Por Mente Alternativa
El contexto histórico de las Guerras del Opio, que enfrentaron a China y el Imperio Británico en el siglo XIX, ilustra de manera contundente cómo las potencias extranjeras han manipulado los destinos de naciones enteras en función de sus propios intereses. Según la historiadora revisionista Cynthia Chung (1), la frase célebre de Lord Palmerston, primer ministro británico durante esas guerras, refleja una doctrina geopolítica clave: los aliados y enemigos cambian, pero los intereses nacionales permanecen. En este sentido, se destaca cómo el Imperio Británico justificó su intervención militar en China bajo la bandera del libre comercio, aunque sus prácticas eran, en realidad, proteccionistas cuando le convenía.
El conflicto comenzó cuando el Imperio chino prohibió la venta de opio, una droga distribuida por comerciantes británicos, y Londres reaccionó con dos intervenciones militares (1839-1842 y 1856-1860). Las consecuencias de estas guerras fueron devastadoras para China: tratados desiguales, la cesión de Hong Kong y la apertura forzada de puertos al comercio británico. Además, la humillación cultural fue evidente con episodios como el saqueo y destrucción del Palacio de Verano. Este episodio no solo dejó una marca física en el país, sino que también afectó profundamente la identidad nacional de China, dando lugar a lo que se conocería como el “Siglo de Humillación” (1839-1949).
A pesar de que las potencias coloniales, como la británica, siguen intentando justificar sus intervenciones bajo ideales de libertad y democracia, la realidad de su actuación demuestra cómo la manipulación de la percepción pública se convierte en una herramienta de poder. En este sentido, la psicología de masas, como lo advirtió Bertrand Russell, sigue siendo la clave para comprender las estrategias geopolíticas modernas. La habilidad de los gobiernos para moldear la percepción colectiva permite que se construya un “enemigo” sin la necesidad de justificaciones lógicas, sino manipulando las emociones y miedos del pueblo.
Este fenómeno es claramente visible en la política hacia China hoy en día. Las narrativas sobre China no son creadas por el pueblo, sino impuestas por estructuras de poder globales que presentan sus intereses como verdades absolutas. La historia demuestra que la construcción de un enemigo externo ha sido una herramienta eficaz para reforzar la dominación y el control de las naciones más poderosas.
El comercio de opio, que fue facilitado por bancos como el HSBC, jugó un papel crucial en la expansión imperialista británica. Aunque la institución fue creada para facilitar el comercio en China, su propósito inicial fue específicamente para comercializar esta droga, lo que profundizó aún más la explotación económica de la nación china. De hecho, la perpetuación de este sistema de dominación económica se reflejó en las relaciones de poder que perduraron durante décadas. La llamada “Ciudad de Londres”, un centro financiero global, sigue siendo una de las principales fuentes de poder económico y político, permitiendo la evasión fiscal y el flujo de capitales a través de paraísos fiscales.
Lo que es aún más relevante hoy es cómo, a pesar de que muchos creen que el Imperio Británico desapareció después de la Segunda Guerra Mundial, las estructuras que lo sustentaban siguen vigentes. La manipulación económica y política continúa, y los países ex colonizados siguen siendo víctimas de un sistema que les mantiene en la pobreza a través de la deuda externa y la fuga de capitales. Estimaciones indican que los países en desarrollo pierden alrededor de un billón de dólares anualmente debido a la evasión fiscal, un fenómeno alimentado por estructuras financieras que operan con total impunidad.
El Movimiento Girasol en Taiwán y las revoluciones de colores en diversas partes del mundo reflejan cómo, hoy en día, las intervenciones extranjeras siguen jugando un papel clave en desestabilizar gobiernos y promover agendas geopolíticas de potencias como Estados Unidos. Estos movimientos, aunque aparentemente luchan por la libertad y la democracia, en realidad son utilizados para implementar una agenda de separación y debilitamiento de naciones como China, siempre con la complicidad de actores externos que financian y organizan tales revueltas.
Hoy, al igual que en el pasado, la historia nos enseña que debemos ser cautelosos al ver las narrativas impuestas por los poderosos. Es fácil caer en la trampa de seguir al “diablo que conocemos”, como diría el dicho, pero al final, lo que elegimos es permanecer en una realidad que nos ha sido impuesta, sin cuestionarla. Como B.F. Skinner ilustró con su famoso experimento, a menudo nos aferramos a lo conocido, incluso cuando eso nos causa dolor y sufrimiento. La historia, sin embargo, nos ofrece la posibilidad de elegir un camino diferente.
“Es la mente del hombre, no su enemigo o su adversario, la que lo lleva por malos caminos”. – Buda
Notas a pie de página
1. Cynthia Chung: The Real Global Agenda Pushing for War with China. 2 de agosto de 2022.
