Por Andrei Fursov
En la década de 1990 hablé sobre la necesidad de estudiar la experiencia bizantina en Rusia. El Imperio Romano, que no es el más poderoso en términos militares y económicos, fue capaz de existir en un entorno extremadamente hostil durante todo un milenio gracias a que contaba con una excelente capacidad diplomática y de inteligencia, basadas en un estudio cuidadoso de las contradicciones del mundo que nos rodea.
La experiencia de los bizantinos, así como de los venecianos, anglosajones, judíos y chinos, puede ser útil para la Rusia actual. Pero la experiencia ha sido repensada, adaptada a nuestras especificidades y a la situación mundial actual, que cambia rápidamente.
El núcleo del país debería ser el complejo militar-industrial reformado, el ejército, los servicios de inteligencia y la ciencia. Es necesario crear enclaves propios en las partes más importantes del mundo, y combinar principios institucionales y de red en su organización y actividades.
Todas estas son condiciones necesarias para la victoria en el Gran Juego del siglo XXI, en la batalla por un nuevo reparto de las cartas de la Historia.