Por José Luis Preciado
La Operación Telaraña, un ataque con drones FPV realizado por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) el 1 de junio de 2025, en el marco de la guerra ruso-ucraniana, es una estrategia angloestadounidense para provocar a Rusia y sabotear cualquier posible acuerdo entre potencias. En el contexto geopolítico actual, marcado por crecientes tensiones globales, esta operación representa un peligroso plan de provocación diseñado desde Londres y Wall Street, con el objetivo de forzar a Moscú a una confrontación directa con Occidente. Durante los últimos 18 meses, Rusia ha sido blanco de ataques sistemáticos contra sus infraestructuras militares, principalmente mediante drones dirigidos a bases aéreas estratégicas como Engels, Olenia y Viajilevo. Estos ataques buscan debilitar la defensa nuclear rusa y evitar cualquier acercamiento diplomático entre Moscú y Washington.
El trasfondo de esta operación revela una jugada cuidadosamente diseñada por las élites financieras británicas, particularmente desde la City de Londres, con apoyo del llamado Estado profundo estadounidense. Según analistas del movimiento de Lyndon LaRouche, como Dennis Small, esta estrategia tiene como meta evitar la consolidación de alianzas emergentes, como la cooperación Rusia-China, que podrían desafiar el orden unipolar angloestadounidense.
En este marco destacan dos llamadas presidenciales reveladoras, señala Small. La primera entre Donald Trump y Vladimir Putin, en la que Trump negó tener conocimiento previo de los ataques a Rusia, lo que apunta a movimientos autónomos por parte del aparato de inteligencia estadounidense. La segunda, entre Trump y Xi Jinping, sugiere una posible apertura hacia relaciones económicas más constructivas entre Estados Unidos y China, a pesar del escepticismo del expresidente.
La lógica que sostiene esta Operación Telaraña no es nueva. Proviene de una mentalidad profundamente arraigada en la élite angloestadounidense desde tiempos de Bertrand Russell, quien ya proponía ataques preventivos contra la Unión Soviética antes de que desarrollara capacidad nuclear. Este pensamiento imperial sigue vivo en sectores que promueven tensiones globales para sostener un sistema en decadencia.
Las provocaciones no se limitan a Rusia. En América Latina, el intento de asesinato de un candidato conservador en Colombia y las maniobras para impedir la participación del país en la Iniciativa de la Franja y la Ruta son parte del mismo patrón. Las provocaciones también se manifiestan en Estados Unidos, con movilizaciones como las protestas callejeras contra Trump y el “Maidán” contra el actual presidente, previsto para el 14 de junio, donde se planean 1800 protestas bajo el lema “Sin Reyes” y acciones paralelas como “Apaguemos a los payasos”, buscando polarizar aún más la política interna.
Esta combinación de provocaciones internacionales y desestabilización interna es la manifestación visible de la histórica estrategia imperial del orden a través del caos, que busca mantener el control global a cualquier costo. La única alternativa real está en la cooperación entre naciones soberanas y el fortalecimiento de proyectos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, capaces de ofrecer un nuevo paradigma económico frente a la descomposición del sistema actual.
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