Por Dennis Small
La especulación con el llamado “acarreo de fondos” (carry trade) es lo que está detrás de la ola de crisis y desestabilizaciones financieras que azota a los países del Sur Global, en especial a los que forman parte del BRICS o han expresado interés en unirse a ese grupo.
Un artículo publicado el 30 de julio en el portal de Chatham House (Real Instituto de Asuntos Internacionales, de la monarquía británica) firmado por David Lubin, el investigador principal del Programa de Economía y Finanzas Globales, es típicamente directo para las declaraciones políticas que emanan de ese destacado centro de expertos del imperio británico. Su titular transmite el mensaje: “Fragile Economies Are Trying To Enhance Their Financial Resilience. Markets Are Happy, Citizens Less So” (Las economías frágiles intentan mejorar su resistencia financiera. Los mercados están contentos, los ciudadanos no tanto).
El artículo informa de que el acarreo de fondos (la práctica de los especuladores financieros que toman prestados dólares baratos en los mercados occidentales y luego compran bonos denominados en dólares emitidos por países desesperados del Sur Global, que pagan un promedio del 8,5% de interés) ha provocado una enorme crisis financiera y política en hasta una docena de países. “Un fenómeno notable en estos días es el gran número de gobiernos de países económicamente frágiles que están aplicando duras reformas económicas”, informa el artículo con satisfacción. “Argentina, Turquía, Egipto, Ecuador, Nigeria y Pakistán, por ejemplo, están adoptando, en distintos grados, políticas económicas dolorosas”. Bangladesh y Etiopía podrían haberse añadido a esa lista, entre otros.
Sin embargo, lo que el artículo olvida informar es que hay un fuerte componente de deliberada selección política de naciones que son miembros del BRICS y su Nuevo Banco de Desarrollo, o que están interesadas en unirse a ese grupo. En otras palabras, se trata de una guerra financiera deliberada.
El endeudamiento general de los Países Menos Desarrollados (PMD) se puso de relieve recientemente en un informe de julio de la organización Debt Relief International y la agencia de ayuda del Comité de la Iglesia Noruega, que estima que el promedio de los pagos anuales del servicio de la deuda de los PMD se comen alrededor del 42% de la totalidad del presupuesto de los gobiernos nacionales. El FMI suele imponer “reformas estructurales” a sus víctimas para garantizar que se reduzcan los pagos productivos de los gobiernos en favor del servicio de la deuda.
Lubin, de Chatham House, se congratula de que “los mercados financieros hayan respondido a estas reformas con el entusiasmo previsible. Una inversión en bonos denominados en dólares emitidos por gobiernos de alto rendimiento, o de alto riesgo, en la frontera de los mercados emergentes, ha rendido como un 8,5% desde principios de año, frente al 0,4% de los bonos emitidos por prestatarios soberanos con ‘grado de inversión’”.
El artículo pone como ejemplo a Kenia, donde las medidas impuestas por el FMI “incluían un IVA [impuesto al valor agregado] del 16% sobre el pan” y otros recortes devastadores. Como era de esperar, Kenia estalló en protestas populares. El artículo de Chatham House añade: “Donde Kenia ha ido, otros podrían seguir. Egipto, Argentina y Turquía, por ejemplo, se encuentran en los primeros días de sus esfuerzos de reforma. En todos ellos, los ajustes fiscales previstos tendrán consecuencias desagradables para el tejido social, sobre todo porque todos prevén medidas mucho más agresivas que en Kenia… Muchos muestran signos de un malestar social latente que podría no reaccionar bien a los sacrificios económicos asociados a la reforma”.
A Lubin le entusiasma especialmente la perspectiva de aplastar a Egipto, nuevo miembro del BRICS. “En Egipto, por ejemplo, la frustración ha ido creciendo en una población sometida a apagones periódicos… Ese dolor parece más probable que llegue: la expectativa del FMI es que el superávit primario de Egipto, es decir, el superávit antes de contar los pagos de intereses, tendrá que pasar del 2% del PIB en 2023-2024 al 5% en tres años, apoyándose en una combinación tanto de recortes del gasto como de alzas en los impuestos”.
“En Turquía, donde las recientes protestas violentas dirigidas contra los refugiados sirios ofrecen una señal de las tensiones sociales existentes, el gobierno está planeando un ajuste presupuestario de escala similar al de Argentina. El Presidente Erdogan pretende convertir lo que el año pasado fue un déficit primario del 3,9% del PIB en un superávit del 1,2% para 2026”, se complace en informar el artículo de Chatham House.
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Fuente:
Dennis Small , en EIR: Brits Celebrate Wave of Developing Sector Financial Crises and Destabilizations. 8 de agosto de 2024.