Tal y como predijo Lyndon LaRouche, el mundo occidental terminaría convirtiéndose en un lugar peligroso para la próxima década, atado a un imperio maníaco en decadencia que ha abandonado la democracia a la velocidad de la luz. Pero LaRouche no sólo diagnosticó los males, sino que propuso soluciones científicas para remediarlos. Por ejemplo, ante la amenaza de la guerra nuclear, “el 23 de marzo de 1983, el presidente Reagan anunció su propuesta de utilizar la ciencia de los rayos relativistas para hacer las armas nucleares ‘impotentes y obsoletas’. Su administración ofreció compartir esta tecnología con los soviéticos, y se encargó a Lyndon LaRouche que estableciera un canal trasero para discutirlo con ellos. Los soviéticos rechazaron la oferta, y Henry Kissinger [el agente autoconfeso de la aristocracia británica] se puso furioso por la influencia de LaRouche sobre Reagan”. Asimismo, en un artículo publicado por EIRNS en el año 2000, Lyndon LaRouche propuso “remplazar el podrido sistema mundial”, a partir de la innovación desde estructuras de sistemas regionales asiáticos de cooperación económica. “Tales esfuerzos regionales, de combinarse, pudieren servir de ladrillos del nuevo sistema monetario y financiero mundial, una vez que, misericordiosamente, se declare al actual Fondo Monetario Internacional (FMI) en reorganización por quiebra, o que, sencillamente, se desintegre por sí mismo, a corto plazo… Semejante programa de reconstrucción mundial revivirá los mejores rasgos de cooperación económica entre los Estados Unidos y Europa occidental entre 1945 y 1965… Es decir, debemos concebir la economía en tanto economía física, en vez de poner el acento en los activos financieros nominales, y debemos verla como expresión del poder creciente del hombre en y sobre el universo que habitamos. Debe expresar también el reconocimiento del papel de las formas de cooperación basadas en los principios culturales de la cognición, en vez de la perversa noción hobbesiana del hombre, autodegradado a una criatura bestial gobernada por el placer y el dolor… Debe haber una nueva concepción, más rica y profunda, de las nociones de estrategia, tanto militar como en otros planos. La causa real de las guerras en la historia de la civilización europea moderna, no ha sido otra cosa que la lucha de las oligarquías modernas por subyugarse unas a otras o, más generalmente, por mantener las poblaciones en estado de virtual ganado humano, o devolverlas, como pretenden los actuales ideólogos de la Sociedad Mont Pelerin, a la condición política y social de un hato de ganado… Hoy el principal peligro que enfrenta la civilización es el de esa misma oligarquía financiera internacional, con eje en Londres, que ha adoptado el creciente coro de lambiscones de la Mont Pelerin y su dogma del ‘libre comercio’ como instrumento para destruir la existencia del Estado nacional soberano, reduciendo tanto la escala como la esperanza de vida de la mayor parte de la población humana, cuyos sobrevivientes quedarían reducidos a la condición de ganado humanoide.”
Por Mente Alternativa
Además de poner en evidencia a la red anglo-veneciana que controla la cultura, las guerras sin fin y el sistema financiero globalista, el economista, filósofo y diplomático, Lyndon LaRouche, sentó las bases científicas y las directrices geoestratégicas para destruir al sistema de control anglo-veneciano y sustituirlo con otro paradigma.
Entre otras cosas, eso le costó la persecución política, ir a prisión bajo cargos falsos (1), y que su obra fuera censurada institucionalmente en los Estados Unidos y por consecuencia ignorada en el mundo occidental. Fue tal la operación anti-larouchista emprendida por el establishment occidental que hoy gran parte de la autodenominada “disidencia” ni siquiera ha escuchado hablar de él, mientras que su obra es ampliamente estudiada y difundida en Asia.
“No sólo se incriminó, condenó y encarceló injustamente durante cinco años a un hombre inocente, sino que ahora está claramente demostrado, documentado por seis volúmenes de pruebas irrefutables, que consisten principalmente en documentos del gobierno y admisiones de funcionarios del ‘grupo de trabajo’ dirigido por el gobierno, que el gobierno de EE.UU. sabía en todo momento, desde 1979 hasta hoy, que Lyndon H. LaRouche y sus coacusados eran inocentes de los cargos falsos por los que fueron condenados. Esta prueba, de que el gobierno acusó, condenó y encarceló fraudulentamente a LaRouche y a sus socios, a sabiendas de que eran completamente inocentes, forma parte del expediente público archivado en el Tribunal Federal de Apelaciones de Richmond, Va.” (2)
Como observa el historiador y vocero de la Organización LaRouche, Harley Schlanger,
“El 23 de marzo de 1983, el presidente Reagan anunció su propuesta de utilizar la ciencia de los rayos relativistas para hacer las armas nucleares ‘impotentes y obsoletas’. Su administración ofreció compartir esta tecnología con los soviéticos, y se encargó a Lyndon LaRouche que estableciera un canal trasero para discutirlo con ellos. Los soviéticos rechazaron la oferta, y Henry Kissinger se puso furioso por la influencia de LaRouche sobre Reagan, utilizando redes burocráticas corruptas permanentes en el DOJ para intensificar el trabajo de la fuerza anti-larouchista (‘Get LaRouche Task Force’). Ahora que nos enfrentamos de nuevo a la amenaza de una guerra nuclear, derivada del desesperado afán de los halcones de la guerra occidentales por proteger su desmoronado ‘Orden Unipolar’, resulta útil repasar los acontecimientos lanzados por el discurso de Reagan hace cuarenta años.” (3)
La economía física larouchista como alternativa al podrido sistema monetario trasatlántico
Fragmentos del articulo de Lyndon LaRouche “Sobre una canasta de bienes tangibles: comercio sin moneda” (4), publicado por EIRNS en septiembre de 2000.
En los últimos treinta años y pico, un sistema monetario trasatlántico que hasta entonces había sido exitoso degeneró al estado actual de bancarrota. ¿Qué mediciones usaron los planificadores para darle paso a treinta años y pico de semejante necedad?
Son instituciones bien conocidas, fáciles de identificar: la Sociedad Mont Pelerin y sus correligionarios. Lo que ha fracasado es el sistema empirista de contabilidad que ha menudo se enseña con la engañosa etiqueta de “economía”, sistema de contabilidad que ha quedado unido a los nombres de Adam Smith, Jeremías Bentham, etc. Pasemos de las superficialidades prácticas del diseño de una canasta de bienes a los principios subyacentes, la teoría, del mismo asunto.
La teoría pertinente es, en resumen, la siguiente. He expuesto estos puntos por extenso, repetidas veces, en los cinco decenios transcurridos desde que consolidé por primera vez mis descubrimientos originales en el campo de la economía física. Hay que repetirlos de nuevo, hasta que los alumnos dominen estos conceptos al grado de conocer las ideas, en vez de meramente aprender las palabras de la descripción.
1. En la ciencia de la economía física, según la definiera por vez primera la labor respectiva de Godofredo Leibniz en 1671-1716, la distinción específica de la especie humana es el hecho de que sólo el hombre es capaz de aumentar la densidad relativa potencial de población de su especie -su poder- por un acto voluntario. En el aumento del poder del hombre dentro y sobre el universo, el acto voluntario pertinente se expresa como el descubrimiento de lo que se demuestra que es un principio físico universal. La acumulación de ese conocimiento por parte del hombre, y su creación de formas de cooperación por cuyo medio se pueda aplicar dicho conocimiento, le permiten a nuestra especie elegir voluntariamente cambios de comportamiento de la especie por cuyo medio aumenta el poder de nuestra especie en y sobre el universo en formas claramente medibles. Esta medición se expresa esencialmente en la mayor capacidad del hombre para existir, per cápita y por kilómetro cuadrado del territorio bajo el dominio de una sociedad.
2. En la medida en que la expresión “ciencia física” se use para indicar lo que las aulas de nuestros días aceptan como su noción de la física matemática moderna, la existencia tanto de los procesos vivos como de los seres humanos en particular ha de considerarse sistémicamente imposible desde el punto de vista matemático. Desde la obra de Clausius, Grassmann, Kelvin, Helmholtz, Maxwell, Rayleigh y Boltzmann, entre otros, en el curso del siglo 19, es costumbre decir que, desde el punto de vista de la física matemática así definida, el universo físico está gobernado por una ley universal de entropía. Pero, para vergüenza perpetua de los defensores de ese dogma estadístico, ni los procesos vivos ni los procesos que ubican al hombre aparte de otros procesos vivos obedecen regla semejante de entropía universal. Dado que los procesos vivos y las personas son una parte sumamente eficiente del universo, se tienen que expresar ciertas dudas sobre la honradez y la cordura de los defensores de la entropía universal, aun a riesgo de parecer grosero y hacer que pierda los estribos el burro pomposo que le enseña ese dogma a los alumnos.
En economía, la verdadera ganancia de una economía considerada en su totalidad se expresa como un aumento marginal de la densidad relativa potencial de población. Esta ganancia marginal corresponde a lo que es útil llamar energía libre del sistema. De manera que, como la biosfera, proceso vivo en evolución ascendente, el proceso es característicamente antientrópico. En las economías reales, la cuestión de si la ganancia que se obtiene en algún punto es de veras una ganancia para la economía en su conjunto, recibe respuesta comparando las tasas de ganancia nominales con la razón de energía libre, expresada en correlativos de aumentos de la densidad relativa potencial de población. En verdad, la mayor parte de las ganancias atribuidas a la economía estadounidense desde agosto de 1971, sobre todo desde enero de 1977, han sido, en términos reales, una forma de seudocrecimiento: el ir consumiendo las inversiones del pasado en infraestructura económica básica, capital productivo, etc, como ganancia meramente nominal, de contabilidad financiera, que se saca de la economía real en lugar de añadirle energía libre.
3. Por eso, principalmente en respuesta a la difusión del dogma de Kelvin y Clausius de la termodinámica estadística, los apologistas de lo que todavía se considera el concepto común de la física matemática adoptaron la expresión entropía negativa, que se abrevia a veces negatoentropía. Según el difundido concepto estadístico del asunto, prevalece el supuesto de que a) la negatoentropía universal no existe; b) los procesos que, estadísticamente, parecen presentar comportamiento negatoentrópico pueden hacerlo solamente aumentando la entropía del ambiente en el que operan. Ejemplos notables de esto son las ideas que elaboró Ludwig Boltzmann en ese sentido, y el efecto de la influencia de Boltzmann en sus discípulos, notablemente las lastimosas ideas de Erwin Schrodinger sobre los principios de los organismos vivos.
4. Desde 1948-1952 he rechazado estas ideas de la entropía y la negatoentropía, propias de las matemáticas escolares generalmente aceptadas, y he dicho que reflejan la influencia de lo que ha de reconocerse, específicamente, como la enfremedad social del romanticismo neokantiano: la negación de la existencia de las formas concientemente aprehensibles de síntesis cognoscitiva de las que dependen en forma absoluta los descubrimientos de principios universales. (5) Las paradojas que revelan que el dogma prevaleciente sobre la entropía y la negatoentropía es patológico nos obligan a reconocer que el principio de la vida es un principio físico universal en sí y por sí, en el sentido en que la obra revolucionaria de Bernhard Riemann, discípulo y seguidor de Carl Gauss, define la noción de multiplicidad multiconexa. He añadido mi propia contribución original a la ciencia de la economía física; que el principio de cognición es también un pricipio físico universal. Dado que, como argumentó Vemadsky respecto a la biosfera, el principio antientrópico de los procesos vivos es categóricamente superior a los procesos no vivos, estadísticamente entrópicos, y, dado que, como lo muestra la historia económica del descubrimiento científico, los procesos cognoscitivos característicamente antientrópicos son superiores a los meros procesos vivos, estos dos principios físicos universales, distintos entre sí, el de la vida y el de la cognición, deben ubicarse en el lugar que les toca en el cuerpo de la ciencia física en su conjunto. (6)
5. A primera vista, los cambios de conducta que le permiten a la sociedad aumentar su densidad relativa potencial de población son cosa de cambios observables en las relaciones el individuo humano, demográficamente definido, y la naturaleza. Así, medimos ciertas cosas por los cambios en los valores físicos per cápita y por kilómetro cuadrado. Desde este punto de vista, podemos estimar que el aumento de la productividad del trabajo tiene la forma de un cambio en la curvatura característica de la geometría del espacio-tiempo riemanniano que representa el estado actual de desarrollo científico y técnico práctico. Vistas así las cosas, el añadido de un nuevo principio físico universal válido cambia la curvatura característica del dominio de acción físico-económico. La síntesis de un principio físico universal comprobado, que ocurre solamente por medio de los procesos soberanos de generación de hipótesis de la cognición individual, deviene así la forma de acción humana por medio de la cual aumenta el poder de la humanidad sobre el universo.
6. Sin embargo, viendo el asunto más de cerca, nos damos cuenta de que no podemos limitar esta función de la cognición a la cuestión de los descubrimientos comprobables de principios físicos universales. Dado que las nociones de principio universal no se pueden trasmitir solamente por medio de la percepción sensible, la capacidad de la sociedad de cooperar en la selección y el uso de principios físicos descubiertos depende de que el acto cognoscitivo de descubrimiento de un principio que realizó una mente se reproduzca en otra. Dicha reproducción, que ocurre en circunstancias como las de las formas humanistas clásicas de educación, nos es conocida como un cuerpo de principios universales, comprobados experimentalmente, de formas artísticas clásicas de composición. Mediante las formas de arte que hacen referencia a los procesos cognoscitivos de la mente en vez de la mera percepción sensible (por ejemplo, formas sensuales de placer y dolor), fomentamos las formas de discernimiento necesarias a la colaboración efectiva para producir y promover los principios físicos universales de los que depende el aumento antientrópico de la densidad relativa potencial de población de la humanidad. Estas formas clásicas incluyen no sólo lo que se reconoce comúnmente como las formas artísticas plásticas y no plásticas, sino también el desarrollo de las formas cultas de la lengua, el estudio de la historia y otros aspectos del estadismo.
7. De modo que la multiplicidad de esos principios físicos y artísticos clásicos universales representa el medio de principios por el cual la humanidad adquiere tanto los principios físicos como los principios de cooperación de los que depende el aumento de la densidad relativa potencial de población de nuestra especie.
8. De las consideraciones anteriores se desprenden tres puntos decisivos de política económica. a) Que la fuente humana principal de crecimiento económico es la educación de los jóvenes, período de desarrollo que, para las economías más avanzadas de mediados de los sesentas, abarca más o menos el primer cuarto de siglo de la vida de porciones crecientes de la población total de recién nacidos. Esto quiere decir no sólo una forma humanista clásica de educación científica y artística en las escuelas y universidades, sino condiciones de vida familiar y comunitaria apropiadas, en lo emocional y de otros modos, para promover el autodesarrollo de las facultades cognoscitivas del joven. b) Que el revivir, por parte del educando, del acto de descubrimiento original de principios físicos universales comprobados, y el papel concomitante de los programas de investigación fundamental con eje en las universidades, son la fuerza motriz principal para hacer proliferar el progreso científico y técnico de la economía en su conjunto. c) El papel decisivo del empresario individual privado (a diferencia de las compañías tenedoras y empresas emisoras de acciones públicas, a menudo criaturas de papel), sobre todo los empresarios ocupados con actividades en el campo de las máquinas herramienta relacionadas con el diseño de experimentos de prueba de principios, al igual que los agricultores individuales progresistas, de impulsar el con justa razón apasionado proceso del progreso técnico. Una forma sensata de economía moderna exige que el Estado forme el ambiente regulado y levante la infraestructura económica básica en la que la función de las facultades cognoscitivas soberanas del individuo sirva de punta de lanza de las formas del progreso económico general cada vez más densas en capital y tecnología moderna.
Esta forma de crecimiento económico al impulso de la ciencia, la técnica y la educación es, por su propia naturaleza, de forma riemanniana. El añadido de nuevos descubrimientos comprobados de principios físicos universales amplía la multiplicidad multiconexa de principios físicos universales en aplicación. Ese cambio en la multiplicidad se expresa, característicamente, por un cambio en la curvatura implícita de acción del espacio-tiempo físico dentro de esa economía. Ese cambio, a su vez, se refleja en la forma antientrópica de aumento de la densidad relativa potencial de población. El ritmo de cambio, el ritmo de aumento de la productividad, así definida, es la sustancia de la razón antientrópica de “energía libre” de la que depende la generación continua de ganancia verdadera, no ficticia. Esos ocho puntos resumen el marco en el que se debe situar la discusión de las tasas de crecimiento económico.
La división mundial del trabajo
Como lo subrayan los casos de China y la India, la mayoría del mundo se ve en peligro por la escasez de terreno aprovechable en relación con las grandes concentraciones de la población existente del mundo. Las obvias tareas actuales para mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población mundial son aumentar la porción aprovechable de la superficie total, aumentar la densidad potencial de población de esas superficies, y acelerar el ritmo efectivo de progreso científico y técnico en los modos de producción y de vida familiar y comunitaria.
Para eso, tenemos que acordar varias reglas básicas entre las naciones. 1) Que se acreciente en mucho el número, la escala y la intensidad de las fuentes de las que brota el progreso científico y técnico, y que se aumente su fertilidad. 2) Que, para hacer posible la asimilación de ese progreso científico y técnico, se tiene que proveer la infraestructura económica básica necesaria (por ejemplo, obras hidráulicas, energía, transporte educación, servicios médicos) en todas las zonas en que se quieran obtener tasas elevadas de mejoramiento de la productividad y las condiciones de vida. 3) Que para adquirir progreso científico y técnico, así como para construir la infraestructura necesaria, se debe ampliar muchísimo la creación de crédito a largo plazo para permitir el flujo desde los sitios en que se generen los mayores ritmos de progreso técnico a las zonas donde hay mayor oportunidad y necesidad de ese desarrollo del territorio, la población y la economía productiva.
Esto quiere decir que se deben elaborar los planes respectivos con la mira puesta más o menos un cuarto de siglo adelante. Lo cual vendrá a expresarse en la forma del crédito a largo plazo que se otorgue para los renglones pertinentes de mejoras del capital. Esto representará la nueva oportunidad de sobrevivir que necesita con desesperación esta desvencijada reliquia de civilización que está a punto de autodestruirse.
Semejante programa de reconstrucción mundial revivirá los mejores rasgos de cooperación económica entre los Estados Unidos y Europa occidental entre 1945 y 1965. Debe representar también una mejor manera de pensar en la economía, con un completo repudio de todo lo que tenga que ver o se parezca al dogma de la “revolución conservadora”, axiomáticamente irracionalista, de existencialistas como Schopenhauer, Nietzsche, Martin Heidegger, Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises, Norbert Wiener, John von Neumann, Maurice Strong y los ideólogos de la Sociedad Mont Pelerin en general. Es decir, debemos concebir la economía en tanto economía física, en vez de poner el acento en los activos financieros nominales, y debemos verla como expresión del poder creciente del hombre en y sobre el universo que habitamos. Debe expresar también el reconocimiento del papel de las formas de cooperación basadas en los principios culturales de la cognición, en vez de la perversa noción hobbesiana del hombre, autodegradado a una criatura bestial gobernada por el placer y el dolor.
Debe haber una nueva concepción, más rica y profunda, de las nociones de estrategia, tanto militar como en otros planos. La causa real de las guerras en la historia de la civilización europea moderna, no ha sido otra cosa que la lucha de las oligarquías modernas por subyugarse unas a otras o, más generalmente, por mantener las poblaciones en estado de virtual ganado humano, o devolverlas, como pretenden los actuales ideólogos de la Sociedad Mont Pelerin, a la condición política y social de un hato de ganado. La insurgencia de la Confederación estadounidense, traidora quinta columna de la monarquía británica empeñada en destruir la Unión y perpetuar para siempre el esclavismo, es arquetipo de una causa justa para la guerra, como la conducida por el presidente Abraham Lincoln; así mismo la aceptación tardía de las condiciones del Tratado de Westfalia, de 1648, en Europa, sentó los antecedentes en derecho internacional de toda la vida civilizada tal como se ha manifestado desde entonces en la civilización europea ampliada.
Hoy el principal peligro que enfrenta la civilización es el de esa misma oligarquía financiera internacional, con eje en Londres, que ha adoptado el creciente coro de lambiscones de la Mont Pelerin y su dogma del “libre comercio” como instrumento para destruir la existencia del Estado nacional soberano, reduciendo tanto la escala como la esperanza de vida de la mayor parte de la población humana, cuyos sobrevivientes quedarían reducidos a la condición de ganado humanoide, salvajes adictos al Nintendo. Estos bufones útiles son, en efecto, fascistas, del mismo modo que lo fue Hitler, su precursor. Si esta oligarquía y sus peones derechistas lograren imponer sus ideologías de “libre comercio”, globalización e intereses de accionista, pronto la civilización dejaría de existir sobre este planeta, por una o varias generaciones. El derrotar a esta oligarquía en su perverso empeño neoimperial sería la única causa justa para que haya guerra entre las naciones en esta coyuntura de la historia. En cualquier otro sentido, el mundo ha rebasado ya cualquier necesidad justificable de guerra, salvo para defender el orden de paz entre Estados nacionales soberanos.
Ha llegado el momento de dar a luz en este planeta un régimen de gobierno de las relaciones humanas entre Estados nacionales de una comunidad de repúblicas perfectamente soberanas, repúblicas entregadas a la causa del bienestar general tal como lo definen los párrafos introductorios de nuestra Declaración de Independencia, de 1776, y el preámbulo de nuestra Constitución federal. Entre naciones unidas en pos de tal comunidad de principio, entre Estados nacionales perfectamente soberanos, no puede haber guerra justa. El principio del bienestar general de todos los pueblos, así como de la posteridad de todas las naciones, es el único modo visible de que pueda instaurarse en todo el planeta un estado de relaciones apto para seres humanos.
En tal comunidad, la joya de toda la civilización será el desarrollo de las capacidades cognoscitivas perfectamente soberanas de cada persona. El fomento y cultivo de ese individuo, y de esas capacidades, y la realización del beneficio que cada uno pueda aportar a la humanidad presente y futura, deben constituir el concepto motivador de toda gestión político-económica; así deben entenderlo, de hecho, todas las partes involucradas.
Una canasta de bienes de consumo, por consiguiente, tal como la vengo definiendo, debe entenderse como un compromiso colectivo a hacer el bien. El objeto de la economía, entonces, no es el de fijar un precio exacto a cada mercancía, sino la buena voluntad expresada en la forma de adoptar un estimado razonable de precio justo. En ese sentido, el precio razonable de una canasta básica de bienes de consumo, sería siempre, en la práctica, su precio real.
Notas a pie de página
1. EIR: The False Charges Behind the Conviction of Lyndon LaRouche. Exposed by former U.S. Attorney General Ramsey Clark and LaRouche’s trial attorney, Odin Anderson. 5 de abril de 2019.
2. Schiller Institute: Thousands of Officials Call for LaRouche’s Exoneration. 1997.
3. Harley Schlanger, en The LaRouche Organization: LaRouche and the Scientific Basis to Eliminate the Threat of Nuclear War. 23 de marzo de 2023.
4. Lyndon LaRouche, en EIRNS: Sobre una canasta de bienes tangibles: comercio sin moneda. Septiembre de 2000.
5. Desde principios de 1948 me he opuesto al uso del término “negatoentropía”, de Norbert Wiener. Ese mismo año amplié mi enfoque hasta abarcar los rasgos sistemáticos más problemáticos de la biofísica matemática del profesor Nicholas Rashevsky, así como la de Oparin. Mis puntos de vista relativos a las características sistémicas de los procesos vivos seguían entonces, y aún siguen, los lineamientos de Luis Pasteur y Vladimir Vernadsky. Mi preferencia por las opiniones biogeoquímicas de Vernadsky, en contraposición a las de Oparin, Rashevsky, Schrodinger y demás, no constituye la última palabra sobre la elaboración de este tema por el propio Vernadsky; mi colaborador Jonathan Tennenbaum ha estado desenterrando, traduciendo y evaluando algunos escritos posteriores importantes de Vernadsky sobre los principios tanto de los procesos vivos como de los cognoscitivos; uno muy importante es el de septiembre de 1938, cuyo título Tennenbaum tradujo [al inglés] como On the Fundamental Material-Energetic Difference Between Living and Nonliving Natural Bodies in the Biosphere (Sobre la diferencia material-energética fundamental entre cuerpos naturales vivos y no vivos en la biósfera). Hasta ahora, el principal defecto de estos escritos posteriores de Vernadsky es su inadecuada apreciación de las repercusiones pertinentes de los descubrimientos de Bernhard Riemann, que más adelante contribuyeran tan enormemente a mi propia obra en los temas afines de la ciencia de la economía física. Todo mi trabajo sobre este tema en el intervalo 1948-1953 es, en lo principal, un reflejo de mi refutación de los ataques de Kant a la obra de Godofredo Leibniz; de ahí que yo haya reconocido el popularísimo concepto de la entropía universal como fruto de un romanticismo neokantiano.
6. Hablo de antientropía en el mismo sentido en que defino como antieuclidiana la geometría física de Riemann, y no con la acostumbrada y epistemológicamente inexacta descripción de “no euclidiana”. Tales distingos terminológicos no son meras opciones más precisas que las convencionales. El lunático esfuerzo por sustituir al ser humano viviente con artefactos que presuntamente ostentan “inteligencia artificial” no tiene otra base que la fe terca y ciega en una definición del universo que se puede explicar del todo con base en los supuestos axiomáticos hereditarios y a priori que se manifiestan en la casi totalidad de los esquemas reduccionistas-deductivos de la matemática académica comúnmente aceptada en la actualidad. Fue el legado leibniziano de una geometría física antieuclidiana, transmitido de Klistner a su discípulo Gauss, y de Gauss a Riemann, lo que nos permite entender que es la física la que debe determinar la matemática, y no al revés. La proscripción efectuada por Riemann de todo concepto a priori -tales como los del espacio y el tiempo- en la geometría, y la sustitución de tales nociones con descubrimientos válidos de principios físicos universales -tales como la vida y la cognición- fue la revolución que abrió las puertas a un entendimiento más sobrio del significado de “universo físico”; uno en que ya no hace falta poner en tela de juicio la existencia de esos seres vivos cognoscitivos llamados seres humanos.
Economía física larouchista: Sobre la canasta de bienes tangibles y el comercio sin moneda