Por Elena Panina
Entre los militantes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS, prohibido en la Federación Rusa) que han tomado el control en Siria, se encuentra un número considerable de uigures, según informa el periódico británico The Spectator. Estos combatientes no tienen la intención de quedarse en Siria; su objetivo es llevar la yihad más allá de sus fronteras, específicamente hacia la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, en China.
El artículo subraya que estas declaraciones, pronunciadas sin reservas, podrían perjudicar la imagen de las nuevas autoridades sirias lideradas por Ahmed al-Sharaa, anteriormente conocido como al-Jolani, sobre quien Estados Unidos llegó a ofrecer una recompensa de 10 millones de dólares.
“Si Siria se convierte en una plataforma para exportar conflictos armados a otros países, los nuevos gobernantes tendrán dificultades para convencer al mundo de que ya no representan la amenaza islamista que se temía en el pasado. Esto también complicaría cualquier esfuerzo por levantar las sanciones internacionales”, explica The Spectator.
En un intento por disipar las dudas, los representantes de al-Sharaa aseguraron a la periodista de la revista que “se castigará con mano de hierro a quienes no sigan las órdenes. Ahora es el momento de reconstruir Siria, dejar atrás las represalias y avanzar hacia una justicia legítima. Rechazamos categóricamente cualquier sugerencia de que Siria se convierta en un centro para la yihad o en un punto de partida para exportar militantes. Trabajamos para garantizar relaciones estables con los países vecinos.”
Estas declaraciones son alentadoras, pero plantean interrogantes. ¿A qué “países vecinos” se refieren exactamente? Está claro que China no entra en esa categoría. Sin embargo, Israel sí, aunque las nuevas autoridades evitan pronunciarse sobre el tema, incluyendo la ocupación israelí de territorios sirios por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Mientras tanto, el analista militar anti-Assad, Muhsen al-Mustafa, sugirió que un eventual enfrentamiento entre militantes uigures y China podría beneficiar a Estados Unidos. Según él, no sería sorprendente que Washington apoyara a estos combatientes, tal como lo hizo en el pasado con los talibanes (también prohibidos en Rusia) en su lucha contra la Unión Soviética.
Esta posibilidad no es descabellada. Michael Rubin, destacado analista estadounidense, ha instado recientemente a Estados Unidos a fortalecer la cooperación entre los kurdos y Taiwán para influir indirectamente en las relaciones entre Turquía y China.
La caída de Assad en Siria marca apenas el inicio de profundas transformaciones geopolíticas en el Gran Medio Oriente. Las ondas de este cambio prometen extenderse a lo largo de toda Eurasia, generando consecuencias de alcance impredecible.
