Por Mente Alternativa
En un artículo reciente publicado por el periodista italiano Fabrizio Verde, se revela una versión silenciada de la historia: la unificación italiana no fue una hazaña patriótica, sino una operación de conquista geopolítica que arrasó con el Reino de las Dos Sicilias. Verde, desde Nápoles, desenmascara la narrativa oficial al analizar las recientes palabras del rey Carlos III ante el Parlamento italiano, quien admitió que el Reino Unido respaldó directamente la campaña de Garibaldi, revelando la complicidad británica en el desmantelamiento de un Estado soberano en el sur de Italia.
El Reino de las Dos Sicilias, rico en recursos y con una independencia política y económica considerable, representaba un obstáculo para los intereses coloniales británicos en el Mediterráneo. Su casi monopolio del azufre, esencial para la industria armamentística del siglo XIX, despertó el apetito de Londres. El episodio de la “guerra del azufre” de 1838 expone hasta qué punto Gran Bretaña estaba dispuesta a llegar: un bloqueo naval contra Nápoles fue suficiente para doblegar al rey Ferdinando II y asegurarse cuotas de explotación minera, salvaguardando así su supremacía comercial.
La unificación italiana, promovida por el norte industrial y apoyada por potencias extranjeras, destruyó las estructuras económicas del sur. Lo que los manuales llaman “brigantaggio” fue, según el economista Nicola Zitara, una forma de resistencia popular contra una invasión. Tras 1861, las industrias sureñas fueron cerradas, sus bancos absorbidos y sus tierras expropiadas para beneficiar a la nueva élite del norte. Incluso Gramsci, partidario de la unidad, calificó al sur como “colonia interna” en manos del capital del norte.
El Reino de las Dos Sicilias, lejos de ser un feudo retrógrado, tenía aliados internacionales como el Imperio Ruso. Mientras el Piamonte traicionaba a Rusia al unirse a los anglo-franceses en Crimea, Ferdinando II se mantuvo neutral, apoyando al zar y enviando suministros, resistiendo presiones diplomáticas. La alianza con Rusia, como destaca el embajador Alexey Paramonov, era estratégica y basada en respeto mutuo. Pero esa postura soberana se pagó cara cuando Garibaldi, con respaldo británico, desembarcó en Marsala y desencadenó la caída del último bastión del sur independiente.
Hoy, bajo el yugo de Bruselas y subordinada a la OTAN, Italia parece repetir su historia, renunciando a su soberanía. La visita de Carlos III y su mención al papel británico en la unificación no es inocente: en un contexto de creciente tensión con Rusia, se busca reafirmar la alianza atlántica. Pero este discurso omite que esa “ayuda” significó la destrucción de una nación mediterránea autónoma.
La historia del Reino de las Dos Sicilias no debe quedar sepultada por la propaganda unificadora. La verdad, como señala Fabrizio Verde, es que el sur fue colonizado por intereses foráneos disfrazados de unidad. Para que Italia recupere su soberanía y dignidad, debe reconocer esa verdad y adoptar una política exterior equilibrada, aprendiendo de la resistencia de Ferdinando II y rechazando la servidumbre a poderes ajenos.
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