Por Mente Alternativa
La reciente visita de Trump al Golfo Pérsico ha desatado un intenso debate geopolítico, según el análisis de Peiman Salehi publicado en Oriental Review. El líder supremo de Irán, el ayatolá Khamenei, calificó el viaje como un “espectáculo para proyectar fuerza”, acusando a Washington de ejercer presión bajo la máscara del diálogo. Las imágenes del presidente estadounidense en Abu Dabi contrastan con las críticas hacia una política exterior que, pese a su retórica liberal, prioriza intereses estratégicos sobre derechos humanos.
Entre el 14 y el 16 de mayo de 2025, Trump cerró una gira por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Catar, con titulares que destacaban ventas de armas por 140.000 millones de dólares y promesas de inversión en inteligencia artificial. Sin embargo, como señala Salehi, detrás de esta pompa diplomática se esconde una realidad incómoda: el declive de la legitimidad moral de EE.UU. en una región fracturada. Mientras Israel continúa su ofensiva en Gaza (con más de 50.000 palestinos muertos), Trump eludió cualquier mención sustancial al conflicto, optando por enaltecer la “estabilidad” de las monarquías aliadas.
Esta contradicción no es anecdótica. John Locke, padre del liberalismo, defendió derechos inalienables como la vida y la libertad, principios que hoy brillan por su ausencia en la política exterior estadounidense. Ejemplo de ello son las sanciones a Irán, Venezuela o Yemen, que castigan a poblaciones civiles, o los acuerdos con regímenes autoritarios. Khamenei, en un discurso del 17 de mayo, subrayó esta hipocresía: “Negocian mientras amenazan”, una referencia a las tensiones nucleares que persisten pese a los diálogos indirectos.
Los datos reflejan el descontento regional. El Arab Opinion Index revela que el 76% de la población árabe considera a Israel —no a Irán— como la mayor amenaza. No obstante, Trump optó por reforzar alianzas con élites gobernantes, ignorando el malestar popular. Su enfoque transaccional (armas por petrodólares) contrasta con oportunidades desaprovechadas, como una cooperación energética entre Irán y Arabia Saudita que hubiera aliviado la crisis global.
Teherán, por su parte, responde consolidando su “eje de resistencia”. Tras perder terreno en Siria, Irán fortalece vínculos con actores en Irak, Líbano y Yemen, incluso acercándose a minorías religiosas. Mientras Trump celebra contratos bilaterales, la República Islámica apuesta por una influencia ideológica que desafía el orden liderado por EE.UU.
En conclusión, la visita de Trump al Golfo Pérsico no aportó soluciones reales. Exhibió, una vez más, la brecha entre gobiernos y ciudadanos, y cómo los acuerdos económicos no enmascaran el silencio ante Palestina o el sufrimiento por sanciones. Como advierte Salehi, la era de la hegemonía moral estadounidense ha terminado.
¿Por qué Arabia Saudí aún no se ha unido oficialmente a los BRICS?
