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La Unión Europea, condenada a ser vasallo en las guerras estadounidenses

Después de haber perdido la mayoría en la Cámara de Representantes –como resultado de las ‎elecciones mid term [1]–, el presidente Donald Trump tuvo que ‎aceptar nuevas alianzas para evitar que el fiscal Mueller lo acusara de alta traición [2]. Es por eso que Trump se pliega ahora a los objetivos de ‎sus generales. Así que el imperialismo estadounidense está de regreso [3].‎ En menos de 6 meses, se reactivaron las bases anteriores de las relaciones internacionales de ‎Estados Unidos. La guerra que Hillary Clinton se había comprometido a desatar está ‎finalmente en marcha, pero no sólo mediante la fuerza militar. ‎Este cambio en las reglas del juego, que no tiene equivalente desde el final de la Segunda ‎Guerra Mundial, obliga a todos los actores a revisar de inmediato su estrategia y, por ende, ‎todos los dispositivos de alianza en los que venían apoyándose. Quienes demoren en hacerlo han ‎de pagar las consecuencias. ‎A partir de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, todos los países miembros de ‎la Unión Europea (incluso países neutrales) han sometido su defensa nacional al dictado ‎de la OTAN, que a su vez sigue las órdenes de Estados Unidos. Así que cuando ‎el Pentágono asigna al Departamento del Tesoro la misión de poner bajo asedio ‎económico a los países que quiere aplastar, todos los miembros de la Unión Europea y ‎de la OTAN se ven obligados a aplicar las sanciones estadounidenses.

 

 

Guerra económica declarada

‎Las guerras seguirán siendo mortíferas y crueles pero para Donald Trump, hombre de negocios ‎antes de convertirse en político, es preferible que sean lo menos costosas posible. O sea, ‎es preferible matar con medidas de presión económica que hacerlo utilizando armas… que ‎cuestan mucho más caro. Dado el hecho que Estados Unidos ya no mantenía relaciones ‎comerciales con los países a los que agrede, el costo financiero de esas guerras “económicas” (y ‎hay que entender que a pesar de ser “económicas” son realmente “guerras” en todo el sentido ‎de la palabra) cae en realidad sobre los hombros de terceros países, sin que el Pentágono tenga ‎que gastar ni un centavo de su presupuesto. ‎

Es por eso que Estados Unidos acaba de decidir poner bajo asedio económico a Venezuela [4] y Nicaragua [5] y reforzar todavía más el bloqueo comercial y financiero implantado contra Cuba ‎desde 1960 [6]. Los medios masivos de difusión ‎presentan esas medidas como «sanciones» –sin explicar nunca qué derecho tendría Washington ‎para sancionar a países enteros– pero bajo ese término esconden el hecho que esas medidas son ‎verdaderos actos de guerra y que provocan muertes. ‎

Al anunciar sus «sanciones» contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, Washington invoca ‎explícitamente la «Doctrina Monroe», de 1823, según la cual ninguna potencia extracontinental ‎tiene derecho a «intervenir» en las Américas y Estados Unidos se abstendrá de intervenir en ‎Europa Occidental. La única respuesta vino de China, país que señaló que las Américas no son ‎propiedad de Estados Unidos. ‎

Hoy en día, Estados Unidos mantiene bajo «sanciones» una veintena de países: Bielorrusia, ‎Birmania, Burundi, Corea del Norte, Cuba, la Federación Rusa, Irak, Líbano, Libia, Nicaragua, la ‎República Árabe Siria, la República Bolivariana de Venezuela, la República Centroafricana, la ‎República Democrática del Congo, la República Islámica de Irán, Serbia, Somalia, Sudán, Sudán del ‎Sur, Ucrania, Yemen y Zimbabwe, que conforman por cierto un mapa bien definido de los ‎conflictos que el Pentágono dirige, con ayuda del Departamento del Tesoro. ‎

Como se estipulaba en la «Doctrina Monroe», ninguno de los países objeto de las «sanciones» ‎estadounidenses está en Europa Occidental. Todos están en el Medio Oriente, en el este de ‎Europa, en la Cuenca del Caribe y en África. Desde 1991, esas regiones del mundo aparecen ‎mencionadas por el entonces presidente George Bush padre en su Estrategia de Seguridad ‎Nacional como destinadas a ser integradas al «Nuevo Orden Mundial» [7]. En 2001, al estimar que esos países ‎no pudieron o no quisieron someterse, el entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su ‎consejero para «la transformación» de las fuerzas armadas, el almirante Arthur Cebrowski, ‎decidieron sancionarlos y condenarlos al caos [8].‎

En este punto, es necesario subrayar nuevamente que la expresión «guerra económica» ha sido ‎utilizada desde hace décadas de manera totalmente inapropiada para designar una competencia ‎exacerbada. Hoy en día una «guerra económica», lejos de ser una simple cuestión de ‎competencia, es una verdadera guerra, con objetivos militares y para matar. ‎

Reacciones de los países víctimas y las reacciones inapropiadas de los aliados de ‎Estados Unidos

‎Los sirios, que acaban de ganar una guerra militar de 8 años contra los mercenarios yihadistas de ‎la OTAN, están desconcertados por esta guerra económica que los obliga a imponerse un racionamiento estricto ‎de la electricidad, del gas y del petróleo y que provoca el cierre de fábricas que acababan ‎precisamente de reabrir sus puertas. Su único alivio es pensar que al menos no sufrieron los dos ‎tipos de guerra simultáneamente. ‎

Los venezolanos están aprendiendo con espanto el verdadero significado de la expresión «guerra ‎económica» y dándose cuenta de que, tanto con el aventurero Juan Guaidó como con el ‎presidente constitucional Nicolás Maduro, van a tener que luchar duramente por conservar un ‎Estado, aunque sea un «Leviatán» pero que sea capaz de protegerlos [9].‎

Las estrategias de los Estados que son blanco de la guerra económica acaban viéndose afectadas. ‎Por ejemplo, al no lograr encontrar quien le venda los medicamentos que necesita, Venezuela ‎acaba de concluir un acuerdo con Siria, país que antes de la agresión armada externa fue un ‎importante productor y exportador de medicinas. En la importante ciudad siria de ‎Alepo han sido reconstruidas fábricas de productos farmacéuticos que habían ‎sido destruidas por Turquía y por los yihadistas. Esas fábricas acababan de reabrir sus puertas, pero van a tener que cerrar de nuevo por falta de la ‎electricidad necesaria para su funcionamiento. ‎

La multiplicación de los escenarios de guerra –y por consiguiente de las llamadas «sanciones»– ‎empieza a plantear graves problemas a los aliados de Estados Unidos, como la Unión Europea. ‎Este bloque regional ve con gran desagrado las amenazas que Estados Unidos hace pesar sobre las empresas europeas que han invertido en Cuba y, recordando las acciones estadounidenses ‎tendientes a impedir que los países de Europa estén presentes en el mercado iraní, ha reaccionado ‎amenazando con recurrir al arbitraje de la Organización Mundial del Comercio (OMC). ‎No obstante, como veremos de inmediato, este acto de rebelión de la Unión Europea está ‎condenado al fracaso porque Washington lo previó hace 25 años. ‎

La Unión Europea atrapada en una trampa

‎Previendo que, ante el hecho de no poder comerciar con quien le parezca, la Unión Europea ‎llegara reaccionar algún día como hoy lo hace, la administración de George Bush padre elaboró ‎la ‎«Doctrina Wolfowitz»‎, ‏que ‎ha consistido en garantizar ‏que los países del centro y del este de ‎Europa carezcan de una defensa propia independiente haciendo que la defensa de esos países sea ‎únicamente autónoma [10]. Es por eso que ‎Washington castró a la Unión Europea desde el nacimiento mismo de ese bloque regional ‎imponiéndole una cláusula primordial en el Tratado de Maastricht: la sumisión a la OTAN, y no me ‎refiero al Mercado Común sino específicamente a la Unión Europea. ‎

Basta con recordar el respaldo constante de la Unión Europea a todas y cada una de las aventuras ‎del Pentágono –Bosnia Herzegovina, Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemen. En todos los ‎casos, sin excepción, la Unión Europea se alineó detrás de su superior inmediato: la OTAN. ‎

El interés de imponer a los europeos esta relación de vasallaje fue lo único que justificó la ‎disolución de la Unión Europea Occidental (UEO) [11] y lo único que llevó a Trump a renunciar a su ‎proyecto de disolver la organización militar permanente de la alianza atlántica. Sin la OTAN, la ‎Unión Europea sería independiente de Estados Unidos.‎

Es cierto que los tratados en vigor estipulan que todo tiene que hacerse de conformidad con la ‎Carta de las Naciones Unidas.

- Pero, por ejemplo, el 26 de marzo de 2019, Estados Unidos “reconoció” una supuesta soberanía ‎de Israel sobre el Golán sirio ocupado, desconociendo así las resoluciones que antes había ‎aprobado en el Consejo de Seguridad de la ONU. O sea, Estados Unidos simplemente cambió de ‎opinión inesperadamente, poniendo así en tela de juicio el Derecho Internacional [12].‎

- Otro ejemplo: Esta misma semana Estados Unidos se pronunció a favor del general Khalifa ‎Haftar –según anunció la Casa Blanca el 19 de abril, el presidente Trump incluso lo llamó por ‎teléfono para expresarle personalmente su respaldo– contra el gobierno creado en Libia por ‎la ONU [13]. A partir de ese momento, los países miembros de la Unión Europea han ‎venido pronunciándose uno a uno a favor del general. ‎

Los tratados constitutivos de la Unión Europea impiden que ese bloque regional pueda liberarse de ‎la OTAN, lo cual equivale a no poder independizarse de Estados Unidos ni convertirse así en una verdadera potencia. Las protestas de la Unión Europea ante las «sanciones» ‎estadounidenses contra Irán y ahora también contra Cuba están por consiguiente condenadas ‎de antemano al fracaso. ‎

Contrariamente a la idea generalizada, las acciones de la OTAN no se deciden en el Consejo del ‎Atlántico Norte, o sea no las deciden los países miembros de la alianza atlántica. Prueba de ello ‎es que, en 2011, el Consejo del Atlántico Norte –que había aprobado una acción tendiente a ‎proteger a la población libia de los crímenes que Kadhafi estaba supuestamente a punto de cometer ‎contra ella– se pronunció contra un «cambio de régimen», pero la OTAN atacó Libia ‎sin consulta previa. ‎

Los países miembros de la Unión Europea, que durante la guerra fría constituían un bloque con ‎Estados Unidos, ahora descubren con sorpresa que su cultura no tiene nada que ver con la de su ‎aliado estadounidense. Durante todo aquel paréntesis, se olvidaron tanto de su propia cultura ‎como del «excepcionalismo» estadounidense y creyeron erróneamente que estaban todos de ‎acuerdo. ‎

Los países europeos, incluso en contra de su voluntad, hoy son corresponsables de las guerras de ‎Washington, incluyendo –por ejemplo– la hambruna que enfrenta Yemen, resultado de las ‎operaciones militares de la coalición conformada alrededor de Arabia Saudita y de las sanciones ‎estadounidenses. Las naciones de Europa tendrán por lo tanto que escoger entre asumir esos ‎crímenes y participar en ellos o retirarse de los tratados constitutivos de la Unión Europea. ‎

La globalización ha llegado a su fin

‎Las posibilidades de comercio internacional han comenzado a reducirse. No se trata de una crisis pasajera sino de ‎un fenómeno de fondo. Ha terminado el proceso de globalización que caracterizó el mundo ‎desde la disolución de la URSS hasta las elecciones legislativas estadounidenses de 2018. Se ha hecho imposible exportar libremente a cualquier lugar del mundo.‎

China es el único país que aún tiene esa capacidad, pero el Departamento de Estado está creando ‎los medios para cerrarle el mercado latinoamericano. ‎

En esas condiciones, ya no tienen razón de ser los debates sobre las ventajas que pueden ‎revestir el libre intercambio o el proteccionismo dado el hecho que ya no estamos viviendo una ‎época de paz y que no es posible optar entre el primero o el segundo. ‎

Exactamente de la misma manera, la estructura de la Unión Europea, concebida en una época en ‎que el mundo estaba dividido en dos bloques irreconciliables, ya no se adapta en los ‎más mínimo a la situación actual. ‎Si no quieren que Estados Unidos los arrastre a participar en conflictos que ‎no corresponden a sus intereses, los países miembros de la Unión Europea tienen que liberarse de los ‎tratados europeos y salir del Mando Integrado de la OTAN. ‎

Debido a todo eso es totalmente inadecuado abordar las elecciones europeas como una oposición entre progresistas y nacionalistas [14]. ‎La disyuntiva es otra. Los progresistas dicen querer construir un mundo regido por el Derecho ‎Internacional, ese que Estados Unidos quiere erradicar, mientras que algunos nacionalistas, como ‎la Polonia de Andrzej Duda, se preparan para servir a Estados Unidos en contra de los partidarios ‎de la Unión Europea. ‎

Sólo algunos británicos presintieron el cambio actual y trataron de salir de la Unión Europea, ‎sin haber logrado convencer a sus parlamentarios. Dicen que «Gobernar es prever». Pero la ‎mayoría de los miembros de la Unión Europea no vieron lo que se les venía encima. ‎

[2] Report On ‎The Investigation Into Russian Interference In The 2016 Presidential Election, Special Counsel ‎Robert S. Mueller, III, marzo de 2019.

[3] Desde el momento de ‎su entrada en la Casa Blanca, Trump había transformado el Consejo de Seguridad Nacional ‎eliminando los puestos permanentes que la CIA y el Pentágono ocupaban en esa instancia del ‎gobierno “Presidential Memorandum: Organization of the National Security Council and the ‎Homeland Security Council”, por Donald Trump, Voltaire Network, 28 de ‎enero de 2017; «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de enero de 2017.

[4] “Sanciones del Tesoro de Estados Unidos contra el Banco Central de Venezuela y su directora”, Red Voltaire, 17 de abril de 2019.

[5] “El Tesoro de Estados Unidos se enfoca en las finanzas del régimen del Presidente nicaragüense, Daniel Ortega”, Voltaire Network, 17 de abril ‎de 2019.

[6] Se trata poner en aplicación una parte de la Cuban Liberty and Democratic Solidarity ‎‎(Libertad) Act of 1996, cuyas disposiciones contra las empresas de otros países que mantengan ‎relaciones con Cuba entrarían en vigor a principios de mayo.

[7] National Security ‎Strategy of the United States 1991, George H. Bush, The White House, 1991.

[8] «La estrategia del caos dirigido», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia) , ‎‎Red Voltaire, 17 de abril de 2019.

[9] Ante la Guerra Civil ‎inglesa, el filósofo Thomas Hobbes teorizó en su libro conocido como Leviatán (Leviathan, or ‎The Matter, Forme and Power of a Common-Wealth Ecclesiasticall and Civil) la necesidad de ‎tolerar la existencia de un Estado, aunque este sea autoritario y cometa abusos, ya que la ausencia de ‎Estado equivale a hundirse en el caos.

[10] «US Strategy Plan Calls For Insuring No Rivals Develop», Patrick E. Tyler, ‎y «Excerpts from Pentagon’s Plan: “Prevent the Re-Emergence of a New Rival”», New York ‎Times, 8 de marzo de 1992; «Keeping the US First, Pentagon Would preclude a Rival ‎Superpower», Barton Gellman, The Washington Post, 11 de marzo de 1992.

[11] La UEO fue un bloque militar europeo, anterior ‎a la Unión Europea, conformado por los países europeos miembros de la OTAN, sin la presencia ‎de Estados Unidos. Nota de la Red Voltaire.

[12] «El “excepcionalismo” de Estados Unidos ‎destruye la ONU», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 2 de abril de 2019.

[13] «Washington y Moscú unidos frente a ‎la ONU en Libia», Red Voltaire, 20 de abril de 2019.

[14] «Por un Renacimiento Europeo», por Emmanuel Macron, Red Voltaire, 4 de marzo de 2019.

 

Con Russiagate, el Estado Profundo ganó tiempo para seguir financiando y promoviendo la guerra

 

Fuente:

Thierry Meyssan — La Unión Europea, condenada a ‎ser vasallo en las guerras ‎estadounidenses.

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