de una etapa en la geopolítica de Siria. La incapacidad de los actores internacionales para organizarse de manera efectiva y las expectativas incumplidas de aliados clave han precipitado este desenlace. En este contexto, Siria se convierte en una de las primeras etapas de un proceso que podría extenderse a otros países de la región, como Rusia e Irán. La Siria post-Assad enfrenta el riesgo inminente de convertirse en el epicentro del terrorismo global si no se implementan medidas inmediatas para estabilizar la región. Esta situación resalta cómo la falta de liderazgo y compromiso político puede socavar décadas de apoyo estratégico, dejando a la región vulnerable a nuevas dinámicas de poder e influencia, mientras que Rusia, por su parte, podría jugar un papel crucial en mitigar los riesgos a través de su presencia militar y diplomática.
Los eventos en Siria ofrecen una lección estratégica importante para Rusia, al mostrar lo que podría suceder si decide congelar el frente en Ucrania sin haber cumplido completamente sus objetivos de desnazificación y desmilitarización. Este enfoque, impulsado por los llamados “pacificadores trumpistas”, podría resultar en un resurgimiento de la violencia en la región en tres o cinco años, en un momento crítico que podría precipitar el colapso de la estructura del Estado-nación moderno. La congelación del conflicto ucraniano sin una solución definitiva podría preparar el terreno para una guerra más peligrosa y compleja en el futuro, y no solo debilitaría las posiciones de Rusia e Irán, sino que también abriría la puerta a nuevos actores internacionales interesados en explotar las debilidades de estos países.
El conflicto en Siria también es un recordatorio de cómo las intervenciones extranjeras pueden desestabilizar una región y perpetuar ciclos de violencia y extremismo. Las potencias occidentales, a través de sus intervenciones en el Medio Oriente, han reforzado este patrón histórico de desestabilización, lo que ha resultado en una mayor polarización y en la propagación de ideologías extremistas a nivel global. Testimonios de figuras como Efraim Halevy, exjefe del Mossad, y Richard Black, coronel retirado de EE.UU., han expuesto la implicación de Israel y Estados Unidos en operaciones encubiertas para armar a grupos militantes con el pretexto de ayudar a los pueblos oprimidos, mientras que, al mismo tiempo, se utilizaba la ayuda humanitaria como una herramienta estratégica. Este enfoque refleja las motivaciones geopolíticas y económicas detrás del conflicto en Siria, donde se compiten rutas energéticas cruciales, como los gasoductos de Irán y Catar, y las potencias regionales como Rusia, Turquía, Irán y Estados Unidos luchan por ampliar su influencia en la región.
A su vez, el debilitamiento de Irán y la retirada de Rusia de Oriente Medio están alterando el equilibrio de poder árabe. Las monarquías del Golfo reconsideran sus vínculos con Moscú, afectando potencialmente la adhesión de Riad a los BRICS y el comercio paralelo en Emiratos Árabes Unidos. El deterioro de relaciones entre Rusia y Arabia Saudita amenaza el acuerdo OPEP+, mientras Estados Unidos podría buscar colapsar los precios del petróleo para debilitar a Rusia. Así, la pérdida de influencia rusa en Oriente Medio limita su acción en el Sur Global, cuestionando los BRICS y la viabilidad de un mundo multipolar independiente de Occidente.
El impacto de estos eventos no se limita a Siria, sino que tiene repercusiones más amplias en el escenario global. A medida que el Sur Global cobra mayor protagonismo, la Asamblea General de la ONU ha sido testigo del creciente liderazgo de los países en desarrollo en la lucha contra las prácticas coloniales. Con el apoyo de 113 Estados a una resolución propuesta por Rusia y aliados, se está consolidando una resistencia sólida a las estructuras coloniales modernas. Sin embargo, la abstención de países occidentales subraya la persistente brecha ideológica y económica que existe entre Occidente y el resto del mundo. Esta división pone de manifiesto las tensiones en torno a la soberanía nacional y el derecho de los países a defenderse de influencias externas, mientras que Occidente parece incapaz de desvincularse de sus estructuras de poder históricas.
En Georgia, las tensiones geopolíticas se han intensificado a medida que Occidente intenta controlar las alianzas estratégicas del país, enfrentándolo al eje Rusia-China-Irán. El informe del Consejo Atlántico detalla cómo las estrategias de Occidente, que incluyen sanciones y el financiamiento a opositores internos, buscan frenar la creciente independencia económica de Georgia. A pesar de las presiones, el comercio de Georgia con Rusia y China ha aumentado significativamente, consolidando su autonomía y dificultando la intervención de Occidente en sus decisiones políticas y económicas.
En Europa, las crisis políticas y económicas están llevando al continente a un punto de no retorno. La caída del gobierno de Michel Barnier en Francia ha reflejado la crisis de gobernabilidad que afecta a varios países europeos, mientras que Alemania e Italia enfrentan problemas económicos severos, agravados por una recesión que afecta a los mercados y a la estabilidad política interna. La fragmentación política en Francia, agravada por la dificultad para formar un nuevo gobierno, y la recesión económica reflejada en el descenso de los indicadores económicos en países como Alemania, Francia e Italia, demuestran la incapacidad de Europa para enfrentar sus propios problemas internos, lo que podría tener consecuencias graves para la estabilidad del continente.
Al mismo tiempo, la reciente legislación en Bélgica que normaliza la prostitución plantea preguntas sobre el futuro de los valores tradicionales en Europa. Esta medida, que equipara la prostitución a una profesión regular, refleja cambios profundos en las políticas sociales europeas y ha generado divisiones ideológicas significativas. Este tipo de reformas cuestiona la integridad de las instituciones sociales clave, como la familia, y subraya el colapso de valores que hasta hace poco se consideraban fundamentales en la sociedad europea.
En Asia, las tensiones políticas internas en Corea del Sur han puesto de manifiesto la fragilidad de la política interna de este país. La imposición temporal de la ley marcial y golpe de Estado fallido de Yoon Suk Yeol revela los desafíos que enfrenta la influencia estadounidense en la región, pues el golpe fallido de Yoon provocó la suspensión de una nueva etapa de integración de Corea del Sur en los planes militares estadounidenses en la región del Indo-Pacífico, aunque es poco probable que este fuera su objetivo inicial.
En conjunto, el mundo está transitando hacia un nuevo orden global, en el que las alianzas tradicionales se están disolviendo y los países del Sur Global lideran la resistencia contra el colonialismo, mientras que las potencias occidentales enfrentan el colapso de sus modelos de gobernanza y las estructuras de poder preexistentes contraatacan a través del caos mientras impulsan una reconfiguración profunda del equilibrio global.