Hace treinta y siete años, Lyndon LaRouche estuvo involucrado, con el pleno conocimiento del Consejo de Seguridad Nacional, en una negociación extraoficial con la Unión Soviética. Ese proceso llevó al programa del gobierno de Reagan para evitar una guerra termonuclear, la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE). A pesar de que el director principal del Consejo de Seguridad Nacional, Norman Bailey, se había reunido con LaRouche –y según informó el Washington Post en 1985, caracterizó a la organización de LaRouche como “uno de los mejores servicios de inteligencia privada en el mundo”– LaRouche fue sometido a un enjuiciamiento federal por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
El ex Fiscal General de Estados Unidos Ramsey Clark calificó la persecución de LaRouche y de su movimiento como: “la más amplia gama de conducta dolosa sistemática y abuso de poder a lo largo de un período de tiempo más extenso en un esfuerzo por destruir un movimiento y un dirigente político, que cualquier otro proceso judicial federal en mi tiempo o que yo conozca”.
Esa persecución contra LaRouche en los años de 1986 a 1994 y después, fue el antecedente ejemplar durante las décadas subsiguientes del abuso de poder que se perpetró con el pretexto de la “seguridad nacional”, a través de la vigilancia ilegal, procesamientos sesgados y condenas relámpago. Esto se llevó a cabo en última instancia no solo contra muchos ciudadanos estadounidenses inocentes, sino también contra la Presidencia de Estados Unidos, en gran medida a través de las acciones de los servicios de inteligencia británicos y sus agentes estadounidenses, como en la farsa del “Rusiagate”, ahora totalmente desacreditado. La visita reciente del Secretario de Estado Mike Pompeo a Londres, donde dijo, “estoy muy contento de regresar a Londres para reafirmar la relación especial que compartimos con nuestro aliado más cercano”, ilustra el problema.
Ahora gracias a las acciones valientes de los “buenos estadounidenses” como William Binney, el ex director técnico de la Agencia de Seguridad Nacional, se ha hecho posible exponer el nido de víboras corruptas, la duplicidad y la sedición que ha impedido que se lleven a cabo los programas de Lyndon LaRouche para evitar la guerra y para el crecimiento económico. Esto es lo que impide ahora que la Presidencia proteja el bienestar general de todos los ciudadanos estadounidenses a través de la cooperación económica con otras naciones, en particular con Rusia y China, en la búsqueda de la paz a través del desarrollo económico y el progreso científico.
El caso LaRouche: Primer trabajo de sicario de Robert Mueller
Fuente:
Executive Intelligence Review — ¿Naciones soberanas o un Estado imperial de vigilancia? La pelea de Lyndon LaRouche por la justicia.