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‘Nuevas esferas de influencia’ para que EEUU ‘comparta el planeta’ con China y Rusia

De los artículos de Foreign Affairs sobre el declive de EEUU ante el ascenso de Rusia y China, el más realista’aboga por compartir el planeta.

‘Nuevas esferas de influencia’ para que EEUU ‘comparta el planeta’ con China y Rusia. De los 6 artículos de Foreign Affairs sobre el declive de EEUU ante el ascenso de Rusia y China, el más ‘realista’ lo realizó Graham Allison, quien aboga por “compartir el planeta con otras grandes potencias”, específicamente con China y Rusia, en “nuevas esferas de influencia”, preferibles a una guerra nuclear entre EEUU y Rusia que nadie ganaría.

 

Ya abordé que “EEUU lucha con los fantasmas de su declive ante el ascenso irresistible de Rusia y China” con base en seis ensayos de Foreign Affairs, del influyente Council on Foreign Relations, en el que destaca el ensayo realista de Graham Allison, de la Escuela Kennedy de Harvard y autor del libro Destinados para la guerra: ¿pueden China y EEUU escapar a la trampa de Tucídides?

Su trampa de Tucídides se basa en Historia de la Guerra del Peloponeso del historiador y militar ateniense Tucídides del siglo V a. C. donde explaya cómo Esparta, el hegemónico terrestre, somete a Atenas, la potencia emergente y marítima ascendente. Atenas fue derrotada.

Allison expone en su libro que China es la potencia emergente frente al hegemónico EEUU a quien intenta desplazar, lo cual puede desembocar en una guerra. Asevera que en los pasados 500 años, la trampa de Tucídides ha ocurrido 16 veces, de las cuales 12 generaron guerras.

Exhorta a que “EEUU acepte la realidad (sic) de que existen esferas de influencia en el mundo de hoy y que no todas son esferas de influencia estadounidenses”.

Allison subdivide su ensayo en el Foreign Affairs en varios segmentos.

 

El mundo como fue

Basado en la Conferencia de Yalta, curiosamente ubicada en Crimea, donde Roosevelt, Stalin y Churchill se repartieron el mundo después de la derrota nazi.

 

Placas tectónicas

“El equilibrio del poder que ocurrió en las primeras dos décadas del siglo XXI ha sido tan dramático como cualquier giro que EEUU ha atestiguado en un período equivalente de sus 244 años”. China no solamente posee reservas de divisas de casi tres billones de dólares, sino que contempla invertir 1,3 billones de dólares en infraestructura mediante su Ruta de la Seda, mientras EEUU solamente propone invertir en la región Indo-Pacifico unos ridículos 113 millones de dólares. Es decir, nada.

China, antes del virus global, era el principal exportador mundial y el segundo importador, mientras que de las 20 principales empresas tecnológicas, nueve son chinas.

Peor aún: en recientes juegos de guerra, la alianza de Rusia y China le propina una paliza a EEUU.

 

Retorno a lo básico

Allison considera que se han fortalecido los conceptos de la competencia geopolítica sobre “esferas de influencia, equilibrios de poder y alianzas” que deben ser adaptados a las “condiciones específicas del siglo XXI”.

 

Cálculo realista

Admite “desde la perspectiva de los intereses y valores estadounidenses” que “las consecuencias del aumento del poder de China y Rusia con relación al de EEUU no son buenas”.

Juzga que “el Mar del Sur de China probablemente se parecerá más al Caribe que al Mediterráneo”, donde China emergerá como el “hegemónico hemisférico”.

De la misma forma, el contencioso de Crimea y el conflicto en Ucrania son una lección sobre la relevancia de la periferia inmediata de Rusia, cuya intervención en Siria, para rescatar al presidente Bashar Asad, es el “anticipo de lo que vendrá” y de lo que los países aliados y/o socios de EEUU deberán sopesar sobre sus “consecuencias trágicas”.

Ante el declive también militar frente a Rusia, Allison propone que EEUU “reconfigure las estrategias de otros países mediante medios no militares” bajo los “cálculos de costos y beneficios”, donde destacan las “sanciones económicas”.

 

Museo de los intereses retirados

Exhorta a que “EEUU debe enfocarse por encima de todo en sus alianzas y asociaciones”, en especial si China está destinada a ser “el principal jugador en la historia del mundo”, como exultó Lee Kuan Yew, el legendario ex primer ministro de Singapur.

Las oportunidades para Washington que vislumbra Allison son aplicables primordialmente en la “arena económica”, donde emprende una aventura fantasiosa de cifras alegres al alucinar el retorno de EEUU —que, a mi juicio, mucho dependerá del resultado de la elección presidencial— al teórico y alicaído Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) que, sumado de un acuerdo comercial paralelo con la Unión Europea, proveniente de la etapa de Obama, que hoy se está desgajando con el Brexit, lo que en su totalidad arrojaría un mirífico “70% del PIB global, encabezado por EEUU, frente al 20% de China”.

Allison se quedó anclado en la época de los acuerdos comerciales fallidos de Obama:

  • TPP
  • Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP)
  • el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TISA)

Debido a su obamismo precario, Allison no toma en cuenta el nacionalismo anglosajón del Brexit ni el nacionalismo económico del trumpismo, a fortiori, en caso de una reelección de Trump, si es que no se tropieza con el virus global.

Admite que la “arena militar” es de “mayor complejidad” y propone un nuevo sistema de alianzas de EEUU sujeto a un temerario “análisis a partir de cero”.

Expone dos escenarios que deben tomar en cuenta en forma trascendental “las realidades de las armas nucleares en este nuevo mundo” cuando “China y Rusia poseen capacidades confiables de propinar un segundo golpe de respuesta nuclear” y cuyas represalias “podrían destruir a EEUU”.

Asevera, en forma correcta, que “aún una guerra convencional puede escalar a una guerra nuclear que lleva el riesgo de la catástrofe”, por lo que la “competencia debe ser atemperada por precauciones, restricciones y cuidadosos cálculos en la toma de riesgos”.

De los dos escenarios de marras, uno versa sobre la respuesta de EEUU al accionar de China suprimiendo las protestas en Hong Kong o en su reacción a la hipotética independencia de Taiwán.

Su segundo escenario versa sobre la represión del Gobierno de Letonia a la importante población étnica rusa (22,5%) que llevaría a la “anexión por Rusia de un pedazo de Letonia”.

Para Allison, “el equilibrio del poder militar en una guerra convencional sobre Taiwán o los países bálticos ha girado en forma decisiva a favor de China y Rusia”, por lo que “los compromisos actuales de EEUU no son sostenibles”.

De aquí se desprende un axioma sobre “la brecha entre los compromisos y las actuales capacidades militares de EEUU” que subsumen un “caso clásico de sobreextensión” que, a mi juicio, evoca la tesis del historiador británico Paul Kennedy en su libro Auge y Caída de las Grandes Potencias, escrito en 1987: dos años antes de la caída del muro de Berlín.

Allison aduce que EEUU ostenta hoy “más de 50 tratados con aliados y socios”, por lo que “es probable se desprenda de algunos aliados”, mientras “apuesta doble a otros”, dependiendo de su aportación a la “seguridad de EEUU”.

 

Recreación de lo actual

Afirma que la “estrategia es el alineamiento propositivo de medios y fines” y que si no se empatan, debido a insuficiencias estructurales, o a una “ceguera” cosmogónica, cuando los “ideales” son irrealizables, suceden los fracasos de EEUU con sus guerras del siglo XXI en Oriente Medio.

Nos encontramos en una fase de transición que pasa del insostenible cuan caduco orden unipolar al nuevo (des)Orden Tripolar de EEUU/Rusia/China, lo cual en su conjunto refleja el equilibrio geoestratégico y la primacía geoeconómica de las tres superpotencias, y cuya interacción se reflejará ineluctablemente en sus respectivas y nuevas “esferas de influencia”.

EEUU lucha con los fantasmas de su declive ante el ascenso irresistible de Rusia y China

 

Fuente:

Alfredo Jalife-Rahme / Sputnik — “Nuevas esferas de influencia” para que EEUU “comparta el planeta” con China y Rusia.

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