Los rápidos avances en la ciencia del cerebro, respaldados por los fondos gubernamentales de miles de millones de dólares y euros, resultaron desde el comienzo del siglo XXI en el nacimiento de una nueva rama de la ciencia: la neuroética. En las publicaciones sobre este tema están involucrados científicos, que están familiarizados con los avances en la investigación del cerebro y se dan cuenta de los riesgos que esos avances significan para la vida de la sociedad. James Girodano, profesor de la Universidad de Georgetown y empleado de la agencia de investigación estadounidense para tecnologías militares avanzadas DARPA propuso en un artículo publicado por la revista “Bulletin of the Atomic Scientists” que el gobierno de los EE.UU. debe monitorear las investigaciones sobre el cerebro humano en todo el mundo para evitar el desarrollo de neuroarmas.
Girodano también declaró que el gobierno de los EE.UU. y sus aliados deberían “apoyar los esfuerzos para mejorar la Convención de Armas Biológicas para dar cuenta de las amenazas de armas nucleares”. Al final del artículo reconoce que no está expresando las opiniones de la agencia DARPA o del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Sin embargo, como empleado de DARPA, debe haber sido consciente de que la CIA y las diferentes agencias de defensa de EE.UU. están trabajando en este tipo de armas desde la década de 1950 del siglo pasado (ver esto y esto). Como empleado del estado estadounidense, no podía hablar sobre ello para no revelar información de seguridad nacional de EE.UU. Así que solo escribió que los gobiernos están ocultando su investigación por “clasificaciones de secreto de estado”.
por Mojmir Babacek
Mediante la estimulación magnética del cerebro de sus sujetos de estudio, la Dra. Sarah Lisanby, del Instituto Nacional de Salud Mental de Maryland, es capaz de producir movimientos en diferentes partes del cuerpo humano, que los sujetos de su experimentación no pueden suprimir a voluntad (ver esto). Solo necesita enviar frecuencias de pulsos magnéticos correspondientes a las frecuencias de las actividades neuronales en las ubicaciones del cerebro que controlan los movimientos del cuerpo, y la capacidad de estas para decidir qué movimiento realizarán las partes del cuerpo asociadas a ellas dejarán de depender del libre albedrío del sujeto. Existen diversaa tecnologías que se pueden usar para controlar la actividad del cerebro humano (ver esto), el comportamiento e incluso los pensamientos a distancia —pero se mantienen clasificados, porque los gobiernos no están dispuestos a admitir a sus ciudadanos que están en posesión de tales tecnologías. La razón es que son conscientes de que sus ciudadanos exigirían su prohibición inmediata.
El único funcionario de un gobierno que admitió la existencia de esas armas fue el ministro de defensa polaco, Antoni Macierewicz, en 2016. Cuando, después de varios meses de insistencia, los periodistas polacos preguntaron a Macierewicz si ya había establecido una comisión de investigación que se suponía debía investigar los ataques electromagnéticos sobre los ciudadanos polacos —como lo había prometido—, el ministro de defensa respondió que “se trata de un secreto de estado, relacionado con la defensa de la nación”.
Robert MC Creight, quien trabajó durante 35 años en el Departamento de Estado de EE.UU., entre cargos diversos y como delegado de Estados Unidos en la Organización de las Naciones Unidas para las negociaciones sobre el control de armas (ver esto), escribió:
“¿Qué nación dudaría en desarrollar y encontrar un arma que pudiera controlar, dar forma o redirigir los pensamientos y las acciones humanas, dado el poder que tal arma produciría? … El poder de influir o dirigir los pensamientos y comportamientos de los demás sin que ellos lo sepan cruza un umbral en el comportamiento humano y la conducta criminal que nunca hemos encontrado o examinado seriamente … ¿Podemos saber si las insurrecciones civiles, los golpes de estado organizados, los disturbios urbanos o los levantamientos fronterizos ocurrieron naturalmente o fueron inducidos externamente?”
Dijo también que la producción de armas neurológicas no requiere un conocimiento científico y tecnológico tan amplio como la producción de armas nucleares, y coincidió con James Giordano en que los acuerdos internacionales son necesarios para evitar el abuso de los descubrimientos de la neurociencia para deformar el libre albedrío humano. Él concluyó:
“El hecho es que, a menos que se diseñe y se acuerde un mecanismo globalmente ejecutable para controlar la conducta y los resultados de la investigación de neurociencia en sí, no podemos esperar encontrar salvaguardas reales ni garantías” (ver esto).
El profesor de filosofía y psiquiatría de la prestigiosa universidad alemana de Heidelberg, Thomas Fuchs, escribió:
“Los investigadores están comenzando a identificar procesos cerebrales relacionados con experiencias y conceptos como el libre albedrío, la agencia, el juicio moral, el yo y la personalidad. Al mismo tiempo, esos procesos se vuelven cada vez más accesibles para técnicas de modificación específicas. Este desarrollo plantea problemas éticos cuya importancia es probable que supere incluso las implicaciones de la genética moderna. ¿Cuáles son las consecuencias sociales y culturales de las tecnologías que permiten a los humanos manipular sus propias mentes? (…) Al poner al desnudo correlatos neurales de identidad personal, los nuevos métodos y técnicas atentan contra los derechos individuales de privacidad, no interferencia e inviolabilidad” [de la identidad individual] (ver esto y esto).
En 1997, el Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU. publicó un estudio donde se describe la siguiente imagen del futuro:
”Los partidarios potenciales de la insurgencia en todo el mundo fueron identificados utilizando la base de datos integral de inter-agencias integradas. Estos fueron clasificados como “potenciales” o “activos” a través de sofisticadas simulaciones de personalidad utilizadas para desarrollar, adaptar y enfocar campañas psicológicas para cada uno”.
El sistema con capacidad de encontrar a esas personas ya está siendo diseñado en los Estados Unidos (vea esto y esto).
Esos métodos de control remoto del pensamiento humano pueden usarse también en publicidad. Un grupo de científicos canadienses y estadounidenses escribió que ya hay al menos diez empresas cuyo objetivo explícito es utilizar esas tecnologías avanzadas para comenzar a ofrecer neuromarketing (ver esto).
Así, un ser humano y su “libre albedrío” podrán convertirse fácilmente en objeto de manipulaciones por parte de organizaciones estatales, industriales y comerciales o servicios de inteligencia extranjeros. El hecho de que la existencia de esas tecnologías no se publique solo contribuye a la impresión de que los gobiernos se están preparando para usarlas y convertir a sus ciudadanos en esclavos, o como expresó el político ruso Vladimir Lopatin: en biorobots para implementar las ideas de las élites sobre el próximo desarrollo de la humanidad. Si este no fuera el caso, los gobiernos deberían poder llegar a un acuerdo y prohibir internacionalmente las armas que permitan el control remoto de los cerebros humanos. Sin embargo, estos se están aprovechando del hecho de que sus ciudadanos no son conscientes de la existencia de esas armas y, por lo tanto, no pueden presionarlos para que trabajen en legislaciones que prohíban la manipulación remota de las mentes humanas en el hogar y a nivel internacional.
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Mientras tanto, incluso la investigación del cerebro que no está clasificada avanza a un ritmo más que rápido. Los científicos trabajan en un chip de silicio que contiene neuronas vivas, que podrían insertarse en el cerebro y luego usarse para producir recuerdos falsos (ver esto). En 2006 ya fueron capaces de producir recuerdos falsos en el cerebro de ratones usando electrodos.
Según la organización sin fines de lucro Institute of Electric and Electronic Engineers (IEEE), tras el desarrollo de tecnologías benignas para la humanidad, en la Universidad de Berkeley en 2018 se produjo un “polvo de estimulación”. Se trata de partículas de 3 a 4 veces más pequeñas que un grano de arroz que contienen cristal de piezo como antena. Es posible transportar este “polvo” al cerebro y luego comunicarse con él usando una computadora y “leer” la actividad del cerebro y controlarlo. Esta tecnología es capaz, por ejemplo, de prevenir ataques epilépticos o aritmia cardíaca. Cuando los científicos colocaron esta partícula en una neurona de movimiento de una rata, fueron capaces de mover su pata independientemente de su situación o voluntad (ver esto).
Las compañías de teléfonos celulares desarrollan dispositivos que pueden transportar la actividad cerebral directamente a los teléfonos celulares o computadoras y de allí a Internet (vea esto). Tomar las ideas de alguien sin usar el teclado y ejecutar sus pensamientos sin usar un mouse o teclado ciertamente acelerará cada acción. Las personas ansiosas por ser efectivas en su trabajo de oficina no podrán evitar el uso de esta tecnología si desean seguir siendo competitivas. Se espera que la sexta generación de teléfonos celulares conecte el cerebro a Internet (ver esto) y ya la quinta generación será omnipresente y no habrá posibilidad de que el ser humano escape de su alcance.
Los científicos también han desarrollado “nanobots”: partículas que insertarían en la sangre y a través de las cuales el cerebro podrá comunicarse con Internet. De esta manera, el cerebro podrá extraer conocimiento sin aprender. El profesor de ingeniería mecánica de la Universidad de San Diego, James Friend, cree que el uso efectivo de “nanobots” podría dar comienzo en cinco años (ver esto).
Tan pronto como el cerebro sea conectado a Internet, también será posible controlar su actividad desde Internet. Los hackers solo tendrán que expandir sus actividades para jugar con las ondas cerebrales a través de Internet. ¿Decidirán los políticos prohibir, de manera verificable, el control remoto de la actividad del cerebro humano y también el control de su actividad desde Internet? Hasta ahora no hay indicios de que en ningún lugar del mundo los gobiernos estén trabajando en una legislación para proteger la actividad cerebral de la manipulación externa.
Es bueno saber que para interferir con la actividad cerebral, se necesitan energías más de cien veces más pequeñas que las energías necesarias para producir la activación de las neuronas (ver esto(img)) y que, en experimentos de control remoto del sistema nervioso animal, para producir su actividad se necesitaron energías cientos de veces menores que los límites de exposición a los campos electromagnéticos establecidos por la mayoría de los gobiernos del mundo (ver esto).
El plan de Elon Musk para fusionar las computadoras con el cerebro humano a partir de 2020
Fuente:
Mojmir Babacek / Global Research — New “Brain Science” Specialization, “Neuroetics”: Remote Control of Human Thinking, Neuroweapons, “Personality Simulations”, Nanobotes.